La capital levantina atesora un lugar icónico, alejado del bullicio y en el que todos los alicantinos se reconocen: el barrio de Santa Cruz. Un enclave único desde el que, sin renunciar a su vida pausada, la ciudad busca articular su perfil más auténtico y donde la primavera se vive de otra manera.

 

Texto: Pacho G. Castilla
Fotos: Carlos Luján

Muchas ciudades tienen su particular “área protegida”; aquel rincón especial, necesariamente con mucho encanto, que parece atrapado en el tiempo. Ahí están Montmartre, Albaicín, Trastévere, Alfama… El tesoro de Alicante apenas abarca diez estrechas y empinadas calles que se recorren a pie: el barrio de Santa Cruz o barri de Santa Creu. Situado a la ladera del castillo de Santa Bárbara, en la cumbre del monte Benacantil, ese pináculo que rompe el perfil del litoral alicantino, es el lugar al que acudir para entender dónde se encontraba el recinto amurallado que dio origen a esta ciudad. Además, es la sugerente puerta de entrada a su enclave más dinámico: el centro histórico, “el Barrio”.Hasta aquí la pura descripción. El espíritu de Santa Cruz reside en sus habitantes. Aquellos que han sabido perpetuar ese aire de “pueblo dentro de ciudad” que aún conserva; aquellos que reciben al visitante en cuanto se sienta en “el bar de toda la vida” –Rincón de Antonio (San Rafael, 15)–; aquellos que sacan la silla a la calle para disfrutar con la sana costumbre de sentarse “a la fresca”. Un barrio que acogió de la misma forma a pescadores, toreros (José Mari Manzanares, Vicente Blau Gisbert ‘El Tino’…), artistas y escritores, y que hoy atrae a no pocos visitantes extranjeros, algunos de los que deciden instalarse aquí (uno de cada tres residentes del casco histórico es foráneo), seguramente para no perder la esencia multicultural de un enclave “moro y cristiano a la vez”, como recuerda uno de los letreros de cerámica que da la bienvenida.

Mariano Ballester, albañil de 65 años, conoce bien a los “viejos” y nuevos vecinos, ya que, asegura, ha reformado “casi todas las casas” de un rincón que, considera, “de otro mundo”. “Cuando me casé me compré un piso en otra zona, pero al año regresé a Santa Cruz por tristeza: me faltaba algo”, asegura. Ahora –y siguiendo una tradición que ya frecuentó su padre, Ramón Ballester ‘El Ringui’–, se dedica cada día a mantener las más de 200 macetas con geranios, margaritas, limoneros o naranjos de uno de los puntos más turísticos del barrio, la Casita de las Macetas Azules (calle de San Antonio): su casa. No es el único que se preocupa por encalar la fachada de su vivienda y adornarla con macetas que cuidan escrupulosamente a diario en un espectáculo floral que se desborda en plena primavera, gracias a otra de las señas de identidad de Santa Cruz, las Fiestas de las Cruces de Mayo. Es entonces cuando, siguiendo una tradición cristiana que se recuperó en 1837, los vecinos del barrio adornan con claveles, gladiolos o margaritas las ventanas, paredes y balcones de sus casas, compitiendo entre ellos por elegir qué calle elabora la cruz más estética, utilizando para ello hasta 600 flores.

 

La Casita de las Macetas Azules es uno de los puntos turísticos más visitados y cuidados del icónico Barrio de Santa Cruz.

La esencia y el tesoro escondido de Alicante

 

La “Calle de las Setas” es el nombre con el que popularmente se conoce a la calle de San Francisco.

 

Justo en la plaza del Carmen (que da acceso a Santa Cruz) tuvo uno de sus primeros restaurantes quien fuera ilustre vecino del barrio, el chef Ramón Riquelme, embajador de la cocina alicantina, y fundador de Casa Riquelme (hoy regentada por su hijo, Moncho Riquelme, y ubicada en Carrer de Vázquez de Mella, 17). La familia ya no reside en el barrio, pero siguen sintiéndose vecinos. “Santa Cruz es tradición, es familia, es esencia, son mis raíces, es el corazón de Alicante”. Así lo afirma la hija de Ramón, Rocío Riquelme, asesora gastronómica, representante también de la cocina de su tierra en medio mundo, conductora del único programa de radio sobre gastronomía en la provincia, ‘Sabor Alicante’, y… costalera de ‘La Dolorosa’. Porque aquí también, en Semana Santa, tiene lugar la procesión más popular y con más fervor de la ciudad, que reúne a cerca de 250 personas que, al igual que todos los hermanos Riquelme, se encargan de llevar sus tronos. “La ciudad de Alicante ama Santa Cruz porque es nuestro tesoro”, asegura esta chef, equiparando su carácter icónico con otras señas de identidad de la ciudad, como La Explanada de España, la curiosa ‘Calle de las Setas’ o El Postiguet, “la playa de los alicantinos; la playa de San juan es la de los madrileños”, puntualiza.

