Con un patrimonio repleto de pequeños tesoros únicos, la tranquila ciudad andaluza ha dejado de ser tierra de paso. Ahora, toma impulso como destino obligado también para los amantes del buen producto y los fogones con estrella.
Texto: Pacho G. Castilla
“Reforzar las defensas de Jaén tendría más bien una finalidad defensiva que solo es atribuible a Alfonso X el Sabio. Este monarca debió ser el lógico constructor del alcázar”. De esta forma se refería Juan Eslava Galán al Alcázar Nuevo, o Castillo de Santa Catalina, que, protegido por seis torres, se levanta en la cumbre de un cerro homónimo. La obra del escritor de Arjona (Jaén) ayuda a armar una ruta literaria por este territorio, que no olvida la leyenda del Lagarto de la Malena, esa bestia que acechaba a los jienenses, y cuya silueta se ha convertido en uno de los símbolos de Jaén. Santa Catalina puede ser también el punto de salida de un recorrido por una provincia que cuenta con la mayor concentración de castillos y fortalezas de Europa, mientras que, desde el cerro, se divisa una panorámica 360º del “mar de olivos” entre dos sierras (Morena y Mágina) que envuelve la ciudad.
Junto al río Guadabullón, y a escasos kilómetros de la capital, se encuentra la fértil huerta de La Guardia. Uno de sus agricultores, Francisco Jiménez Martínez ‘Fran’, vende sus productos en El Mercado A Granel, en Pegalajar, cuya charca en mitad del pueblo da el agua a esta seca zona que vive al resguardo de la Sierra Mágina. Sirve también al restaurante La Alcuza, con un Solete de la Guía Repsol, cuyos dueños son los padres de Juanjo Mesa León, chef de Radis (Tableron, 10), con una estrella Michelin. En verano, su huerta huele a tomates o pepinos; en invierno, a habas, que “necesitan frío para que se aprieten”, dice. Como seña de identidad, la aceituna de cornezuelo, “con un sabor muy peculiar” y que aquí se “aliña con tomillo y ajo”, precisa Fran. Productos que inundan el mercado de San Francisco, una de las plazas de abastos más antiguas de España.
Cerca de 300.000 olivos protegen Jaén. La inmensa mayoría de la variedad picual, con la que se elabora el aceite de la Cooperativa Ciudad de Jaén, que cuenta con más de mil pequeños oleicultores en los alrededores. Su gerente, la ingeniera agrónoma Mari Carmen Gámez, desvela cuál es la “joya de la corona” de las trece referencias que elaboran: el aceite de cosecha temprana –“recogido en el punto en el que más cantidad de aroma se puede sacar del fruto”, afirma– que este año se adelantó, ya que las altas temperaturas aceleraron la maduración. El valor añadido de un producto “tan de la ciudad” se constata en catas, visita a los olivares centenarios (experiencia gastronómica incluida) o comprobando los beneficios de la olivoterapia en un ‘spa’.
En Malak (ángel, en árabe), Javier Jurado rinde homenaje al restaurante de sus abuelos, Ángel y Angelita, Los Ángeles, poniendo en valor recetas tradicionales: de la Sierra de Segura: ‘rin ran’, ‘ajoatao’, ‘ajopringue’... “Encuentro la inspiración paseando por las aldeas y adentrándome en las casas de la gente local”. Su estrella Michelin, como la de Radis, confirma que aquí hay “gente joven con muchas ganas de mostrar todos los recursos que nos rodean”. Un camino que abrieron Bagá (Reja de la Capilla, 3), y Dama Juana (Melchor Cobo Medina, 7), ambos también con estrella.
Durante siglos, el Palacio de Villardompardo “escondió” un tesoro de la arquitectura andalusí, que hasta 1913 no se descubrió. En 1984, se restauró para convertirse en los baños árabes más extensos y mejor conservados de Europa. Hasta el 3 de febrero, tiene lugar la exposición Los Baños Árabes de Jaén: Historia de un Descubrimiento y su Restauración. 40 años Premio Europa Nostra (1984-2024), que recuerda la concesión del mayor reconocimiento internacional en conservación patrimonial. El edificio alberga el Museo de Artes y Costumbres Populares y el Museo Internacional de Arte Naïf, primer museo de España dedicado a este estilo.
La catedral de Jaén parece levitar sobre los edificios de la ciudad. Y no es una reflexión mística sino física. Quizás para dejar claro que esta construcción catedralicia concebida por Andrés de Vandelvira “tal vez sea la más armoniosa de todas las proyectadas en el siglo XVI, dentro del innovador lenguaje clasicista”, como apuntaba el catedrático de Arte Pedro Galera en el libro ‘La Catedral de Jaén’ (Ed. Lumwerg). Y puestos a reseñar de qué forma aquí convergen extraordinario ejemplos de patrimonio, conviene visitar el Museo Íbero (P.º de la Estación, 41), único en el mundo dedicado al pueblo íbero, y su “cómplice”, “vecino” y “hermano” Museo de Jaén (P.º de la Estación, 29), situado a tan solo 200 metros.
La cultura de la tapa está escrita en el ADN de los jienenses. Obvio, teniendo en cuenta que “aquí se lleva comiendo de cine desde hace muchos años”, confiesa Javier Jurado. En la obligada ruta del chef aparecen referencias como las verduras de temporada de Casa Pepe (Ctra. de Jabalcuz, 45), las cebolletas fritas de Casa Domingo (Melchor Cobo Medina, s/n), la ensaladilla de Stadium (Pza. Troyano Salaverry, 3Z) o el pescado salvaje de Bocao Vitango (Tableron, 4). Recorrido que se completa con uno de esos locales a lo que recurrir desde el desayuno hasta la “merienda”, concepto que reivindica: Panaceite (Bernabé Soriano, 1).
Desde Madrid, Renfe ofrece de ocho trenes de Media Distancia directos para viajar a Jaén de lunes a viernes: cinco los sábados y seis los domingos, en poco más de cuatro horas.
Para desplazamientos en el interior de la comunidad andaluza, la capital jienense cuenta con ocho frecuencias de media en día laborable que la conectan con Sevilla y Cádiz y un total de diez con Córdoba.