Texto: Pacho G. Castilla
La historia, la vida y la identidad de una ciudad se alimentan de realidades que caminan paralelas. Aquellas que definen quienes las habitan, las interpretan, las patean… Por supuesto, también de quienes las construyen. De ahí que se hable de aquella Brasilia que concibió en 1960 Oscar Niemeyer, del París de Haussmann, el Berlín de Koolhaas, la Barcelona de Gaudí y también de aquel Madrid que ideó Antonio Palacios (1874-1945), un arquitecto de Porriño (Pontevedra) que llegó en la capital con solo 18 años para estudiar Ingeniería y Arquitectura y terminó dando la vuelta a toda una urbe.
Detalle de la escalera imperial de Casa Comercial Palazuelo. Construida entre 1919 y 1921, es uno de los primeros edificios comerciales y de oficinas que tuvo Madrid.
Exterior del Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula. Conocido como hospital de Maudes, fue inaugurado en 1916.
En la Escuela, conoció a su socio, Joaquín Otamendi. Con él, ganó en 1904 el concurso convocado para realizar, en parte de los Jardines del Buen Retiro, el Palacio de Comunicaciones o de Correos (el actual Palacio de Cibeles, sede, desde 2007, del Ayuntamiento de Madrid). Y a partir de ahí… y a lo largo de las primeras décadas del siglo XX proyectó en la capital edificios, viviendas particulares, bancos, espacios comerciales, estaciones de metro, hospitales, farolas, marquesinas, quioscos… “Antonio Palacios será quien dará el carácter cosmopolita de la arquitectura en Madrid”. Lo apunta la historiadora del arte y la fotografía Helena Pérez Gallardo, quien ha participado en un libro que analiza la historia de otro de los edificios emblemáticos del arquitecto: ‘Arquitectura de un palacio sin tiempo. El proyecto de Antonio Palacios para el Círculo de Bellas Artes’.
Muchas de aquellas construcciones ya son “icónicas”. Tanto que se convirtieron en la imagen de un moderno Madrid que se exportó al mundo: “En los inicios del siglo pasado enviar postales era una práctica que familiarizó popularmente los principales edificios y ciudades por todo el mundo. La arquitectura de Palacios apareció en las postales comercializadas por Loty, uno de los fotógrafos de arquitectura más relevantes de la primera mitad del siglo XX”, recuerda Pérez Gallardo. Y quizás eso ha permitido que, como destaca el arquitecto madrileño Álvaro Bonet: “Todo el mundo conoce a Palacios, aunque no lo sepa”.
La historiadora de arte y fotografía Helena Pérez Gallardo en el interior del que considera “uno de los símbolos de Madrid”: el Palacio de Correos, Telégrafos y Comunicaciones, actual sede del Ayuntamiento madrileño.
Álvaro Bonet en el Hospital de Maudes, una construcción que “tiene la maravillosa virtud de parecer eterno y transmitir bienestar”, según este arquitecto.
Retrato del arquitecto gallego Antonio Palacios, fotografiado en su estudio.
La cúpula central del salón de baile del Círculo de Bellas Artes.
“El edificio de Correos ya es un hito en el que se reconoce Madrid”, continúa Bonet, que mantiene la memoria de la obra del gallego en el perfil de Instagram @descubre_a_palacios. En él, revela curiosidades como los diarios de obra de este edificio, que darían “para una película o una serie que reflejara la problemática que envolvió su proceso: huelgas, dificultades debido a la Guerra Mundial, discrepancias...”. El experto apela a la necesidad de poner énfasis en detalles que no se aprecian a simple vista, como “sus osadas estructuras metálicas vistas y la rotundidad de sus materiales pétreos”.
“El Palacio de Correos es como si un trasatlántico de la modernidad hubiera atracado en el centro de Madrid”, apunta Pérez Gallardo. “En él, Palacios mezcla referencias al neoplateresco, el modernismo, la arquitectura norteamericana o la Secesión vienesa”, prosigue. Y si, gracias al arquitecto, en Madrid la vanguardia ya pudo con esta construcción llegar a buen puerto, su sociedad supo encontrar un lugar que reflejara su trascendencia con el Círculo de Bellas (Alcalá, 42). “Ese carácter de templo del arte que se levanta sobre el resto de los edificios de la calle Alcalá mantiene aún esa magnitud e influencia sobre la cultura de Madrid”, constata Pérez Gallardo.
Vista del torreón y la escultura de Minerva (de espaldas) del Círculo de Bellas Artes.
La escritora Goretti Irisarri, sobrina nieta de Antonio Palacios, en las escaleras del Círculo de Bellas Artes.
“El Círculo de Bellas Artes es mi preferido. Tiene algo de laberinto. He estado en su baile de Carnaval y el impacto estético de esos disfraces venecianos bajando las escaleras de mármol es algo que hay que ver una vez en la vida”. Lo comenta Goretti Irisarri, sobrina nieta de Antonio Palacios. Esta escritora gallega incorporó, en ‘La traductora’, la novela que escribió junto a José Gil Romero, un “cameo” de su tío abuelo. En la trama, Palacios se encuentra en el Círculo con un alto cargo nazi de la SS y discuten sobre qué es la belleza. “Queríamos oponer el imaginario de belleza de un artista a esa idea nazi de un modelo de raza aria, cuerpos y mentes sin defectos, de tecnología que esclaviza a la gente. Ideas que siguen teniendo peso en la actualidad, y Palacios era un paladín de lo contrario”, comenta. “En mi familia hay una rama genética muy clara, de la que decimos ‘Es muy Palacios’. Es una rama artística y bastante bohemia”, prosigue Goretti Irisarri. “Palacios tenía esta rama bohemia pero a la vez era un arquitecto, un hombre responsable. Una mezcla inusual, ya que es a la vez un señor serio con sombrero y un artista loco”.
Detalle de una de las gigantes columnas del Banco Español del Río de la Plata.
“El edificio de Correos ya es un hito en el que se reconoce Madrid”, continúa Bonet, que mantiene la memoria de la obra del gallego en el perfil de Instagram @descubre_a_palacios. En él, revela curiosidades como los diarios de obra de este edificio, que darían “para una película o una serie que reflejara la problemática que envolvió su proceso: huelgas, dificultades debido a la Guerra Mundial, discrepancias...”. El experto apela a la necesidad de poner énfasis en detalles que no se aprecian a simple vista, como “sus osadas estructuras metálicas vistas y la rotundidad de sus materiales pétreos”.
“El Palacio de Correos es como si un trasatlántico de la modernidad hubiera atracado en el centro de Madrid”, apunta Pérez Gallardo. “En él, Palacios mezcla referencias al neoplateresco, el modernismo, la arquitectura norteamericana o la Secesión vienesa”, prosigue. Y si, gracias al arquitecto, en Madrid la vanguardia ya pudo con esta construcción llegar a buen puerto, su sociedad supo encontrar un lugar que reflejara su trascendencia con el Círculo de Bellas (Alcalá, 42). “Ese carácter de templo del arte que se levanta sobre el resto de los edificios de la calle Alcalá mantiene aún esa magnitud e influencia sobre la cultura de Madrid”, constata Pérez Gallardo.
Fachada de la sede del Banco Mercantil e Industrial, que actualmente acoge en su interior el espacio cultural y expositivo Sala Alcalá 31.