Su fértil vega ayudó a los primeros asentamientos humanos. Además, su ubicación como cruce de caminos le ha facilitado albergar un enorme patrimonio con singulares muestras de épocas pasadas, como el Neolítico, la antigua Roma o la Antakira musulmana medieval.

 

Texto Nacho Sánchez
Fotos Daniel Pérez

 

 

En los años 20 del siglo pasado, el antequerano Pedro Soto –conocido como El Maera– decidió dar un paso más en el negocio de construcción de carros que regentaba. Empezó a ofrecer vino a sus clientes y... funcionó, tan bien que pronto comenzó a venderlo a granel. Con el tiempo su negocio pasó a ser más un bar que una carpintería. Es el origen de la cafetería A la fuerza, que la familia de Enrique García gestiona desde 1955. Ofrece deliciosos churros con chocolate, pero aquí la estrella es el mollete, panecillo ovalado con miga esponjosa ideal para desayunos. “Los elabora Antonio Paradas en un horno de leña, de los pocos que quedan ya. Son una pasada”, explica García con pasión. El más clásico se sirve con tomate, aceite virgen extra y jamón ibérico cortado a cuchillo, pero hay variedades con beicon, huevos fritos o tortilla. “Energía para recorrer la ciudad”, añade el restaurador, que habla con pasión del lugar donde nació. “Hay un patrimonio enorme”, subraya quien cree que “Antequera es la gran desconocida”.

A finales del siglo XVIII, el municipio quiso restaurar su alcazaba árabe. No tenía dinero, así que se decidió vender un terreno público para costear las obras. Era una zona boscosa de encinas y alcornoques y, desde entonces, a la fortaleza se le conoce popularmente como castillo de Papabellotas. Su vista es imponente. Y su acceso, sencillo: basta superar la plaza de San Sebastián, ascender los escalones de la cuesta San Judas y atravesar el Arco de los Gigantes. Junto al recinto se levantó en el siglo XVI la Real Colegiata de Santa María, el mejor ejemplo renacentista de la localidad y uno de los más interesantes de Andalucía. La zona trae como regalo una panorámica de la ciudad desde las murallas. A sus pies, la plaza del Coso Viejo esconde el Museo de la Ciudad de Antequera, un atractivo y sorprendente recorrido por la historia local. “Hay pocos espacios tan completos como este”, relata su director, José Escalante. Acoge un importante patrimonio y destacan dos piezas de gran singularidad. El Efebo –bronce romano del siglo I– y un San Francisco de Pedro de Mena, del siglo XVII.

Cruce de caminos y con tierras fértiles, Antequera atrajo siempre al ser humano. Lo confirman los recientes yacimientos excavados al pie de la Peña de los Enamorados. Esta montaña, monumento natural, era ya venerada por los primeros habitantes de la comarca. Hacia ella se orientó, hace unos 5.600 años, el Dolmen de Menga, increíble construcción con rocas enormes de hasta 170 toneladas. Es la estrella del conjunto dolménico –Patrimonio Mundial– que incluye el Dolmen de Viera, a pocos metros del anterior. Hay un tercero, El Romeral, situado a unos kilómetros. “Es el más moderno y mi favorito. Está mejor conservado y suele estar más tranquilo”, destaca Manuel Romero, arqueólogo municipal desde hace más de tres décadas. El especialista señala también la villa romana –junto a la nueva estación de AVE– como uno de los grandes hitos de la ciudad: “Es espectacular, palacial, con grandes mosaicos. No defrauda”.

Los viajes en el tiempo dan hambre. Y, para comer bien, hay que acercarse hasta la casa de Charo Carmona, que lleva décadas al rescate de viejas recetas locales. “Ahondamos en las raíces de la zona para recuperar lo que se ha comido toda la vida”, explica la chef, que dirige Arte de Cozina, el restaurante más aclamado y reconocido de Antequera. Ramos sostiene que la gastronomía está hoy a merced de modas: “Antes se sabía dónde estabas por lo que comías. Ahora se come lo mismo en todos los sitios”. Por ello disfruta remarcando la identidad local a base de platos tradicionales. Entre los más singulares están la porra blanca y la de naranja, variedades del plato antequerano por excelencia: la porra, a base tomate, pan y aceite y con características muy similares al salmorejo cordobés. En el menú hay hueco para el ajoblanco de haba seca o un aguaíllo –una especie de gazpacho con agua fría, aceite, vinagre, sal y un picadillo de pepino o lechuga, que repone energías–. “Era lo que tomaba mi padre cuando volvía de trabajar en el campo”, recuerda Carmona, cuya cocina tiene una especial conexión con el pasado.

