De Orwell a Genet, sin olvidar a Cervantes, Barcelona sí tiene quien le escriba. Descubrimos la profunda huella que han dejado los libros en la Ciudad Condal de la mano de algunos de sus escritores, editores y libreros.

 

Texto: Miquel Echarri
Fotos: Flaminia Pelazzi

Recorrer Barcelona al pie de la letra, espigando sus rincones literarios, proporciona experiencias insólitas. Uno descubre lo que queda del Carmel abrupto de Juan Marsé en ‘Últimas tardes con Teresa’, las Ramblas revolucionarias en que derramó su sangre George Orwell, el Raval turbio y decrépito de Jean Genet, la isla de Maians (la Atlántida barcelonesa, tal y como la imaginó Quim Monzó), el barrio de Grácia y el Sant Gervasi íntimos de Mercè Rodoreda, el Sarrià en que García Márquez y Vargas Llosa acabaron de gestar el boom latinoamericano, la Barceloneta futurista de Joan Salvat-Papasseit...

También la Barcelona oculta del ‘Quijote’, a la que se asoma Enrique Vila-Matas, barcelonés del 48, autor de ‘El viaje vertical’ o ‘Esta bruma insensata’, que aclara que Barcelona “no es tanto una ciudad para pasear como para leerla”. “Cruzamos la plaza Sant Jaume y nos adentramos en el carrer del Call, paralelo a Ferran. En el número 14 se encontraba la antigua imprenta de Sebastián Cormellas”, el lugar en que el ‘Quijote’ “alzó los ojos y vio escrito en la puerta: ‘Aquí se imprimen libros”. En aquella imprenta, el ingenioso hidalgo tuvo noticia de que se había editado una versión apócrifa de sus aventuras “compuesta por un vecino de Tordesillas”. Hoy, explica Vila-Matas, “esa imprenta es una bisutería regentada por chinos, la bisutería Dulcinea (Call, 14)”. No hay nada allí, “y al mismo tiempo hay mucho, porque el rastro espiritual de la primera imprenta que vio Cervantes no se ha borrado”.

El escritor Enrique Vila-Matas y la librera Montse Serrano en +Bernat, espacio cultural que ofrece, además, cocina creativa.

Dos jóvenes leen sentados en las escaleras de una iglesia del barrio gótico de Barcelona.

La biblioteca de l’Ateneu Barcelonès, institución con solera ubicada en una casa señorial del siglo XVIII, Bien de Interés Cultural, en el carrer Canuda.

 

Los bares que inspiran novelas

El tipo de turismo al que se condenan, felizmente, los que exploran la Barcelona literaria, les lleva a rastrear indicios, a perseguir huellas de sus autores predilectos o lugares donde encontrar a las musas. Pedro Zarraluki, autor de novelas como ‘Un encargo difícil’ o ‘La curva del olvido’, se impregna de literatura en la Vila de Gràcia, que le ha dado siempre “la serenidad y la alegría necesarias para escribir”. También en “la Casa Estilográfica (Fontanella, 17), templo de la caligrafía, incluso de las que son tan torpes como la mía”. Y en bares, cafetines y granjas como los que acogían la tertulia itinerante “de ese hombre inolvidable que era Josep Maria Carandell, que me invitó a ellas cuando yo era jovencito y me permitió así conocer a muchos autores a los que admiraba”. También tiene un recuerdo para “la inexplicablemente desaparecida marquesina del Bar Bauma (Roger de Llúria, 124), “donde pasé cientos de horas escribiendo rodeado de señoras que tomaban el té y me miraban con amable benevolencia”.

Miqui Otero en la entrada del Bar Ramón, de Comte Borrell, un local que ha convertido en escenario de sus novelas.

Luna Miguel en un rincón del Bar del Toro, local castizo frecuentado por jóvenes escritores y artistas barceloneses.

El escritor Kiko Amat retratado en su domicilio del barrio de Eixample, el lugar desde donde escribe “sin interferencias y en pijama”.

Luna Miguel, madrileña afincada en Barcelona, autora de ‘Poesía masculina’ o ‘El funeral de Lolita’, reivindica un peculiar rincón del Raval, el Bar Toro (Sant Vicenç, 13). Entre sus cuatro paredes, Miguel suele toparse con “iconos jóvenes de la literatura y la filosofía como Alicia Valdés, Lu Barcenilla, Paulina Flores, Lionel Delgado, Daniela Demarziani, los chicos de Homo Velamine, la pintora Laia Arqueros, el cantante Alan Neil o los integrantes de Los Yolos”. Incluso cierta vez apareció en la puerta Ignacio Echevarría, albacea y amigo del chileno Roberto Bolaño, detalle que vino a confirmar “que el Bar Toro es un lugar cien por cien bolañesco”.

