Valladolid,
una nueva luz
arquitectónica
Esta boyante ciudad castellana floreció de manera desigual, sorteando los inciertos impulsos que marcaban las ráfagas del progreso. Hoy, se enfrenta a los avances respetando su pasado, decidida a reinventarse con edificios de vanguardia.
Texto: RAMÓN ARANGÜENA
Cúpula de la Casa del Príncipe, un edificio residencial modernista, ejemplo de la arquitectura burguesa de principios del siglo XX, que realizó el arquitecto Jerónimo Arroyo.
Exterior de la luminosa Escuela de Arte, construida en los antiguos huertos del Convento de las Carmelitas Descalzas y cuyo proyecto firma el estudio de arquitectura de Primitivo González.
Óscar Miguel Ares, arquitecto y profesor de la Escuela de Arquitectura de Valladolid, fotografiado en uno de sus edificios públicos emblemáticos: las piscinas de la localidad de Castromonte, de Tordesillas.
Ha crecido a empujones. Valladolid pasó de aldea medieval a capital de un reino tan amplio como el mundo en cinco años. Fue de 1601 a 1606 con Felipe III, gracias al pelotazo urbanístico del Duque de Lerma. Un lustro en el que saltó de 40 a 60 mil vecinos. Pero a la ciudad el sueño le duró poco, y no volvió a alcanzar esa cifra hasta la llegada del ferrocarril y la revolución industrial, a mitad del siglo XIX. Tras el nuevo impulso, palacios e iglesias de piedra convivieron con pasajes comerciales de cristal, mansiones, mercados y puentes de hierro que llevaban hasta las fábricas de harinas. Valladolid, a partir de entonces, comenzó a brillar en lo arquitectónico. “La ciudad es un organismo vivo, y Valladolid respira historia por cada una de sus piedras”, pronunció el autor vallisoletano por excelencia Miguel Delibes.
Es una ciudad que ha convivido con su arquitectura de manera sabia, adaptándose a los tiempos y a sus necesidades. Siendo práctica. Como cuando convirtió una vieja plaza de toros (plaza del Viejo Coso) en casas, gracias a Manuel Finat y Javier López de Uribe en los ochenta, siendo los palcos las viviendas y transformando el ruedo en parque con un tejo que da sombra en verano.
El sorprendente Espacio Ágora, donde el arquitecto Pablo Moreno logró transformar la antigua iglesia del Colegio El Pilar y dos patios interiores en seis entornos acogedores.
Pero Valladolid sobre todo es arquitectura señorial, de grandes casas transformadas en viviendas modernistas en la acera de Recoletos, una especie de primera línea de playa sobre los jardines del Campo Grande, antes lugar de justas medievales. “De ellos destaca la Casa del Príncipe (1906), obra del palentino Jerónimo Arroyo, llamada así porque un primo de Alfonso XIII iba allí a merendar, al estar de estudiante en la cercana Academia de Caballería”, recuerda María Martín Fernández, guía de turismo.
Y del modernismo al racionalismo, a las casas con forma de proa de barco y líneas definidas que también marcan la silueta urbana de Valladolid. A principios del siglo XX se construyeron las escuelas de la República, como el Grupo Escolar San Fernando (Padre Claret, 11), de 1932, el Matadero Municipal (Paseo Zorrilla, 101), hoy casa de cultura, o el edificio de viviendas Montero Calvo, en la calle del mismo nombre, proyectado por Jacobo Romero sobre un edificio modernista anterior. Todos los estilos arquitectónicos conviven en Valladolid.
En el último medio siglo la arquitectura ha cambiado, con un diálogo permanente entre lo contemporáneo y el pasado
Se ha adaptado a los estilos arquitectónicos de cada época, del racionalismo al modernismo
Museo de Ciencia, construido por Rafael Moneo y Enrique de Teresa sobre una antigua harinera.
