Texto: Pacho G. Castilla
Foto: Remedios Valls
“Hay una ciudad de Aviñón en julio y otra diferente el resto del año”. Y así lo afirma Tiago Rodrígues, quien, desde 2021, lleva las riendas del certamen de artes escénicas más prestigioso de Europa. Con cerca de 80 años de existencia, fue otro actor, el francés Jean Vilar, quien en 1947 decidió fundar el Festival de Aviñón con el propósito de encontrar “el aire libre, el oxígeno que no encontré cuando ejercía mi profesión en París”, aseguraba. Y eligió la ciudad que en el siglo XIV compitió con el Vaticano por ser capital de la cristiandad (y donde residieron, por cierto, siete papas y dos antipapas). Un enclave que, en verano “explota”, gracias a “el evento teatral y de espectáculos en vivo más importante del mundo, tanto por la cantidad que reúne como por su calidad”, como así recuerda Véronique Baton. Esta historiadora de arte dirige Le Grenier à sel (2, Rue Rem Saint-Lazare), un antiguo almacén de sal del siglo XIV reconvertido en “centro cultural transdisciplinar, atípico y único que busca descifrar los usos de las nuevas tecnologías en el arte”, señala Baton.
Para desarrollar su actividad, Le Grenier à sel colabora con, entre otras instituciones, el Festival de Aviñón con la intención de “explorar las nuevas tendencias del teatro llamado ‘inmersivo’ y ofrecer momentos de encuentro en torno a la nueva escena digital”. También lo hace con uno de los 13 espacios que el Centre de Développement Chorégraphique National (CDCN) tiene repartidos por un país que, a finales de los 70, vivió un movimiento, la ‘Nouvelle danse française’, del que surgieron festivales de danza como Les Hivernales, que tiene lugar aquí en enero, aunque su programación alcanza también el verano, cuando el teatro desborda la ciudad. Junto al festival, el CDCN y Le Grenier à sel contribuyen a “construir el tejido cultural” de Aviñón, “un lugar inspirador, ya que es tierra de culturas, y cuenta, además, con un patrimonio increíble”, confirma Isabelle Martin Bridot, directora de Les Hivernales.
En el siglo XIV, el edificio del Musée du Petit Palais fue residencia de los arzobispos de Aviñón. Ahora acoge una increíble muestra de pintura italiana.
Fachada del Palais du Pape, el edificio gótico más grande (ocupa el espacio de cuatro catedrales) e importante de Occidente.
Una de las fotografías del festival expuestas en el Jardin des Doms, de estilo inglés, que corona el peñón del mismo nombre.
Para refrendar la importancia de su patrimonio, y no solo arquitectónico, esta coreógrafa francesa alude a lugares como la île de la Barthelasse –la isla fluvial situada en el inmenso Ródano y que cruza el icónico Pont Saint-Bénézet, del siglo XI–, o la encantadora place Saint Pierre –oculta al tráfico y (casi) a la vista, y a tan solo dos pasos de Palais des Papes, residencia de los pontífices en el XIV y “la morada más bella y fortificada del mundo”, como señaló Jean Froissart, cronista de cabecera de la Francia medieval. Aunque también menciona las calles y plazas de un centro histórico, donde resulta más que recurrente toparse con murales pintados en ventanas tapiadas de edificios del casco antiguo (sobre todo, alrededor de la Place de l’Horloge, el corazón de la ciudad). Son obra de los artistas Marion Pochy y Dominique Durand, quienes en 1986 plasmaron en ellos su visión de algunas producciones que han escrito la historia del festival de teatro.
El poso que deja este macroevento teatral en la ciudad se constata también en el Jardin des Doms, junto a la catedral de Notre-Dame des Doms, donde, coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte de Jean Vilar, se organizó una exposición fotográfica que aún se puede contemplar y que invita a recorrer también la crónica de una cita que busca “otra forma de hacer y compartir las artes escénicas. Apostamos por un teatro que quiere no solo ser espejo del mundo sino también hablar al mundo y a los fenómenos de nuestro tiempo”, define Tiago Rodrígues las intenciones del festival.
