La garganta Las Nogaledas, en el pueblo de Navaconcejo, una sucesión de cascadas y saltos de hasta 20 metros de altura rodeados de robles y fresnos.
Texto: Mario Suárez
En Cáceres, en vez de arena de playa hay cantos (piedras) rodados de la sierra; a las pozas se las llama piscinas naturales, y en lugar de sombrillas, uno se refugia del sol bajo robles, castaños o madroños. Los veranos en esta provincia son frescos, gracias a las muchas zonas de agua dulce que riegan los diferentes valles. “Cáceres está salpicada de gargantas, porque el Sistema Central y la Sierra de Gredos que recorren todo el norte dejan muchas corrientes de agua que en verano se convierten en piscinas naturales. También hay una apuesta clara por dotar de servicios a esos pequeños rincones para el baño. Hoy es bastante habitual que todas ellas cuenten con restaurantes, aparcamientos y zonas verdes en un entorno muy rural y cuidando interferir lo menos posible en el paisaje”, explica Vicente Pozas, periodista, guía de baja y media montaña y creador de la web andandoextremadura.com.
En Madrigal de la Vera se puede dar un baño en agua que desciende de la sierra de Gredos, bajo un puente del siglo XVIII, en la popular Garganta de Alardos.
La comarca de La Vera, al norte de la provincia, al lindar con la Sierra de Gredos y con el río Tiétar, está regada de gargantas y arroyos perfectos para el baño, además de una naturaleza prodigiosa repleta de pimentales. Desde las pozas de Jarandilla de la Vera, de fácil acceso, a las del Losar de la Vera, con el increíble Puente de Cuartos del siglo XV levantado con cantería de granito, o los charcos de la garganta Vadillo, no tan conocidos por el turista. Cerca, está Madrigal de la Vera, con su puente del siglo XVIII y hasta seis zonas de baño en la Garganta de Alardos, uno de los lugares más fotografiados de esta mancomunidad. “Las piscinas naturales más pequeñas son siempre las más tranquilas, las menos accesibles. Es el caso de El Trabuquete, un charco en la garganta de Jaranda, arriba en la sierra. Para acceder a ella, hay que caminar más o menos una hora por un sendero pedregoso, típico de montaña, pero llegar es un premio y el agua y el entorno son únicos”, explica el experto.
El agua de estas pozas es fría, procede del deshielo de las sierras, pero es también cristalina y muy limpia. “Te tiene que gustar el agua fría si piensas darte un chapuzón. Es agua que corre y se renueva constantemente, dependiendo siempre del caudal del arroyo que las alimenta”, asegura Vicente Pozas. Esto se experimenta en la Garganta de los Infiernos, dentro de una reserva natural en el Valle del Jerte, con sus conocidos Los Pilones, unas piscinas naturales de roca granítica con más de 200 millones de años de antigüedad.
Han sido elegidos como uno de los 15 lugares más sorprendentes del mundo para darse un baño, según la revista ‘National Geographic’. “Las marmitas gigantes de Los Pilones son un lugar muy visitado. Hay que dejar el coche en el Centro de Interpretación de la Garganta de los Infiernos y ascender durante 45 minutos o una hora por un magnífico bosque de robles con unas vistas envidiables que incluyen miradores o cascadas como la cola de caballo.
Llegar allí es sumergirse en un lugar único, el baño es una gozada, pero no es sencillo porque hay descender a las pozas”, explica Pozas. El calzado adecuado y algo de comida para pasar el día se hace obligatorio.
La Garganta de los Infiernos dentro de la reserva natural del Valle del Jerte, conocida por sus pilones de roca granítica.
El Chorrituelo de Ovejuela es todo un símbolo de Las Hurdes, una increíble cascada con una caída de 50 metros sobre unas pozas aptas para el baño.
El bochorno extremeño es fácil de soportar en entornos como estos. Muchas de estas zonas de baño están por encima de los mil metros de altitud y permanecen rodeadas de robles o castaños, como pasa en el Valle del Ambroz, con los Castaños del Temblar. “Estos bosques embellecen el paisaje y protegen del calor; son sierras donde no faltan grandes aves, mamíferos, anfibios o peces típicos de agua de río”, cuenta el experto.
De la Sierra de Gata a Las Hurdes, Cáceres está salpicada de piscinas naturales rodeadas de una naturaleza salvaje y poderosa. El paraje de El Chorrerón, en la localidad de Moraleja, con su cascada sobre el río Árrago, tiene, además, el reconocimiento de la Fundación Starlight, por sus magníficas condiciones para observar las estrellas. Cerca está el Parque Fluvial Feliciano Vega, una delicia acuática para pasar un día en familia. Por otro lado, la cascada de El Chorrituelo de Ovejuela es todo un símbolo de Las Hurdes, formando en su caída de 50 metros una poza de agua clara que habla de las bondades de una tierra que el propio Unamuno alabó: “Difícilmente se encontrará otra comarca más a propósito para estudiar geografía viva, dinámica, la acción erosiva de las aguas, la formación de los arribes, hoces y encañadas. Una maravilla de espectáculo a la vista […], ya desde los barrancos se cree uno encerrado lejos del mundo de los vivos que leen y escriben”.
En Losar de la Vera, el increíble Puente de Cuartos del siglo XV ofrece sombra para los bañistas.
El Monasterio de Yuste es una parada cultural obligatorio después del baño en cualquiera de las gargantas y pozas que lo rodean.
En Perales del Puerto, en el corazón de la Sierra de Gata, hay espectaculares piscinas naturales.
La garganta Las Nogaledas, en el pueblo de Navaconcejo, una sucesión de cascadas y saltos de hasta 20 metros de altura rodeados de robles y fresnos.