La ciudad francesa ofrece una versión romana, fascinante, con anfiteatros, murallas, templos y acueducto. Pero también otra faceta más moderna, dinámica, con gastronomía excelente e intervenciones urbanas ambiciosas que firman Norman Foster o Jean Nouvel..

 

Texto: Miquel Echarri
Fotos: Xavi Torres


 

El antiguo anfiteatro de Nîmes, hoy conocido como Arènes (Arena), fue construido por soldados de la guarnición de la remota colonia romana de Nemausus, que necesitaban un recinto donde disfrutar de sus luchas de gladiadores y combates de fieras. Tras siglos de abandono, en 1809 fue remodelado, y convertido en la que el erudito español José María Cossío consideraba una de las plazas de toros más bellas y con más solera. Este ruedo elíptico sigue albergando festejos taurinos, pero también grandes conciertos, como los de Dua Lipa, Metallica, Depeche Mode o Justice, entre otros, combates de boxeo o, incluso, la recta final de etapas de grandes vueltas ciclistas.

 

Tras un desayuno a la francesa en lugares como Bistrot Le République (3 Rue de la République) o Brasserie des Arènes (4 Boulevard des Arènes), llega la hora de asomarse al fastuoso templo romano que se dedicó al culto del emperador Augusto y que fue declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2023. Situada en un extremo del antiguo Foro, la Maison Carrée –la Casa Cuadrada– (Pl. de la Maison Carrée) es uno de los escasos edificios de la Roma imperial que se conservan intactos y, sin discusión, el mejor preservado de Francia. A lo largo de los siglos ha sido residencia consular, sede del cabildo catedralicio, establo, archivo y dependencia burocrática. Con el proyecto de remodelación del entorno del antiguo Foro, iniciado en 1988, el templo pasó a integrarse en un conjunto urbanístico coherente y armónico. Pero, sobre todo, ganó un vecino ilustre: el Carré d’Art (16 Pl. de la Maison Carrée), un espléndido edificio de hormigón, vidrio y acero construido por Norman Foster que alberga el museo de arte contemporáneo de la ciudad (con más de 500 obras de la década de 1960 a nuestros días) y su principal biblioteca pública.

 

Tras la imprescindible visita a la románica Catedral basílica de Nuestra Señora y San Castor (Pl. aux Herbes), construida a mediados del siglo XI y consagrada en 1096 por el papa Urbano II, vale la pena dejarse caer por Les Halles (5 Rue des Halles), el fragante, colorista y nutritivo mercado local, con una historia que se remonta a 1884. Allí se encuentran puestos de venta artesanales como Les Fromages de Sylvain, donde Isabel Costa, portuguesa de nacimiento, occitana de adopción, exhibe un delicioso surtido de quesos meridionales: “Nuestro queso de cabra, elaborado con leche cruda, es un genuino producto de Nîmes”, explica, “al nivel de nuestras célebres brandadas de bacalao y de las fresas locales”. A continuación, nada mejor que saciar el apetito en algún restaurante céntrico como Palosanto (Rue du Grand Couvent, 29), con su muy apetecible ‘filet mignon’, su brandada con verduras o sus opciones veganas. El chef, el argentino Ángel Laplaca, asegura que “Nîmes es una ciudad en la que se come y se vive muy bien, refinada en lo gastronómico, tranquila y relajada”. Él acudió a este rincón de la Provenza interior guiado “por el azar y la curiosidad”, y decidió quedarse: “Aquí he encontrado un hogar lejos del hogar”, afirma.

 

Llega la hora de trepar a lo alto de la colina en que está otro de los grandes vestigios de la Nîmes Romana, la Tour Magne (Place Guillaume Apollinaire). Construida en el siglo I, en un extremo de la vieja muralla, sobre los cimientos de un milenario torreón de vigilancia galo, ofrece, con sus 32 metros de altura y sus 140 extenuantes peldaños, formidables vistas del corazón de la ciudad y sus alrededores. El descenso desde la torre conduce a los Jardins de la Fontaine (26 Quai de la Fontaine), donde se encuentran el manantial que da nombre al parque y el Temple de Diane (Quai Georges Clemenceau), edificio del siglo I y hoy una hermosa, romántica ruina.


 

Mucho (y muy bueno) ofrece el Musée de la Romanité, (16 Boulevard des Arènes), fruto de un hallazgo crucial. Y es que en 2006, mientras se restauraban los alrededores del anfiteatro, se descubrieron restos de una antigua residencia aristocrática romana. Así, se construyó un edificio, diseñado por la arquitecta franco-brasileña Elizabeth de Portzamparc, que alberga las colecciones del antiguo Museo Arqueológico de Nîmes y otras que se han ido incorporando. Hoy, cuenta con más de 5.000 piezas que recogen 25 siglos de historia, todo un mundo de descubrimientos tras la espectacular fachada que Portzamparc concibió inspirándose en los pliegues de una toga romana.

 

Al este de la ciudad antigua, artistas del ‘tag’ y del aerosol semiclandestino, como Primal, Arturo Volátil, Arkane, Siou o María Corrales Orovio, han convertido las paredes de los barrios de Richelieu y Gambetta en uno de los parques de arte urbano más célebres de Europa. También algo alejados del centro, pero a una distancia que puede recorrerse a pie, está el complejo de viviendas Nemausus (2 Cr Nemausus) de Jean Nouvel, una de las muestras de arquitectura contemporánea más destacadas de la ciudad. Más lejos, en la localidad de Remoulins, encontramos el acueducto romano de Pont du Gard, que llevaba a la antigua colonia las aguas de los manantiales de Uzès. Xavier Douais, adjunto a la alcaldía de Nîmes, asegura que “esta es una ciudad orgullosa de su patrimonio romano, pero también moderna, dinámica y de una sensibilidad contemporánea. Nos hemos reinventado una y otra vez a lo largo de la historia, muy especialmente en las últimas tres o cuatro décadas”.

 

Vale la pena despedirse de la ciudad cenando en alguno de los restaurantes que hacen plena justicia a la fecunda gastronomía local. Uno de ellos es La Table Du 2 (Rue de République, 2 bis), que ofrece una reinterpretación de la tradición culinaria francesa a cargo del imaginativo chef Franck Putelat. En su carta, platos como la paleta de cordero confitada a la sémola o el arroz de la Camarga con sepia al chorizo y la emulsión de alioli. A partir de ahí, las opciones pasan por despedirse de la ciudad paseando por su centro o (¿por qué no?) acercándose a locales de ocio nocturno como Lulu Club (Curaterie, 10) o La Comédie (Jean Reboul, 28). Nîmes alarga su vida hasta la madrugada...


Renfe ofrece dos trenes directos por sentido que conectan Nîmes con Barcelona, Girona, Figueras y Perpignan. Uno de esos trenes AVE conecta la ciudad francesa, además, con Madrid, Zaragoza y Camp de Tarragona.

 

 

La circulación diaria de todos los trenes de la compañía evita al año la emisión de 4,7 millones de toneladas de CO2 y supone un ahorro energético equivalente a cerca de 1,3 millones de toneladas equivalentes de petróleo.