Texto: Marta Domínguez
Aribau, 226.
Este club privado fue fundado por Natalia Batlle, Liana Grieg y Eva Vila-Massanas como un sistema de apoyo entre profesionales y madres de todas las edades y orígenes. Su objetivo fue dar forma a un espacio de encuentro creado por mujeres para mujeres, donde importan la vocación, la salud, la psicología, la nutrición y la conciliación familiar. El rediseño de BCA Arquitectura y The Room Studio luce en las diferentes plantas del edificio histórico (una antigua fábrica de harina de 1.400 m2) en el que se pueden hacer reuniones laborales, una clase de yoga, defensa personal o barre, o un desayuno en el Juno Café.
París, 186.
En esta legendaria coctelería barcelonesa, con Francesc Bretau y su equipo al frente, tienen combinados que rinden homenaje a cuadros del Bosco, Goya o Caravaggio (este último, por ejemplo, con ginebra, lima, soda y absenta). Las influencias de la carta de bebidas van de la elegante vieja Europa hasta el Caribe o la Polinesia kitsch. También se puede improvisar y pedir un cóctel a medida, con alcohol o —cada vez más habitual— sin él. Bretau es uno de esos bartenders a la vieja usanza, observador y discretísimo, forjado en Bocaccio, Maddox, Zeleste, Mirablau o el Ritz. El Slow acoge catas y conciertos nocturnos los viernes y sábados.
Avenida Diagonal, 594.
Cada tienda de la icónica marca australiana quiere ser parte del barrio donde aterriza, y no hay mejor modo de integrarse en el distrito que con un interiorismo que cuente una historia local. Mesura Studio contactó a la familia de maestros canteros Barbany, con más de un siglo de experiencia en edificios y monumentos. Les pidieron restos de roca de demoliciones. Setenta y ocho fragmentos de piedra de Montjuïc, extraída de la montaña homónima, acabaron en la nueva boutique. El resultado es un puzzle neoclásico, una arqueología del azar que ha dado una nueva vida a piezas que dormían olvidadas.
Còrsega, 289.
Madera, silencio y jardín. Este hotel urbano huye de la algarabía y propone rincones calmados que propician la charla. El chef Fran López desarrolla la cocina marinera del Delta de l’Ebre en una propuesta gastronómica reconocida con una estrella Michelin desde 2016, y certificación kosher. La piscina de la terraza —desde allí se ven las manzanas del Eixample ideado por Ildefons Cerdà— está abierta todo el año. Y un detalle sutil de culto a la belleza: el prestigioso ceramista Antoni Cumella grabó en el gran mural cerámico de la planta baja una textura basada en Las cuatro estaciones de Vivaldi reinterpretadas por Max Richter.