Apenas viven 500 personas en los 200 kilómetros cuadrados de este pequeño paraíso repleto de bosques verdes e infinidad de senderos que invita a fundirse con la naturaleza.

Apenas 500 personas viven en los 200 kilómetros cuadrados del Parque Natural de Ponga.

 

Texto: Marta Sahelices

No queda rastro del urogallo en el Parque Natural de Ponga, y eso que hasta hace no mucho presumía de ser el lugar con mayor concentración de esta emblemática especie en Asturias. “No hay ni en Ponga ni en Redes; solo algunos en Somiedo y en Fuentes del Narcea, donde la densidad es mínima”, confirma Rafael Fernández, director del parque desde 2015. Un declive que, lejos de ser aislado, afecta de manera generalizada al resto de poblaciones europeas de esta ave amenazada.

Sí existe, en cambio, en la también declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, desde el año 2018, la presencia de otras especies protegidas, como el oso pardo (tres ejemplares macho) y el lobo (cinco manadas), que comparten territorio con el jabalí, el venado, el corzo, el rebeco y la liebre del piornal. “Estas se ven muy bien por la noche o cuando está anocheciendo, con sus ojos brillando en la oscuridad de las majadas, los pastos de alta montaña. Por el día es difícil encontrarlas, porque, aparte de estar resguardadas, son muy esquivas”, asegura el ingeniero técnico forestal.

En la soledad del parque

 

A los pies del pico Tiatordos –la “montaña perfecta”–, se encuentra Abiegos, uno de los pequeños pueblos “ponguetos” de este desconocido parque del Oriente asturiano.

 

Épicos son los vuelos de las rapaces, que despliegan sus alas junto a picos como El Abedular, Tiatordos o Peña Ten, en este desconocido parque del Oriente asturiano encajado entre Picos de Europa, el Parque Natural de Redes y el Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre, en León. Una suerte de ubicación que, unida a su singular accesibilidad (únicamente por Cangas de Onís o por la carretera del desfiladero de los Beyos), hace que resista los envites de la masificación que sufren en ocasiones sus compañeros de cordillera. Tanto que, según Fernández, puedes ir un fin de semana en verano para hacer una ruta y no encontrarte con nadie. Son precisamente sus nueve rutas homologadas otro de los grandes atractivos de este parque natural, dividido en dos cuencas perfectamente diferenciadas: la del río Ponga, menos agreste, y la del río Sella, con pendientes casi verticales ideales para la escalada.

 

Senderos infinitos y el Cantábrico al fondo

El bosque de Peloño es uno de los hayedos mejor conservados de toda la Península Ibérica.

Aunque hay infinidad de senderos, Alejandra Trapote, propietaria de EnRutAsturias y guía oficial del Principado, recomienda empezar por una senda poco complicada: “La que lleva a través del bellísimo bosque de Peloño, un peculiar hayedo, de los mejor conservados de la Península Ibérica, que ha visto cambiar su paisaje durante siglos y cuyo espacio ha sido transformado y transitado por el hombre desde tiempos inmemoriales”. Mil quinientas hectáreas, de un enorme valor ecológico, plagadas de hayas, abedules, avellanos y acebos, entre los que destaca el Roblón de Bustiellos: “Un roble albar que tiene una circunferencia de ocho metros. Es impresionante. Estaba en una antigua majada y tiene piedras en la base: con el crecimiento del tronco se ha ido comiendo una cabaña”, revela Rafael Fernández.

Los montañeros experimentados encontrarán un reto en la ascensión de “la montaña perfecta”, apodo que recibe el Tiatordos. “La ruta circular que sale desde Taranes es larga y físicamente muy exigente, recorre un desnivel positivo de unos 1.600 metros, que no es poca cosa, en 17 kilómetros”, advierte Trapote. La cumbre, con su posición estratégica, se convierte en una privilegiada atalaya natural desde la que otear montañas (asturianas, leonesas y palentinas), pero también el mar, un Cantábrico que se vislumbra, concretamente la zona de Llanes y Ribadesella, desde el pico Pierzo.

 

Notas para el cuaderno de viaje...

 

El pico mediano forma parte de la rica avifauna de este parque, incluido en la Red Natural como Zona de Especial Protección Para las Aves.

El desfiladero de los Beyos, cañón fluvial de 12 km. donde 23 curvas son el preámbulo para alcanzar “el cielo”: el pueblo de Casielles.

San Juan de Beleño es un pequeño pueblo situado en plena montaña asturiana donde es habitual ver rebaños de vacas hasta caminando por la carretera.

Los trenes del servicio Alvia enlazan Madrid con las capitales asturianas a partir de 3 horas y 18 minutos. Desde cualquiera de esas capitales, Oviedo o Gijón, se puede viajar en medios alternativos hasta el parque Natural de Ponga.

 

En la app de dōcō, que se puede descargar en Google Play y App Store, se pueden contratar los servicios de Renfe y de Movitaxi, Reby y Karhoo, que ofrecen taxi y patinete eléctrico para complementar el viaje en tren.