La capital vizcaína salió de su letargo gris hace ya unas décadas, gracias a la regeneración de esta arteria fluvial que logró transformar la ciudad. Tras la recuperación de las aguas, Marzana se ha convertido en el motor artístico de la ciudad.

 

Texto: Pacho G. Castilla
Fotos: Gonzalo Azumendi

Bilbao no tiene una sola Gran Vía que marque su pulso, tiene dos. Una de ellas –de las calles comerciales más concurridas de España– recorre la ciudad de este a oeste y lleva el nombre de Gran Vía de Don Diego López de Haro, en honor al fundador de la Villa. El noble, en el año 1300, decidió establecer un nuevo enclave urbano en los márgenes de su segunda ‘gran vía’, en este caso, fluvial: la ría del Nervión. Desde entonces, esa desembocadura, que conduce al Cantábrico, estuvo llamada a ser columna vertebral de la ciudad. Allí cultivaron, pescaron y comerciaron los habitantes de El Bocho (o “agujero”, por encontrarse hundida entre montañas) y también levantaron fábricas de hierro y acero o ubicaron astilleros. Pero la descontrolada industrialización tiñó a Bilbao de gris. La ría fue un torrente, pero de contaminación, y los bilbaínos decidieron darle la espalda... hasta que, a fines del pasado siglo, decretaron recuperar su alma.

Junto en uno de los muelles de esa ‘gran vía’ fluvial –el de Marzana–, en el año 2000 abrió su estudio el artista Ignacio Goitia. “Buscaba un espacio grande, con buena luz y lo más barato posible, y encontré una antigua chatarrería”, recuerda. La zona era un lugar en plena decadencia, pero hoy reivindica su papel como barrio artístico. “Ahora hay un nuevo público con ganas de crear cosas nuevas y enriquecer la vida cultural de la ciudad”, describe el pintor y diseñador.

Se refiere a emprendedores que “han transformado antiguos locales vacíos en bares y espacios interesantes con encanto y sin pretensión”, como es el caso de El Laterío (Arechaga, 3), Blanco y Negro (San Francisco, 10), Dando la Brasa (Arechaga, 7), Happy River (Muelle de la Merced, 4) o la terraza del Bar Marzana (Marzana, 16). Todos ellos coinciden en este particular Soho con gente del mundo del arte como Eugenia Grifero, de Aldama Fabre Gallery (Plaza de los Tres Pilares, 7), o la reconocida diseñadora de moda Miriam Ocariz, que decidió volver a sus orígenes, las Bellas Artes, y montar allí su taller (Arechaga, 9), donde estampa tejidos con dibujos propios.

Marzana, el barrio ‘arty’ de la ciudad, originó su identidad con la recuperación de la ría. Se sitúa entre el puente de San Antón (junto a la iglesia del mismo nombre) y el de la Ribera.

El museo Guggenheim, diseñado por Frank O. Gehry, incentivó la proliferación de espacios creativos en su entorno.

 

Una galería en un almacén de papelería

Ignacio Mugica y Pedro Carreras son los propietarios de la galería CarrerasMugica, ubicada en un antiguo almacén de papelería que reformó el arquitecto Juan Herreros.

Aunque si se trata de hablar de arte, y hacerlo en Bilbao, resulta obligatorio recordar una fecha: 18 de octubre de 1997. Aquel día marcó un antes y después en la ciudad. Todo ello gracias a un museo, que se instaló en una curva de, como no podía ser de otro modo, la ría y que estaba llamado a convertirse en el nuevo símbolo de la capital. “El Guggenheim permitió mostrarnos al mundo. Logró poner a Bilbao en el mapa”. Lo afirma Ignacio Mugica, propietario, junto a Pedro Carreras, de la galería CarrerasMugica (Heros, 2), dúo que, hace diez años, decidió trasladar su actividad a muy pocos metros del sinuoso museo, a un antiguo almacén de papelería. “Hoy en día, Bilbao ofrece muchas opciones para quien le interese el arte contemporáneo”, y destaca, por un lado, la proyección de nuevas generaciones de artistas (Jon Mikel Euba, Asier Mendizábal…) que “recogen la herencia de Jorge de Oteiza y Eduardo Chillida”. Pero también está la labor (léase, compromiso) institucional que, por ejemplo, provocará que “lo que va a suceder en el Museo de Bellas Artes” (Museo Plaza, 2) sea “tremendo”, en referencia al proyecto de remodelación de Norman Foster, previsto para 2024.

