Talavera de la Reina reúne muchos atractivos para el viajero: desde su tradicional y reconocida cerámica a un gran legado arquitectónico y cultural con el río Tajo como testigo.
La Basílica del Prado, junto a la histórica plaza de toros, es el templo más querido por los talaveranos. © Antonio Urdiales Camacho
La milenaria ciudad de Talavera de la Reina (Toledo) es mundialmente conocida por su cerámica, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2019. Sin embargo, esta localidad castellano-manchega, entre Madrid y Extremadura, guarda multitud de atractivos de todo tipo, que hacen las delicias de cualquier visitante.
Talavera es acogedora y abierta que, por su tradición ferial y su papel como nudo de comunicaciones, ha desarrollado una marcada personalidad e idiosincrasia, fruto del mestizaje de los pueblos y culturas que han pasado por esta orilla del río Tajo.
La cerámica de Talavera tiene un origen tan remoto que se han hallado restos desde el Neolítico. Romanos y árabes dejaron su impronta, pero fue a partir del siglo XVI cuando Talavera despuntó internacionalmente en el ámbito de la azulejería. Hoy en día, se pueden visitar numerosos talleres donde aprender el proceso del barro, desde su modelado hasta el esmaltado y la pintura. Imprescindible visitar el Museo Ruiz de Luna, enclavado en pleno casco antiguo, en un edificio barroco del siglo XVI. También es recomendable recorrer sus calles y realizar rutas como la de los Murales o la de la Celestina.
El patrimonio histórico-artístico de Talavera es el tercero más importante de Castilla-La Mancha, tras Toledo y Cuenca. En la Plaza del Pan, rodeada de edificios señoriales, palacios renacentistas y el antiguo Hospital de la Misericordia, hoy convertido en el Centro Cultural Rafael Morales —donde se conservan restos de una domus romana y el foro de Caesarobriga—, destaca la inmensa y hermosa Colegiata de Santa María la Mayor, del siglo XIII, con su claustro y su torre posterior de estilo barroco.
Altar de la Colegiata de Santa María la Mayor.
El mural de los pescadores con Santa Catalina al fondo.
Otros imprescindibles de la ciudad son las iglesias de San Prudencio, Santiago, El Salvador y las grandes murallas de Talavera, construidas sobre bases romanas, árabes y cristianas, que la convirtieron en una de las ciudades mejor fortificadas del Emirato de Córdoba y posteriormente de Castilla.
Sin duda, es visita obligada la Basílica del Prado, llamada por el rey Felipe II “La reina de las ermitas” y considerada como la Capilla Sixtina de la cerámica, en alusión a la actividad alfarera de la ciudad. Este templo, el más querido por los talaveranos,
se encuentra en los jardines históricos del Prado.
Las callejuelas del casco antiguo dan paso a preciosas plazas abiertas donde, desde hace unos años, ha surgido una incipiente actividad hostelera con decenas de bares, restaurantes y locales nocturnos donde disfrutar tras haberse empapado de arte y cultura. Gracias a chefs como Carlos Maldonado y su restaurante Raíces, Talavera se ha convertido en un referente de la alta cocina española. Junto a este restaurante con estrella Michelin existen otros de gran calidad donde degustar platos típicos de Talavera, como las carillas, su suculenta caza, asados y productos de la huerta.
No podemos abandonar Talavera sin pasear junto a su río Tajo, donde destacan sus majestuosos puentes, como el de hierro (siglo XIX), el atirantado —el más alto de España— y, por supuesto, el puente viejo o romano, que será restaurado próximamente tras su colapso durante las lluvias de este año. El río acoge también en sus orillas grandes parques, espacios verdes y deportivos, islas de follaje exuberante y un entorno perfecto para practicar deportes acuáticos como el piragüismo.
El puente viejo o romano. © Luis Castaño León
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