Por su parte, Miqui Otero, novelista, padre de ‘Simón’ o ‘La cápsula del tiempo’, encuentra literatura entre “los cactus del jardín Costa i Llobera, de la montaña de Montjuïc”, donde se siente a contemplar “el Tetris apaisado del puerto”. También lo hace en el mercadillo de libros de segunda mano de Sant Antoni, donde el estruendo de “los ruedines de los contenedores de madera repintada y hierro” de la primera hora de la mañana del domingo da paso, horas después, “al olor del vermú y las olivas al sol”. Otros lugares en que se empapa de literatura son el Bar Cèntric (Ramelleres, 27), “me gusta pensar que a Roberto Bolaño se le pudo ocurrir allí cualquier cosa, aunque fuese un chiste” o el Bar Las Delicias (Mühlberg, 1), en la carretera del Carmel, “por sus patatas bravas” y por el que fue su parroquiano más ilustre, Juan Marsé. “Ofrece, además, una vista de la ciudad muy extraña, a lo lejos, en la brecha vertical que dejan dos edificios muy altos”.

 

Plaza de George Orwell, dedicada al escritor británico, voluntario de las Brigadas Internacionales que combatieron el fascismo durante la Guerra Civil Española.

 

Lo que no se ha escrito

Joaquín Palau y Álvaro Palau Arvizu, padre, hijo y tándem que pilota la nave de la editorial de no ficción Arpa Editores, dicen que Barcelona es una ciudad de libros donde al negocio de la edición le tocó vivir “una década muy complicada” hasta el inesperado repunte pandémico de 2021. Hoy sigue gozando de “una mala salud de hierro”. Joaquín propone “la ciudad entera” como entorno literario. Puesto a hacer “un esfuerzo de parcialidad”, tira de memoria sentimental y se queda con uno de los rincones en que más y mejor ha leído, “el parque de Santa Amèlia, en Sarrià”, que frecuentaba con sus hijos y con su perra Dakota, “un personaje literario digno de Stevenson”. Álvaro se queda con el jardín de una librería, La Central del Raval (d’Elisabets, 6), con parques idóneos para leer “como la Ciutadella o lo jardines de Can Sentmenat, y también con las calles de Sarrià, donde tanto he caminado y leído.

En cuanto a Montse Serrano, gestora y propietaria de la librería +Bernat (Buenos Aires, 6), su Barcelona pasa por parques en los que devorar un buen libro “sentada en un banco, bajo la sombra de un árbol”. Lugares como “el Turó Park (Pau Casals, 19), el Laberinto de Horta (Passeig dels Castanyers, 1), el parque de Cervantes” o el muy turístico y concurrido parque Güell, que ofrece también “sus rincones de lectura”.

Por último, Kiko Amat, autor de ‘Rompepistas’ o ‘Los enemigos’, reivindica el único espacio fecundo en lo literario que concibe: “Mi casa, mi cubil”. “Un escritor debería pasar la mayor parte de su tiempo en pijama y escribiendo”. Los espacios que un civil puede considerar literarios, explica, son “para la gente del gremio un auténtico dolor de glúteos”. Ni librerías, “donde uno nunca encuentra suficiente obra propia en ‘stock’, lo que resulta terrible para el ego”, ni bares, que “están bien para ir a pegar gritos”, ni festivales. Si eres escritor, barcelonés o no, quédate en casa y escribe: “Ya dijo Flannery O’Connor que la vocación implica limitación”.

Álvaro y Joaquín Palau, rodeados de libros en la sede su empresa, Arpa Editores.

DÓNDE LEER (Y ESCRIBIR)

A Barcelona se llega desde Madrid en los trenes de los servicios AVE y Avlo. Los trenes directos emplean poco más de dos horas y media en el recorrido. Los que realizan parada alargan el tiempo de viaje en función de las estaciones (Calatayud, Zaragoza, Lleida y Camp de Tarragona) en las que se detengan.

El AVE también enlaza Barcelona con Sevilla, Málaga y Granada mientras que las ciudades del Corredor Mediterráneo cuentan con los servicios Euromed e Intercity para los desplazamientos hasta Barcelona.

Pamplona, Bilbao, Logroño o San Sebastián cuentan también con trenes de los distintos servicios de Renfe para llegar a Barcelona.

 

En la app de dōcō, que se puede descargar en Google Play y App Store, se pueden contratar los servicios de Renfe y de Movitaxi, Reby y Karhoo, que ofrecen taxi y patinete eléctrico para complementar el viaje en tren.