El tesoro geológico del Prepirineo aragonés

Un entorno de gran riqueza paisajística sobresale en la provincia de Huesca. Un ecosistema único en el que confluyen cañones y barrancos tallados por el agua y el paso del tiempo.

Las pasarelas de Alquézar, uno de los pueblos más bellos de España, constituyen la manera más fácil de acceder al último tramo del cañón del río Vero.

 

Texto: Marta Sahelices

En el Parque Natural de la Sierra y los Cañones del Guara, un tritón pirenaico adormece en el agua de un arroyo a escasos metros de una de las pinturas de arte rupestre de este laberíntico museo de la Prehistoria al aire libre. Un rebaño de cabras asilvestradas pasta libre a los pies de un escalador amarrado con fuerza a la verticalidad de una pared abrupta de modelado kárstico. Entusiasmados senderistas se dejan llevar por las pasarelas de Alquézar, en un recorrido tan circular como el del quebrantahuesos que sobrevuela sus cabezas por encima del río Vero en busca de una presa. Porque este rincón protegido de más de 47.000 hectáreas, situado en el centro de la provincia de Huesca, se ha convertido en un refugio para la biodiversidad, pero también para aquellos que desean sumergirse en la inmensidad de la naturaleza más salvaje del Prepirineo aragonés. “Se trata de un entorno geológico único, con gargantas de corrientes de agua, toboganes, saltos y, sobre todo, paisajes increíbles metidos entre paredes de roca; un mundo mineral al que no está acostumbrada una persona normal y que solamente se puede descubrir si haces barranquismo”, explica Eduardo Recio, presidente de la Asociación de Guías de la Sierra de Guara.

Las leyendas de la montaña

Es, precisamente, la intrincada red de cañones y barrancos, esculpida por millones de años de erosión hídrica, la característica más sobresaliente del parque oscense, cuya arquitectura natural esconde otros tesoros geológicos. Entre ellos, figuran los mallos de Ligüerri, formaciones rocosas de punta redonda perfectas para observar aves rapaces como el buitre leonado; las ventanas del Mascún, el paraíso de la escalada deportiva en Rodellar que destaca por sus grandes bóvedas y desplomes y alberga la famosa vía apodada “el delfín” por su increíble similitud con este animal, y el salto de Roldán, formado por dos enormes moles de conglomerados separadas por el río Flumen. “Es un desfiladero muy grande entre la Peña de San Miguel y la Peña Amán. Cuenta la leyenda que se veía una bruja con un pie a cada lado, en cada una de las montañas, con los dedos metidos en el desfiladero que queda en medio, y desde allí tejía sus fechorías”, desvela Recio, guía profesional y gerente de la empresa local Rumbo Aventura. Otra historia narra la huida del caballero de Roldán, quien, para escapar de los musulmanes, pasó de un lado a otro a lomos de su caballo en un improbable salto ecuestre de casi medio kilómetro de distancia.

El cañón de Mascún es un bello paisaje erosionado. Uno de los arcos naturales de la roca tiene forma de delfín.

El Salto de Roldán es un lugar de leyenda. Una de ellas asegura que aquí se pueden ver las huellas de los cascos del caballo alado del guerrero Roldán, yerno de Carlomagno.

 

Los colores de la sierra

Puente de Fuendebaños en la sierra de Guara.

Colinas, grutas, simas y cavidades subterráneas con estalactitas y estalagmitas permanecen al abrigo de una vegetación compuesta en su mayoría por matorrales y bosques de pinos, robles y encinas, algunas de ellas monumentales, como la milenaria carrasca de Lecina, recogida en el Inventario de Árboles Singulares de Aragón. Además, en esta encrucijada climática, que se balancea entre los ambientes frescos y húmedos del norte y los más cálidos y áridos del sur, crecen plantas tan singulares como el labiérnago, la corona del rey o el erizón, que coloniza y tiñe el parque de color amarillo cuando florece en junio.

Es otro color, el azul turquesa de sus piscinas naturales, uno de sus mayores reclamos cuando llega el buen tiempo: la formada en el salto de Bierge es un azul artificial –habilitado para el baño– que se encarga de embalsar las aguas del río Alcanadre. También lo es su extensa red de senderos para todos los niveles, con rutas suaves para los menos experimentados, como la caminata que lleva hasta las Fuentes de la Tamara y sus aguas de color verde esmeralda, y desafiantes travesías solo aptas para excursionistas expertos, como las que conducen a la cima del Tozal de Guara, la cumbre más elevada de la sierra con sus 2.077 metros sobre el nivel del mar. “En el Parque Natural de la Sierra y los Cañones del Guara hay opciones para todo el mundo, desde los cinco años en adelante. Todo dependerá de las condiciones de resistencia física de cada uno. Unos barrancos son más largos, más físicos, pero hay otros menos exigentes, perfectos para hacer en familia”, concluye Eduardo Recio.

 

Notas para el cuaderno de viaje...

 

Los mallos de Vadiello o Ligüerri están dominados por los monolitos la Mitra y el Puro.

El auténtico “rey del parque” es el buitre leonado (Gyps fulvus), la rapaz más abundante de la sierra de Guara.

En el abrigo de Chimiachas destaca la figura rupestre de un ciervo, uno de los ejemplares más destacados del Arte Levantino aragonés.

El cañón del rio Formiga es un lugar perfecto para quienes decidan iniciarse en el barranquismo en la zona.

Cada día un tren directo del servicio AVE circula a diario, por sentido, entre Madrid y Huesca. El viaje entre ambas capitales se puede realizar, asimismo, combinando trenes AVE hasta o desde Zaragoza, con otros de Media Distancia que circulan entre Zaragoza y Huesca. Esta opción es válida asimismo para los viajes desde o hasta Barcelona.

 

En la app de dōcō, que se puede descargar en Google Play y App Store, se pueden contratar los servicios de Renfe y de Movitaxi, Reby y Karhoo, que ofrecen taxi y patinete eléctrico para complementar el viaje en tren.