Una bandada de patos sobrevuela una laguna en Los Barruecos, ubicado en Malpartida, dentro de la Reserva de la Biosfera de Monfragüe y declarado monumento natural.
Texto: Jaime Lorite
Apenas un puñado de águilas imperiales ibéricas sobrevivían en la península ibérica hacia los años 60. Ahora, gracias a los programas de recuperación, hay en España un censo de más de 400 parejas, casi una cuarta parte de ellas en Extremadura. “Es un ave que a todo el mundo le llama la atención y viene buscando. En general, las rapaces son muy fáciles de observar en la provincia de Cáceres”, cuenta Vanessa Palacios, especialista en Turismo Ornitológico de Gestión Pública de Extremadura (GPEX). La diversidad en hábitat y características del territorio para llevar a cabo avistamientos, o ‘birdwatching’, ha hecho de Cáceres capital por antonomasia para disfrutar de una avifauna incomparable.
“La primavera es la temporada estrella, porque con la explosión de las plantas el paisaje es muy bonito. Pero en invierno también está muy bien, por la abundancia de aves migratorias que tenemos”, explica. Y pone un ejemplo imbatible: la mayor concentración de grullas que acuden de invernada a Europa se encuentra en la comunidad autónoma, con más de 130.000 ejemplares en sus tierras de mediados de octubre a mediados de febrero. “En la provincia de Cáceres hay todos los años un encuentro grullero en el embalse del Borbollón. Es una época muy bonita, porque vas por las carreteras y ves cómo cruzan, la gente va a los dormideros para verlas salir al amanecer”. Y se trata de solo una de las muchas actividades realizadas tanto por iniciativa local como por la Diputación de Cáceres, que hasta el 4 de diciembre organiza la VI Edición del Mes de Reserva de la Biosfera (tanto la del Parque Nacional de Monfragüe como la del Tajo Internacional, que va de la zona oeste de Cáceres al otro lado de la frontera portuguesa), evento entre cuyas propuestas se encuentra el avistamiento de aves combinado con la observación nocturna de estrellas.
Vistas desde lo alto del Parque Nacional de Monfragüe, al amanecer, con la humedad del río Tajo formando la niebla.
En la canción ‘Vivencias propias’, la banda extremeña Los Ganglios reivindicaba el derecho a hablar de buitres negros en las letras como parte de su patrimonio sentimental, recordando las veces que habían ido de niños a Monfragüe a observarlos en actividades con ADENEX (Asociación para la Defensa de la Naturaleza y los Recursos de Extremadura). “Hasta el logo de la Junta de Extremadura es un pájaro”, recuerda Palacios. “La gente de aquí siempre hemos estado muy vinculados y ligados a las aves”. Dentro de la reserva del Parque Nacional de Monfragüe se sitúa Malpartida de Plasencia, una de sus principales puertas de entrada. Allí está el paraje de Los Barruecos, declarado Monumento Natural, que gracias a su abundante agua es hogar de patos, águilas culebreras, ánades o milanos reales.
Colonia de buitres negros sobrevuela el río Tajo a su paso por el Mirador del Salto del Gitano en el Parque Nacional de Monfragüe.
Otros de los lugares clave para el avistamiento en la zona son los Llanos de Cáceres-Trujillo y de Alcántara, donde pueden observarse aves esteparias, o el sistema apalachense de montañas del Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, para interesados tanto en aves como en botánica, al contar con “uno de los pocos bosques de loreras de la península ibérica”, apunta la experta. “La zona norte de la provincia de Cáceres también está muy bien para ver aves de montaña”, añade, “que sorprenden siempre a la gente porque son aves que no relacionarían con Extremadura”.
Una pareja de cormoranes grandes en una laguna. Típicos de los embalses y de cualquier gran extensión de agua.
En la lista de aves imprescindibles de los visitantes a Cáceres, además de las rapaces (como son también las águilas perdiceras), abejarucos o cormoranes, se encuentra también un amplio surtido de esteparias, típicas de las zonas de cereales; por ejemplo, las avutardas, los sisones, las gangas, los milanos... No obstante, Palacios lamenta: “Son aves muy sensibles a la alteración de hábitat, por eso están en un declive brutal a nivel nacional. Se han implementado programas de recuperación y de apoyo, pero mismamente una especie que nos gusta mucho a los naturalistas, como es el aguilucho cenizo, está prácticamente desaparecida, con solo tres o cuatro parejas en los últimos censos”.
Por ello, alaba el trabajo local realizado en cuidar y preservar de aquello que se admira, para poder seguir disfrutándolo por más tiempo. En este diálogo con la naturaleza es posible conocer más sobre insectos como las libélulas o sobre la flora, tal y como se plantea a través del Orchydarium de Almaraz, con zonas de orquídea salvaje, otra combinación idónea con los avistamientos. “Preocuparse en conocer las aves ayuda a fomentar el interés”, reflexiona la experta, “y, con ello, la conciencia de la conservación”.
Un águila perdicera, haciendo lo que mejor sabe hacer ante una perdiz roja. Este rapaz se encuentra en grave retroceso en el conjunto de Europa.
Abejarucos coloridos y brillantes en la rama de un árbol, bajo la luz del sol. Son aves que migran desde África.
Cigüeñas anidando en el Monumento Natural de Los Barruecos.