A mitad del siglo pasado, Miguel Fisac creó el Instituto Núñez de Arce (Plaza del Poniente, s/n) y el Colegio de los Dominicos (Arca Real, 209), uno de los edificios más relevantes de la ciudad del último siglo. Eran los años sesenta, y el éxodo rural, y la necesidad de realizar rápidos planes urbanísticos, transformaron palacios en bloques altos sin demasiado orden. Solo la declaración de la ciudad como Conjunto Histórico Artístico en 1978 frenó un crecimiento a trompicones. Para algunos, como el arquitecto Chueca Goitia, esa declaración “llegaba demasiado tarde porque la destrucción del patrimonio histórico artístico era ya de nueve sobre diez”.
El director del Museo Herreriano, Javier Hontoria, piensa que la ciudad ha sabido unir arquitectura contemporánea con pasado.
Iglesia de San Agustín, levantada sobre un antiguo convento, es hoy sede del Archivo Histórico Municipal de Valladolid.
Con la llegada de la democracia, la ciudad superó los 300 mil vecinos, y la arquitectura cambió para tratar de dialogar con el pasado. Tal vez el mejor ejemplo es el Museo Patio Herreriano (Jorge Guillén, 6), situado en uno de los claustros de San Benito. “Juan Carlos Arnuncio y su equipo se encargaron de la rehabilitación –comenta su director Javier Hontoria–. Se hizo de forma admirable, especialmente en la Capilla de los Condes de Fuensaldaña y la impresionante biblioteca”. Para Javier, “en Valladolid la tradición arquitectónica es reconocida por su perfil histórico, como el Colegio de San Gregorio o la Universidad, pero también por el contemporáneo”.
“En la intervención en el Patio Herreriano lo contemporáneo respeta la traza histórica porque ahora hay una sensibilidad hacia la arquitectura y existe una buena colección de edificios que dialogan con la ciudad”, señala el arquitecto Óscar Miguel Ares. Entre estas construcciones se incluye el Espacio Ágora (Cañada Real, 300), de Pablo Moreno, que transforma un antiguo colegio. También el Museo de La Ciencia (Av. de Salamanca, 59), de Rafael Moneo y Enrique de Teresa, construido sobre una antigua harinera, y la Escuela de Arte (Mirabel, s/n), de Primitivo González, con un interior blanco y luminoso. Y para demostrar el diálogo con el entorno también conviene ir al polígono de San Cristóbal donde se encuentra Cortes Metalúrgicos Oviedo (CMO) de Ares, “un encargo lleno de ese discreto espíritu castellano; la empresa era desconocida pero trabajaba en la construcción del telescopio espacial Hubble”. Una demostración de ese carácter sobrio que impregna la arquitectura vallisoletana.
Cortes Metalúrgicos Oviedo (CMO), de Óscar Miguel Ares, destaca como edificio singular, en el polígono de San Cristóbal.
Del 10 al 12 de noviembre se celebra el XXI Concurso Nacional de Pinchos y Tapas y el IX Campeonato Mundial de Tapas en un lugar emblemático: la Cúpula del Milenio, una construcción semiesférica recuperada de la Expo de Zaragoza.
Inaugurado en 1882, es el mercado más antiguo de la ciudad. Un ejemplo de arquitectura del hierro inspirada en Les Halles de París. Remodelado hace una década, aquí se puede disfrutar de los mejores pinchos con un vino de la zona y hasta en terraza, si el tiempo lo permite.
Sandoval, s/n. mercadodelval.es
Esta antigua casa de labranza mantiene, con buen gusto, los muebles de la farmacia original. Al frente, Miguel Ángel de la Cruz, que recolecta los productos que cultiva en su propio jardín para ofrecer una cocina castellana de temporada con un toque rompedor.
Pza. Mayor, 2, Matapozuelos. laboticadematapozuelos.com
En la actualidad, cerca del 95% de los kilómetros que recorren los trenes de Renfe lo hacen alimentados con energía eléctrica de origen 100% renovable.