El lujo de este tren se aprecia en la suite, con una confortable cama de 150 x 200 cms., además de un saloncito con televisión, ordenador y minibar.
El Transcantábrico a su paso por uno de los numerosos puentes que jalonan el recorrido, en este caso entre Gijón y Luarca.
Transcantábrico:
el elogio de la lentitud
Desde San Sebastián hasta Santiago de Compostela. Uno de los trenes más lujosos del mundo recorre la costa del norte de España en un apacible e insólito viaje. La exquisita oferta gastronómica y la atención exclusiva lo convierten en una experiencia inolvidable.
Texto: TXEMA GARCÍA CRESPO
Fotos: JAVI SÁNCHEZ DE LA VIÑA
Un libro de viajes inspiró esta maravillosa anacronía contemporánea que es el Transcantábrico. El volumen del mismo título del escritor Juan Pedro Aparicio, publicado en 1983, inspiró a la dirección de FEVE a recuperar unos vagones Pullman de hace un siglo de la antigua Compañía de los Ferrocarriles Vascongados, y hoy, 42 años después, Renfe lo ha convertido en una fascinante ruta ferroviaria a bordo de 14 coches con 14 ‘suites’ y varios salones para el ocio y el disfrute gastronómico. Un periplo de ocho días y siete noches que, según los viajeros, supera cualquier expectativa, incluido el mítico Orient Express.
El Transcantábrico no sabe de Instagram y TikTok. La parsimonia del viaje unida a un trato cordial, avalada por la profesionalidad de la tripulación de este tren turístico de lujo de Renfe, lleva a que se entable una hermosa convivencia, ajena al ruido y a las pantallas. “Los viajeros, en su mayor parte de Latinoamérica, Centro Europa, Estados Unidos o Gran Bretaña, nos llegan a ofrecer sus casas cuando dicen adiós, entre lágrimas de unos y otros”, explica Lidia Alegría, jefa de expedición del Transcántabrico desde hace cuatro años.
Para conseguir ese ambiente exclusivo, que retrotrae a otros tiempos, importa tanto el continente como el contenido. Los originales Pullman, fabricados en 1927 por la compañía británica The Leeds Forges, conservan su decoración ‘art déco’ y acogen los salones comunes, entre los que destaca el panorámico, con grandes ventanales para disfrutar del paisaje. La suave velocidad que traslada al viajero a la ‘belle époque’ lo permite. Las 14 ‘suites’ se encuentran en siete vagones modernos, que cuentan con cama de 150 x 200 cms., saloncito y baño, y el equipamiento necesario para el disfrute, incluido mueble-bar, ordenador y videoconsola.
A la izquierda, vista, desde el exterior del Transcantábrico, del vagón-pub, ubicado en una de las unidades Pullman de 1927. Abajo, en primer plano, lámpara de inspiración art-déco, que forma parte del mobiliario original del tren. En la ventana, se divisa el paisaje cuando el tren se adentra en Galicia y el recorrido tiene lugar al borde del mar.
Lidia Alegría, licenciada en Historia, es, desde hace cuatro años, jefa de expedición de El Transcantábrico Gran Lujo, uno de los trenes turísticos de lujo de Renfe.
El entretenimiento está asegurado durante todo el trayecto, con excursiones diarias y espectáculos nocturnos en el propio tren. La oferta gastronómica es elevada, desde la primera comida en San Sebastián, origen del viaje, en el hotel de cinco estrellas Costa Vasca, que concluye con una sabrosa tarta de queso Idiazabal. Después de recorrer la capital donostiarra en el autobús de lujo que complementa al ferrocarril para las excursiones que jalonan el programa de actividades, los viajeros se dirigen hasta Bilbao, en cuya Estación de la Concordia son recibidos por la tripulación al completo. Es el momento de descubrir que el verdadero destino del viaje es el propio tren. La recepción se ve animada con una copa de cava, mientras el convoy inicia pausadamente el viaje hasta Karrantza, donde se pernocta la primera noche.
Una exquisita cena (pastel de roca y pistacho, crema de porrusalda, pato confitado en su jugo y naranja, y goxua) confirma que el paisaje que recorre el tren también se “lleva” a los platos, disfrutando de la excelente gastronomía de las cuatro regiones que recorre (Euskadi, Cantabria, Asturias y Galicia), tanto en el convoy como en los restaurantes que se visitan en las principales paradas. Los camareros explican a los pasajeros esta vinculación de los menús con el territorio. “Lo que busca el viajero, sea de donde sea, es un trato personalizado, y agradecen estos comentarios gastronómicos”, explica Christofer Menes, jefe de camareros, de 45 años. “Este trabajo no se parece a ningún otro: uno de los mayores atractivos quizás sea tratar con gente de lugares tan distintos porque siempre estás aprendiendo”, añade.
El jefe de camareros Christofer Menes.
Las cocineras Nerea Fernández y Daniela Biad, que firman exquisiteces como el pulpo à lagareiro de la imagen superior.
El recorrido del Transcantábrico permite vistas exclusivas como la de Luarca al atardecer momento en el que las vías pasan sobre la localidad asturiana.
Para asentar la comida en el Hotel Costa Vasca (Pío Baroja Pasealekua, 15), nada como un delicioso paseo por los jardines del Palacio Miramar (Paseo Miraconcha, 48), donde veraneaba la reina María Cristina. Sus impresionantes vistas a la popular playa de La Concha permiten disfrutar de la bahía donostiarra.
Tras recorrer, en visita guiada, las conocidas como las Siete Calles (el casco viejo bilbaíno), los viajeros tienen la oportunidad de conocer por su cuenta el Museo Guggenheim Bilbao (Abandoibarra Etorbidea, 2), antes de subir de nuevo a bordo del Transcantábrico para proseguir el viaje a Santander.
Después de pasar buena parte de la mañana en el Hotel Balneario de la Hermida (Carretera La Hermida a Potes, s/n), por la tarde el convoy se acerca hasta la localidad cántabra de Comillas para disfrutar de La Villa Quijano, más conocida como El Capricho de Gaudí (Bo. Sobrellano, s/n), un edificio modernista que recoge la esencia del famoso arquitecto catalán.
Imprescindible la visita a la llamada Capilla Sixtina del arte paleolítico, la Neocueva de Altamira (Avenida Marcelino Sanz de Sautuola, s/n), después de recorrer este pintoresco pueblo cántabro conocido popularmente como la Villa de las Tres Mentiras.
Aquí la propuesta pasa por subir hasta Covadonga, donde se encuentra el conjunto monumental más visitado de Asturias, para disfrutar luego de un suave paseo alrededor del Lago de Enol, situado a 1.070 metros de altura.
Tras pasar la noche en Luarca (Asturias) el tren entra en tierras de Galicia, donde resultan paradas obligatorias la impresionante Playa de las Catedrales y Viveiro, reconocido por sus paradisiacas blancas playas.
Después del descanso nocturno en Viveiro (Lugo), el desayuno transcurre camino a Ferrol, donde concluye el trayecto en ferrocarril y se despiden tanto tripulación como pasaje. El viaje termina oficialmente en Santiago de Compostela, tras visitar su catedral.
Renfe permite un ahorro de 305 millones de euros en emisiones de CO2, en términos de impacto ambiental, que se podría comparar con el gasto durante un mes de tres millones de personas en la cesta de la compra.