Desde hace siglos, Córdoba atesora una destacada tradición artesana y un minucioso trabajo manual. Oficios de un pasado que ahora se hacen presente, gracias a personas que han vuelto a los talleres y a dotar de modernidad a técnicas y labores ancestrales. Una muestra más de que no hay por qué cambiar lo que de por sí está bien hecho.

 

Texto: Pilar Varo
Fotos: Fernando Sendra

Meyran es toda una institución en Córdoba. Una empresa familiar dedicada al cuero y formada por ocho personas que, desde su preciosa tienda-taller, a pocos pasos de la Mezquita-Catedral, pretende rescatar y conservar la tradición de los cordobanes y guadamecíes que tuvieron fama mundial en la Edad Media. Elaboran desde hace décadas piezas decorativas, bolsos, billeteras y complementos, elaboradas con, exclusivamente, pieles naturales, curtidas y compradas en España: de cordero o cabra, en el caso de las piezas para decoración, y de vacuno, para los bolsos y carteras. Sus curtidos lo son por el método vegetal, el más tradicional y laborioso, pero también el más natural y menos contaminante, puesto que, además, son pieles de aprovechamiento. Buscan crear diseños originales y contemporáneos, aunque inspirados en las líneas del pasado árabe de la ciudad. Además, han colaborado con grandes firmas como Loewe y Dior.

Helena es nutricionista clínica, especializada en agroecología y amante de la etnobotánica. Por esa razón, el “95% de los ingredientes de nuestros productos son alimentarios”. Este enfoque “desde la cocina” y terapéutico de la cosmética se refleja en La Biznaguera, la marca que creó en 2013 para ella misma, en un intento de reducir el impacto medioambiental de los productos que necesitaba y para evitar los tóxicos en su piel. Los primeros años vendía de manera directa a través de redes agroecológicas. Hoy, el proyecto cuenta con tres personas, mantiene un laboratorio en el centro de Córdoba y ha conseguido la certificación ecológica para sus casi 40 productos: “Un aval de calidad para la clientela, pero también para nosotras, pues siempre tenemos a quién acudir en caso de duda con nuevas formulaciones”. Y todo ello apostando por los canales cortos de distribución y con cero inversión en publicidad. Cumplir lo prometido es su mejor campaña de ‘marketing’.

Hasta hace pocos años, Gema jamás pensó que su ‘hobby’ pagaría las facturas. Descubrió la cerámica estudiando bachillerato de artes, y esto “le abrió un mundo nuevo”. Cursó luego el ciclo superior de cerámica, y siguió formándose con otros alfareros, yendo a mercados de artesanía e impartiendo talleres. Pero su trabajo principal seguía siendo otro. En 2019 se dio cuenta de que no era completamente feliz con su vida, y lo apostó todo a la cerámica. Regresó a Córdoba, donde buscó un lugar en el que instalar su taller. Lo encontró cerca de la castiza Plaza del Potro. Allí crea sus piezas por encargo e imparte clases. Afirma que no necesita mucho para vivir, pero se debate entre decir que no al trabajo y guardar tiempo para ella y la incertidumbre del futuro: “Nunca sabes cuánto va a durar esto”, dice. Gema es la maestra alfarera, ceramista, fotógrafa, ‘community manager’, transportista… Disfruta estudiando la comida de los restaurantes para crearles piezas exclusivas y se muestra orgullosa de su propia evolución y de que la gente entre en su taller con una sonrisa.

María es sombrerera de segunda generación. Su padre, que conoció a su madre en la sombrerería donde él estuvo de aprendiz desde niño, abrió su propio negocio hace ya más de cuatro décadas y, aunque ahora tiene 72 años, sigue estando en la tienda porque “no sabe hacer otra cosa”. Además, los clientes lo siguen buscando. Padre e hija están mutuamente orgullosos uno de otra: él, porque ella va a continuar todo lo que él ha construido con esfuerzo y constancia: el negocio. En la sombrerería Miranda sigue haciendo los sombreros con la misma técnica que su padre aprendió, a mano, con herramientas antiguas y siempre a medida, porque “todas las cabezas son diferentes”. Lleva por estandarte el sombrero cordobés, y celebra que se vea en pasarelas internacionales y que fuera el protagonista de la colección de Dior la pasada temporada: “Lo importante es que se conozca el sombrero primero, ya luego nos conocerán a nosotros”. Dice de sus sombreros que “no los hay de mejor calidad”. En cada uno invierten una semana de trabajo, valen 220 € y duran “toda la vida, si los cuidas”.

Juan es un apasionado de su oficio: la madera. Ebanista de profesión y formación, no deja de estudiar. Actualmente cursa un grado superior en diseño de mobiliario, que será su nueva línea de negocio. Su seña de identidad son las piezas creadas con yuxtaposición de maderas, una vuelta de tuerca a la taracea tradicional, pero sin usar ningún panel como base de la creación. Utiliza para ello maderas nobles y exóticas que combina con otras autóctonas de gran calidad. A su trabajo artesanal de creación de piezas únicas, pequeñas series limitadas y mobiliario por encargo, se une su faceta como colaborador de la Escuela de Artes, donde forma a los artesanos del futuro. En su taller, bajo la premisa de “se ruega tocar”, enseña las diferentes texturas de la madera y realiza catas de aromas de madera, porque, como él dice “la madera está viva, aunque esté seca”. Quiere probar suerte también fuera de España, pero, mientras tanto, asegura sentirse satisfecho con la reacción de sus clientes al ver un trabajo bien hecho.

María es sombrerera de segunda generación. Su padre, que conoció a su madre en la sombrerería donde él estuvo de aprendiz desde niño, abrió su propio negocio hace ya más de cuatro décadas y, aunque ahora tiene 72 años, sigue estando en la tienda porque “no sabe hacer otra cosa”. Además, los clientes lo siguen buscando. Padre e hija están mutuamente orgullosos uno de otra: él, porque ella va a continuar todo lo que él ha construido con esfuerzo y constancia: el negocio. En la sombrerería Miranda sigue haciendo los sombreros con la misma técnica que su padre aprendió, a mano, con herramientas antiguas y siempre a medida, porque “todas las cabezas son diferentes”. Lleva por estandarte el sombrero cordobés, y celebra que se vea en pasarelas internacionales y que fuera el protagonista de la colección de Dior la pasada temporada: “Lo importante es que se conozca el sombrero primero, ya luego nos conocerán a nosotros”. Dice de sus sombreros que “no los hay de mejor calidad”. En cada uno invierten una semana de trabajo, valen 220 € y duran “toda la vida, si los cuidas”.

Córdoba ya era una de las ciudades españolas con más y mejores conexiones ferroviaria y ahora, además, cuenta con servicios Avlo para viajar desde Madrid, Sevilla, Málaga o Ciudad Real, desde sólo 7 euros. La Alta Velocidad al mejor precio se suma a una completa oferta de trenes Ave, Alvia o Avant que unen Córdoba no sólo con Cádiz, Granada o Huelva, sino más allá con Zaragoza, València, León o Barcelona y hasta Galicia, con enlace en Madrid.

 

En la app de dōcō, que se puede descargar en Google Play y App Store, se pueden contratar los servicios de Renfe y de Movitaxi, Reby y Karhoo, que ofrecen taxi y patinete eléctrico para complementar el viaje en tren.