Varios medios de comunicación publicaron recientemente una noticia insólita y, a la vez, alarmante: en Europa existe el ‘turismo del grafiti’ ferroviario. Como suena. Individuos de diversos países se dedican a viajar por el continente para hacer pintadas en trenes y, para colmo, graban sus acciones vandálicas y las difunden por las redes sociales.

La Policía Nacional, en colaboración con la Interpol y el CITCO, detuvo a una docena de personas e identificó a otras tantas, y cifran el coste de su ‘broma’ en casi medio millón de euros. Días antes, a seis arrestados en Galicia se les atribuyen unos daños por valor de 200.000 euros.

Pero estos son solo dos episodios más de una historia que, ciñéndonos al caso de Renfe, causa cada año a la ciudadanía una pérdida ingente de recursos (en tiempo y en dinero) y riesgos para la integridad física de las personas y para el medio ambiente
 

Durante el año 2022

  • Se perdieron 25,2 millones de euros de dinero público (33.000 euros diarios) en gastos derivados
  • Se vandalizaron más de 150.000 m² de superficie de trenes, o lo que es lo mismo, más que todos los campos de fútbol de Primera División juntos.
  • Se denunciaron 3.559 intrusiones de grafiteros en nuestras instalaciones, casi diez diarias.
  • Se malgastaron 10.500 horas de trabajo, ya que tuvieron que dedicarse a limpiar los trenes.
  • Se generaron cerca de 16.000 litros de residuos tóxicos como el benceno o el 1,3-butadieno, sustancias de las que está compuesta la pintura utilizada por los grafiteros. Son unos 40.000 botes de pintura que generan efectos nocivos sobre el medio ambiente y las personas.
  • Se consumieron sin necesidad 400.000 Kw/h, debido al traslado de los trenes hasta los centros de limpieza. Es la energía necesaria para mantener 36 millones de bombillas encendidas durante 1 hora o abastecer el consumo de más de 44.000 hogares durante 1 día.
  • A estas cifras habría que sumar otro tipo de gastos indirectos, como inversiones en seguridad, tanto de personal como de otros sistemas de vigilancia.
     

Perjuicio directo para las personas

Quienes viajan en nuestros trenes, sin embargo, resultan doblemente perjudicados, ya que sufren además las consecuencias directas de estos comportamientos vandálicos.

  • La retirada de un tren por limpieza o por falta de visibilidad obliga a veces a suprimir determinadas frecuencias.
  • La pintura, elaborada con agentes tóxicos, puede producir irritaciones y malos olores.
  • Los frenazos de emergencia para pintar en mitad de un trayecto pueden causar lesiones a las personas.
  • Cada vez que un tren es detenido ilegalmente por esta causa, obliga a detener la circulación en ambos sentidos, con la consiguiente acumulación de retrasos que puede extenderse, incluso a toda una red.
  • El comportamiento de los grafiteros se está volviendo cada vez más violento, de forma que llegan a enfrentarse a empleados y viajeros.
  • La propia seguridad personal de los autores se pone en riesgo cuando, para ejecutar estos actos cruzan las vías o entran en instalaciones donde existe movimiento de convoyes o vehículos pesados, o líneas de alta tensión.
     

Vandalizar los trenes tiene consecuencias legales: desde multas hasta penas de prisión