En Aviñón, en julio, la energía teatral llega a 140 espacios, “intramuros y extramuros; desde el Palais des papes hasta gimnasios”, precisa su director. Y también a dos bellísimas mansiones privadas (‘hôtels particuliers’) construidas en el XVIII por Jean-Baptiste Franque que llevan el nombre de Caumont y Montfaucon. En sus 4.500 metros cuadrados, se despliega, desde el año 2000, el museo y centro de arte de la Colección Lambert (5 Rue Violette). Con un total de 600 obras de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI que el galerista y coleccionista de arte Yvon Lambert cedió al estado francés, su actual director François Quintin busca trasladar allí su visión del museo como “un lugar en movimiento permanente. Una colección no es algo fijo. Tiene que ser un terreno de diálogo”, constata. Quintin habla también de “una relación muy estrecha” con un festival que ya es “una leyenda del teatro mundial que no solo se mezcla con la arquitectura de la ciudad” sino que se convierte en una inmensa fiesta popular: “El público del Aviñón está abierto a todo: lo más raro, lo más loco…”, prosigue Rodrígues.
“Durante el mes del festival, Aviñón se transforma con la llegada de más de un millón de personas. El ambiente es increíble. La ciudad vibra al ritmo de intercambios y debates entre artistas y visitantes”. Lo constata Cindy Chastagner, quien en 2013 abrió “la primer ‘concept store’ dedicada al ‘made in France’”: CQFD (7 rue des Trois Faucons). Bajo la premisa del consumo responsable y local (“objetos bien pensados, bien diseñados y más respetuosos con las personas y el medio ambiente”), comparte “un espacio híbrido” en Le Nid, junto al restaurante ‘healthy’ Tulipe y un centro ‘wellness’: Le Studio du Nid.
Protegido por más de 4 kms. de murallas, el centro histórico conserva la esencia de su pasado medieval.
Mural del artista Sol LeWitt. una de la 600 obras de la Colección Lambert que el galerista y coleccionista de arte Yvon Lambert cedió en 2012 al estado francés.
“Me gusta el intenso verano que vive la ciudad debido al festival pero también el lado dulce del resto del año en Aviñón”, declara Tiago Rodrígues, Después de tres años viviendo aquí, este portugués se proclama “‘avignonais’ en construcción”. “No siento que esté en el extranjero. Hay otra lengua, sí, pero son los mismos códigos”, constata. Rodrígues alude a la dinámica cultural de una ciudad de 90.000 habitantes que cuenta con siete teatros, una ópera, una orquesta y muchas compañías de teatro. “Me gusta la belleza de la región, la comida y la posibilidad de tener una relación humana que en grandes ciudades resulta mucho más difícil, pero que considero necesaria, urgente en mi vida”, proclama. Contactos más intensos que, sobre todo, disfruta en los meses en los que la ciudad vive en calma –“aunque no demasiada calma”– preparándose para rendirse a la fiebre escénica que llegará en julio.
El actor, director y dramaturgo portugués Tiago Rodrígues dirige desde 2022 el Festival de teatro de Aviñón.
Cindy Chastagner es la fundadora de la concept store CQFD, donde demuestra que es posible consumir objetos cotidianos de una manera sostenible.
François Quintin dirige el centro de arte de la Colección Lambert, abierto en 2000, coincidiendo con la declaración de Aviñón como Capital Europea de la Cultura.
Isabelle Martin-Bridot es la directora, desde 2017, de Les hivernales, un prestigioso festival de danza que cuenta con 46 años de historia.
Véronique Baton dirige Le Grenier à sel, un histórico edificio reconvertido en espacio donde convergen arte, ciencia y tecnologías.