No es Nueva York, es Bilbao

 

El conocido como Bilbao Art District, en torno al Guggenheim, es un hervidero artístico que reúne edificios de arquitectos como el de César Pelli y esculturas como el popular Puppy, de Jeff Koons.

 

“La regeneración de la ría ha venido de la mano del arte. Antes, el entorno del Guggenheim parecía el País de Nunca Jamás, pero ahora es la zona más atractiva”. Lo constata Alexandra Wicke, portavoz de la familia propietaria del Gran Hotel Domine Bilbao (Alameda de Mazarredo, 61) y el Hotel Miró (Alameda de Mazarredo, 77). Dos establecimientos –el primero de ellos levantado en lo que fue la imprenta del abuelo de Alexandra; el segundo, en una antigua maternidad– que se inauguraron en 2002, cinco años después de la inauguración de ese Guggenheim que es “nuestra razón de ser”, reconoce Wicke. “Decidimos invertir en una zona que pedía a gritos más hoteles. Sin el museo, no habríamos desarrollado esta actividad”.

Fueron pasando los años y la zona se empezó a conocer como Bilbao Art District, debido a un aluvión de galerías de arte que remite al neoyorquino barrio de Tribeca. A ellas se suman otros espacios que invitan a perderse en dichas coordenadas, como la librería Boulandier (Juan de Ajuriaguerra, 52), Cokooncafé (Iparraguirre, 5), la floristería Ruiz de Ocenda (Heros, 18), o, bajo recomendación de Wicke, el espacio que el artista Ion Sobera (Alameda de Mazarredo, 81) abrió hace 13 años entre el Guggenheim y el Museo del Bellas Artes, donde vende sus propios diseños, además de “objetos únicos” que rescata de subastas ‘online’.


 

Una isla para el arte

“La ría es nuestra idiosincrasia”, apunta Sobera. Una esencia que acoge modernas infraestructuras y largos paseos en sus márgenes, y que ahora también alcanza a Zorrotzaurre, antigua península transformada en isla, donde ya se perfila el Bilbao del futuro. De momento, su pasado (su patrimonio) industrial es la excusa perfecta para definir propuestas culturales más alternativas, como las de La Terminal (Pintor Ignacio Zuloaga, 3), antigua fábrica de estampaciones y calderería que acoge múltiples disciplinas artísticas, o el Espacio Open (Ribera de Deusto, 70), centro cultural ubicado en la antigua fábrica de Galletas Artiach.

“Zorrotzaurre se ha convertido en la zona alternativa y bohemia que hacía falta a la ciudad de Bilbao”. Así lo considera la diseñadora de moda Leire Rodríguez, quien, en junio de 2022, presentó su Trabajo de Fin de Grado, con formato de ‘performance’, en el Espacio 600 (Pintor Ignacio Zuloaga, 4). En esta isla –donde se respira un “ambiente totalmente artístico y donde conviven creadores de todo tipo”– Leire decidió montar también su tienda-taller. “Cada vez los creadores de Bilbao tienen más visibilidad”, refrenda la diseñadora, confirmando que, para entender la creatividad y el talento de esta ciudad, resulta imprescindible estar bien atento a todo lo que sucede en los márgenes de la ría del Nervión.
 

A medio camino entre Marzana y el Bilbao Art District, Pesuade es una tienda de muebles y antigüedades que ha traído a la metrópolis vasca las más importantes marcas de moda.

DÓNDE COMER

El viaje entre Madrid y Bilbao se realiza en trenes del servicio Alvia que emplean menos de cuatro horas y media en su recorrido. También Renfe presta el servicio Alvia entre Bilbao y Barcelona, con parada en todas las estaciones del recorrido.

 

En la app de dōcō, que se puede descargar en Google Play y App Store, se pueden contratar los servicios de Renfe y de Movitaxi, Reby y Karhoo, que ofrecen taxi y patinete eléctrico para complementar el viaje en tren.