La diseñadora Olga Stelmakhova en su tienda,
Ostel.

 

El Barrio de Santa Cruz fue también uno de los motivos (no el único, claro) que atrajo a la diseñadora de moda ucraniana Olga Stelmakhova, cuando, en febrero de 2022, decidió “escapar de los misiles rusos”, y aterrizar en Alicante. No fue fácil empezar aquí una vida nueva. Contó con la ayuda de algunos familiares –que “viven aquí desde hace cuatro años”– para instalarse y montar su tienda, Ostel, en “una hermosa y tranquila calle” (Cienfuegos, 2) del centro histórico donde tienes “la sensación de que siempre estás de vacaciones. Además, en Alicante hay muchos pequeños rincones donde esconderte de la multitud y estar con la única compañía de los cantos de los pájaros”. Rincones que se unen a las múltiples plazas (Quijano, Gabriel Miró, de la Santísima Faz, de Quijano, del Abad Penalva…) que salpican una ciudad concebida como una franja alargada y estrecha que siempre mira al mar porque, como diría el escritor alicantino Gabriel Miró, “está traspasada de Mediterráneo”. Un mar que ‘toma’ la ciudad y que llega a desbordar a aquellos visitantes que se deciden a explorar las múltiples entradas y recovecos que esconde el Parque de la Ereta, situado en las laderas del monte Benacantil, con unas vistas insuperables, a la vez que permite conectar los diferentes barrios.

 

Una apacible y artística ruta

El paseo por la Ereta es, sin duda, laberíntico –aunque, curiosamente, no haya pérdida alguna–, y articula también un recorrido en torno al arte y la cultura que arrancaría en Las Cigarreras (San Carlos, 78) para, rodeando el Castillo, enlazar con el Barrio de San Antón, volviendo al Casco Antiguo. Allí se encuentra el Museo de Aguas de Alicante (Plaza del Puente, s/n) y los Pozos de Garrigós, donde descubrir la historia del agua en la ciudad. El trayecto conduciría a más espacios expositivos que dan muestra de una variada oferta de ocio nocturno que aquí se mezcla con el arte, alcanzando necesariamente el Palacio del Portalet-LAB15 (Labradores, 15) el Museo de Bellas Artes Gravina MUBAG (Carrer Gravina, 13) y, por supuesto, el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante MACA (Plaza Santa María, 3), junto a la Basílica de Santa María.

El centro cultural Las Cigarreras se encuentra situado en el edificio de la que fuera Fábrica de Tabacos de Alicante.

El Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA) se ubica junto a la Basilica de Santa María, la iglesia más antigua de la ciudad.

DaGuten Escuela Gráfica de Barrio es un espacio vivo concebido como coworking artístico.

Justo en una de las esquinas de la Plaza de Santa María se encuentra DaGuten Escuela Gráfica de barrio (Villavieja, 7), que nació como cafetería e imprenta y se ha transformado en un ‘coworking’ artístico que articulan David Gil Campesino y Ester García Guixot, promotores, además, de un colectivo dedicado a la producción cultural que busca “acercar el arte a las personas más vulnerables”. “El barrio antiguo cambia de una calle a otra. Hasta la gente es completamente diferente dependiendo dónde viva”, asegura el experto en estampación manual y artesanal David Gil Campesino, un madrileño criado en Santa Pola que decidió hacer suya una ciudad experta en, sobre todo, “recibir gente”.

 

El Castillo de Santa Bárbara, en la cima del Monte Benacantil, es parada obligada para adentrarse en la historia de Alicante y ofrece, además, unas increíbles vistas del perfil de la ciudad.

 

DÓNDE COMER

Alicante acaba de estrenar Avlo a Madrid que permite aprovechar los bajos precios de este servicio Renfe y visitar la ciudad desde 7 euros por trayecto. Los dos servicios diarios por sentido se suman a las 10 frecuencias diarias de Ave y Alvia que la conectan con la capital en dos horas y media, con parada en Cuenca y Albacete. Estos trenes utilizan las dos estaciones de Madrid (Chamartín-Clara Campoamor y Atocha-Almudena Grandes) así que recomendamos comprobar el billete con atención. Alicante cuenta, además, con trenes Alvia para viajar desde Valladolid, Palencia, Santander o Gijón. En el Corredor Mediterráneo, los trenes Euromed la conectan con València, Castellón Tarragona y Barcelona.

 

En la app de dōcō, que se puede descargar en Google Play y App Store, se pueden contratar los servicios de Renfe y de Movitaxi, Reby y Karhoo, que ofrecen taxi y patinete eléctrico para complementar el viaje en tren.