Texto: Pacho G. Castilla
Foto: Javi Sánchez de la Viña
Las tradiciones modelan el imaginario de una ciudad, conforman su ADN, sí. En ocasiones se advierten como impuestas, hasta que se convierten en muy palpables. Es entonces cuando, de forma visceral, se hacen más propias, ayudando a perpetuarlas. Oviedo está repleta de costumbres, sobre todo gastronómicas (aunque no solo, obvio), con las que se podría armar un delicioso cuaderno de viaje. Tradiciones que se transmiten con especial orgullo (léase, cariño), y que hablan, por ejemplo, de compartir una “botellina” de sidra en algún chigre (sidrería) de la calle Gascona. Y también de degustar las moscovitas (pastas de almendra cubiertas de chocolate) de Rialto (San Francisco, 12), los bombones de Peñalba (Milicias Nacionales, 4) o los turrones (o los helados, las fechas mandan) de Diego Verdú (Cimadevilla, 7). Y de la obligatoria parada en La Paloma (Independencia, 3) para tomar el vermú y gambas a la gabardina. Y de no abandonar la ciudad sin ir a Camilo de Blas (Jovellanos, 7) para probar un pastel de nombre de carbayón.
Tan arraigadas están estas prácticas de toda la vida que, por ejemplo, “hay gente que cree que a los de Oviedo se les llama carbayones por el pastel” y no por un roble grande y vetusto (‘carbayu’). Así lo señala Paloma de Blas, en la confitería que lleva el nombre de su tatarabuelo, Camilo, y donde hace justo un siglo se “inventó” el típico dulce. De Blas dejó su carrera como química para ayudar a su padre, Juan José, con el negocio. Y así surgieron nuevos productos, pero respetando “lo que ya se ha hecho”. Además empezó el camino de la pastelería por las redes sociales, potenció el ‘delivery’, creó la Academia… Sí, la adaptación a los nuevos tiempos está dando su resultado; aunque... “me da más miedo que no haya relevo en el oficio, que mi hijo herede el negocio”, confiesa.
Catedral de San Salvador en Oviedo
Plato de Casa Lobato
La herencia es argumento constante en una ciudad donde el “Desde...” señala el poso de historia de sus negocios locales. También lo es para los tres hermanos Lobato (Antonio, Juan Luis y Marcos) que dirigen “el negocio hostelero más antiguo de la ciudad de Oviedo”, fundado en 1898: Casa Lobato (Av. de los Monumentos, 65). “Nuestro abuelo ya iba en moto a por pescado a la Rula de Cudillero en los años 50”, recuerda Marcos Lobato. “Toda una aventura para la época que resume una manera de trabajar que nuestros padres perfeccionaron y nosotros mantenemos”. Situado en la falda del monte Naranco, donde los ovetenses escapan para caminar entre muestras del prerrománico, Marcos visualiza así la apuesta gastronómica del restaurante: “Preparamos un ‘steak tartar’ de ternera asturiana en vivo, mientras ves a las vacas y sus terneros pastando”. Sí, aquí el vínculo con el territorio se potencia; también en su preocupación por rescatar “viejos clásicos de la cocina, que a la gente le encanta degustar como antaño”.
Sobre la necesidad de recuperar, aunque, en su caso, también razas autóctonas, como el Gochu asturcelta, la Pita pinta o la Cabra bermeya, habla el chef Nacho Manzano, quien acaba de recuperar para Oviedo una estrella Michelin gracias a la propuesta que presenta en el restaurante NM (Víctor Chávarri, 2), situado en el espacio gastronómico Nastura, en el Gran Bulevar El Vasco. Estrella que para el chef supone “un granito más de arena” para apuntalar la “cocina de verdad” que se practica en esta ciudad, elegida Capital Española de la Gastronomía 2024, y en una región que es “una fuente de inspiración tremenda”. “Nuestra cocina es muy local, muy arraigada, que hoy es tendencia”, prosigue este chef que no oculta haber tenido “una cultura gastronómica más escueta”, que no fue óbice para esforzarse por “sacar mucho partido a lo que me era conocido, a los productos con los que me sentía identificado”.
Se trata de hacer de la necesidad virtud. Es el mantra a seguir. Y así lo confirma David Cuerdo, quien codirige la sala de conciertos La Salvaje (Martínez Vigil, 9) y el Prestoso Fest. “Cuando eres pequeño buscas lo urbanita”, reconoce, pero “siempre he luchado por no pronunciar frases como ‘aquí no hay nada’, ‘la ciudad se me hace pequeña’…”. Gracias a ello, ha encontrado (y promovido) “otro Oviedo que se desmarca de los clichés y las frases hechas”. Una nueva ciudad “con muchas posibilidades para enriquecerte, abierta a los valores, la tolerancia, los derechos, que plantea una dualidad, un nexo entre tradición y vanguardia, y donde hasta pueden confluir dos idiomas. Hay mucha gente preocupada por recuperar el ‘asturianu’”, recalca.
Sala de exposición en el Museo de Bellas Artes de Asturias
La llegada de la Alta Velocidad a Asturias es otro estímulo. Para eso la ciudad lleva tiempo preparándose, con nuevos espacios que dan una vuelta a la Vetusta de Clarín. De la librería Matadero Uno (Pza. de Riego, 1), en el local de la antigua Ojanguren; al chigre cultural Lata de Zinc (Julián Cañedo, 4); la tienda de ropa y objetos Puru Remangu (Postigo Bajo, 1), o iniciativas como el festival de intervención mural Parees, la Noche Blanca, Link Fest, Ciudad Sonora, Arte Oviedo, SPA... Así lo afirma Mónica de Juan, propietaria de Espacio 451 (Mon, 26), una galería donde une “un diseño contemporáneo con procesos de elaboración tradicionales”. Mónica no obvia la “larga trayectoria cultural de Oviedo, centrada en manifestaciones artísticas de corte clásico”, pero también recalca que, desde hace una década, “la programación cultural se abre a otros campos de las artes más contemporáneos”.
Aunque, en toda ciudad que decide abanderar la efervescencia, el cambio suele venir de la mano de un símbolo, y en el caso de Oviedo es el Museo de Bellas Artes de Asturias (Sta. Ana, 1-3). “Ha supuesto un importante revulsivo para la modernización de la ciudad, sobre todo a raíz de la inauguración en 2015 de la primera fase del proyecto del arquitecto Francisco Mangado”, apunta Alfonso Palacio, director de esta pinacoteca, cuya ampliación “supuso la incorporación a los dos edificios históricos existentes de otro nuevo y moderno premiado en diferentes concursos de arquitectura”. El nuevo museo, con su cubierta espigada frente a la catedral, es una declaración de intenciones que define el espíritu dual de la ciudad.
Patio interior del Eurostars Hotel de la Reconquista de Oviedo.
Plaza del Paraguas.
Mercado de El Fontán.
Miradores típicos de la Calle San Antonio.
Paloma de Blas, tataranieta del fundador de la confitería Camilo de Blas.
David Cuerdo, codirector de la sala de conciertos La Salvaje.
Mónica de Juan, propietaria de Espacio 451.
El chef Nacho Manzano.
Los tres hermanos Lobato (Antonio, Juan Luis y Marcos) que dirigen Casa Lobato.
Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias.
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