Sierras Subbéticas de Córdoba, donde un mar creó paisajes únicos

VISITAR ESTE PARQUE NATURAL ES HACER UN RECORRIDO DE MÁS DE 200 MILLONES DE AÑOS ENTRE GRUTAS, SIMAS Y DOLINAS. BAJO SUS CUMBRES CRECEN, ADEMÁS, GRAN VARIEDAD DE PLANTAS HERBÁCEAS, ALGUNAS ENDÉMICAS DE ESTAS SIERRAS Y EN PELIGRO DE EXTINCIÓN.

Texto: Rosa Alvares

 

Cuando visitó la Subbética cordobesa por primera vez, allá por 1988, José Aumente Rubio (biólogo y premio Chico Mendes a la Protección del Medio Ambiente) se sorprendió por un perfil vigoroso que le conectó de inmediato con su programa favorito de la niñez, El hombre y la Tierra. “Ante mí se mostraban cárcavas y cañones calizos como los que aparecían en los documentales de mi héroe de infancia, Félix Rodríguez de la Fuente. La vegetación y la fauna también eran diferentes y, si a eso le unimos las espléndidas panorámicas que podía divisar desde sus alturas y la belleza de esos pueblos blancos donde había gente que vivía como en otra época, es fácil comprender que me enamorara de esta comarca”.

Desde entonces, las cosas han cambiado: ya no se ven burros con alforjas cargadas tras una dura jornada de trabajo en la sierra; en los caminos hay letreros que indican el pueblo más próximo, y cada vez más senderistas recorren sus sendas. Sin embargo, ese olor a tomillo que lo impregnaba todo y la maravilla de una zona de altísimo valor ecológico permanecen inalterables. El Parque Natural Sierras Subbéticas es el más original espacio natural cordobés. “Donde debía haber tierras de labranza aparecen muros de caliza que separan y unen sendas y valles. Cortantes lapiaces resaltan entre los pastizales de dolinas y navas”, explica Aumente. “Por estas asperezas campan las últimas cabras montesas de la provincia y su cielo es sobrevolado por rapaces difíciles de encontrar en otros lugares, como águilas reales y halcones peregrinos”. Después de muchos siglos de transformación, el primitivo paisaje mediterráneo casi ha desaparecido, tragado por la necesidad de tierras cultivables y pastos. “Según avanzamos hacia el sur, aparecen olivares y algún retazo de matorral. Y en plena Sierra Subbética nos sorprenderán restos de lo que fue una colosal selva de árboles esclerófilos. Porque, sin previo aviso, la tierra se disloca hasta formar un singular manto de cerros que dificultan el cultivo, impidiendo así que hasta allí haya llegado el destructor vuelo del hacha”, cuenta el biólogo.

UN VIAJE JURÁSICO

Recorrer la Subbética es emprender un viaje de más de 200 millones de años de antigüedad, como explica el experto: “Los materiales de estas tierras fueron sedimentados desde el Triásico hasta el Paleoceno y anárquicamente levantados durante la orogenia alpina. En cierto modo, en las entrañas de estas tierras duerme el mar de Tetis, que bañó esta zona al principio de los tiempos. Porque hace millones de años, estos mismos olivos y encinas eran fondo de algas y corales que hoy son rocas, y los animales que no pudieron marchar se quedaron para siempre convertidos en fósiles”.

Grutas, simas, dolinas… Los paisajes kársticos son una peculiaridad de las Sierras Subbéticas. Dentro del Parque Natural, la sierra de Cabra reúne espacios reconocidos como auténticos monumentos geológicos, como el lapiaz de Los Lanchares, el poldjé de La Nava y la sima de Cabra.

Pero también se muestran parajes más humanizados, como el Pasillo de Carcabuey, presidido por olivares donde la vegetación natural queda reducida a los picos de máxima altitud. El agrupamiento montañoso más elevado y áspero del Subbético cordobés lo constituyen las sierras de Rute y Horconera, siendo esta última la que más fama acapara. “Solo alguna que otra encina se atreve a desafiar su aridez extrema. Por el contrario, aulagas y piornos son los reyes de estas cumbres, refugio de una avifauna sumamente interesante, desde la pequeña collalba negra o el colirrojo tizón, hasta las grandes águilas reales y buitres leonados, pasando por otras de mediano tamaño, como grajillas y chovas piquirrojas.

Una gran variedad de plantas herbáceas se asienta sobre la escasa tierra que cubre las numerosas oquedades de la roca caliza, algunas endémicas de estas sierras y en peligro de extinción, como el narcisus bugei, emblema del parque natural”.

Los orígenes geológicos de la Subbética se remontan más de 200 millones de años atrás, de ahí la proliferación de fósiles, entre otros, de ammonite.

DE MURCIÉLAGOS, FLORA Y HOMBRES

Hablando de la fauna de la zona, en Zuheros existe una de las especies animales que suscitan más curiosidad, los murciélagos: “Dentro del Parque Natural se han catalogado más de 60 cavidades, muchas con restos arqueológicos de importancia, como las cuevas de Los Cholones, de Los Mármoles y del Tocino. Pero la más interesante es la cueva de Los Murciélagos, uno de los yacimientos neolíticos más importantes de Andalucía y el primero en encontrarse arte del paleolítico superior en nuestra comunidad, además de ser (hasta la reciente apertura de la cueva del Yeso en Baena) la única cueva acondicionada para el turismo en la provincia de Córdoba. Posee corredores y salas de gran belleza, con estalactitas, estalagmitas, pequeños lagos y columnas”.

 

La cueva de Los Murciélagos, con sus galerías llenas de estalactitas y estalagmitas, se convierte en uno de los sitios favoritos de los visitantes.

 

La Subbética no es solo paisaje salvaje, como recuerda José Aumente: “Los cerros son asaltados por pueblos de blancura deslumbrante, regados por caudalosos arroyos que nacen en un sinfín de manantiales. Tierras pobres cuyos habitantes, sin embargo, se esforzaron en limpiar de árboles para meter el monte en labor; así fue cambiando el paisaje, hasta llegar a las laderas cuadriculadas de olivos que hoy lo dominan.

Pero en el corazón del Parque Natural encontramos otro cultivo seminatural, el membrillo, que ocupa bordes de ríos y acequias. Bajo los membrilleros crecen plantas como ranúnculos, lirios y equisetos. En la orilla fluvial encontramos, además, nogales, álamos y fresnos. Un rico ecosistema que constituye el refugio de animales como ruiseñores y oropéndolas, turones y comadrejas, o el raro musgaño de Cabrera”. Esta riqueza ecológica, por suerte, ha logrado salvaguardarse en la Subbética. “Y es que, como decía el naturalista Joaquín Araujo, la mayoría de los paisajes que hoy se borran para siempre del mapa, de la memoria y del disfrute estético, fueron puestos ahí por un milenario quehacer de la naturaleza y de sus inquilinos, que armonizaban con su entorno y que siempre lo miraron como un patrimonio legado del pasado para transmitir a futuras generaciones”.

 

Córdoba es una de las ciudades españolas con más y mejores conexiones ferroviarias. A los 30 trenes diarios por sentido que unen Madrid y Córdoba en una hora y 45 minutos, se suman 37 trenes al día con Sevilla, 19 con Málaga, nueve con Cádiz, cinco con Barcelona y Zaragoza y dos con València.