Texto: MARTA DOMÍNGUEZ
Avenida Diagonal, 205.
Vestíbulo mediterráneo, piscina en azotea, taquería, terraza con pizzas al estilo Detroit, vistas a la Sagrada Familia, luz a raudales, la playa a tiro de piedra. Y, aun así, lo mejor de este hotel es su servicio ‘flexy time’, que ofrece adaptabilidad en la entrada y salida.
Ciutat de Granada, 130.
Al Poblenou le faltaba un lugar con cocina tradicional a un precio popular. Rafa Zafra, chef con olfato, aprovechó el denso tejido comunitario de la zona –lleno de estudiantes, ejecutivos, trabajadores y turistas– para ensayar una propuesta que rondase los 20 euros. Lo mejor llega con los guisos tradicionales de cuchara con fondos muy trabajados y muchos otros detalles que puntúan: servilletas bordadas, buen café, pastelería casera y producto fresquísimo, asegurado por la gran rotación de clientes.
Ramón Turró, 147.
La boutique parte de un lienzo en blanco diseñado por Arquitectura G y su premisa es clara: ofrecer objetos de diseño para visibilizar a marcas emergentes. Las plataformas de Paloma Barceló, los jarrones-escultura de Vanessa Mitrani o los pendientes de Elena Estaun conviven entre lo funcional y lo extravagante.
Pere IV, 240.
La chef crudivegana Lorena Salas aparcó la ingeniería en 2016 y decidió desarrollar una pastelería libre de procesados y respetuosa con el medioambiente. Trufas, ‘brownies’, galletas y bizcochos tan hedonistas como sanos. Ella los llama “dulces sin culpa”. La estrella es la tarta de polenta y naranja sanguina de València.