Los mantecados, el dulce más tradicional de este rincón de Andalucía, también logra la unión con tiempos pasados. Son típicos de la Navidad, pero a finales de verano su aroma inunda ya las calles del casco urbano, a medida que las fábricas comienzan su trabajo. Una de ellas es La Antequerana, con una coqueta cafetería en la que también probar otros dulces de la zona, como el bienmesabe antequerano. Tras el merecido café, toca, de nuevo, pasear. “Muchas de las antiguas casas solariegas tienen su zaguán abierto para que se pueda ver el patio interior”, recomienda Charo Carmona, que define a Antequera como “un pueblo grande o una ciudad pequeña que conserva el espíritu de un sitio tranquilo”. Los arcos del ayuntamiento son también una delicia y, a su lado, la iglesia de Los Remedios da una idea del patrimonio religioso antequerano, como la iglesia del Carmen, que para José Escalante alberga “el mejor retablo barroco de Andalucía”. No hay que perderse el monasterio de San Francisco, el más antiguo de la ciudad, ni las vistas desde la ermita de la Vera Cruz.

El Torcal de Antequera es una de las mejores excursiones en la zona y se alcanza a pocos minutos en coche. Este espacio protegido alberga singulares franjas rocosas que conforman un laberinto kárstico lleno de recovecos. Llaman la atención las formaciones con parecidos a animales, figuras humanas u objetos cotidianos, como El Tornillo, declarado monumento natural. Sorprende, además, hallar fósiles de amonites, curiosos animales marinos que vivieron aquí hace unos 400 millones de años y recuerdan que esta zona, hoy a 1.300 metros de altitud, estuvo entonces bajo el mar. Hay dos rutas fáciles de seguir. La de color verde se realiza en apenas 45 minutos. La amarilla, ocupa poco más del doble. Ambas son aptas para toda la familia. “No me canso nunca: es como trasladarse a otro planeta”, cuenta el director Centro de Visitantes Torcal Alto, Jorge Alegre, que relata que hay personas que deambulan por la zona un rato y otras que, en cambio, la recorren durante todo el día. Desde su mirador natural el atardecer es digno de redes sociales.

torcaldeantequera.com

La tranquilidad de la noche invita a caminar. Y bajo la luz de la luna y las tenues farolas, recorrer las callejuelas más antiguas de Antequera devuelve la necesaria tranquilidad. Es también una oportunidad perfecta para picotear, practicando ese tapeo tan andaluz. Junto a la colegiata de Santa María, se encuentra el restaurante Bienmesabe (Plaza de los Escribanos, 11), que ofrece platos como el revuelto de collejas con langostinos, tomate y patatas. Otro de los referentes es Arte de Tapas, establecimiento hermano de Arte de Cozina –y que, además, comparte edificio y algunos detalles de su carta–, en su carta incluye, entre otros platos, hamburguesitas de salchichón de Antequera con mollete y kétchup casero o ajoblanco de almendra marcona malagueña. En su propuesta también incorpora una línea de comida casera japonesa, ya que “mi nuera es de Osaka. Durante la pandemia lanzamos algunas propuestas de la comida casera para llevar. Y se ha quedado en la carta”, explica Charo Carmona. No muy lejos, Mesón Coso Viejo (Encarnación 5) y la Taberna El Rincón de Lola (Encarnación, 8), ofrecen deliciosos bocados para acabar la excursión por Antequera con buen sabor de boca.

Imagen: artedecozina.com

En poco más de dos horas y media se llega desde Madrid a Antequera en los trenes del servicio AVE que Renfe pone en circulación a diario entre la capital y Málaga, a poco más de 30 minutos en tren desde Antequera. Los trenes del servicio Intercity cubren también esta relación. Desde Barcelona el viaje se puede realizar en poco más de cinco horas y media en trenes AVE que realizan el trayecto hasta Málaga. Antequera está conectada, asimismo, con Sevilla, Granada y Córdoba en trenes del servicio Avant de Renfe.