Texto: Marta Domínguez
Rec Comtal, 17
Este diáfano restaurante de cocina de mercado toma su nombre de las casas de comidas vienesas (o ‘figlmüller’); así que la coherencia exigía incluir en el menú el festivo ‘schnitzel’, un filete empanado dorado y crujiente que el chef Nino Redruello remata con huevo a baja temperatura y trufa (“el escalope le gusta a todo el mundo porque nos remite a la infancia”, asegura). La otra estrella de la carta es la tarta de queso, una de las más afamadas de la ciudad, con queso azul e Idiazábal.
Agullers, 7.
Ninguna petición –por raro que sea el vino, el champán, el sake o el ‘whisky’– sorprende al equipo de Vila Viniteca, con gran experiencia en el sector, un catálogo de 7.500 referencias y un criterio sólido y siempre dispuesto a ayudar. Al lado, su histórica tienda ‘gourmet’ (La Teca, también fundada en 1932) vende conservas, embutidos, aceite, panes y quesos –más de 300 que afinan personalmente. La quinta generación que ahora regenta este templo del vino y la gastronomía está implicada en diferentes proyectos vitícolas de algunos de los bodegueros españoles más reconocidos internacionalmente.
Montcada, 25.
La concept store de un museo de arte contemporáneo que expone a Warhol, Basquiat, Yayoi Kusama o Haring tenía que estar estéticamente a la altura. La firman el diseñador Isern Serra y Six N. Five, el estudio de arte digital de Ezequiel Pini. La tienda contiene elementos característicos de la estética del metaverso, formas orgánicas y arcos en un espacio pulcro y surrealista. Los objetos en exposición –‘toys’ de Kaws, esculturas, publicaciones...– convivirán con la futura compra de piezas NFT.
Lluís el Piadós, 4.
Tres principios rigen la ética de trabajo de la ceramista Miriam Cernuda, originaria de la Costa Brava: la sencillez mediterránea, la fiabilidad de los procesos tradicionales y la emoción en cada pieza. Su proceso creativo comienza con la selección de productos naturales de calidad (barro blanco, terracota, gres, arenisca moteada...); continúa en el torno cerámico, y acaba dos semanas después, cuando termina el proceso de secado y esmaltado sin plomo. “Quiero acercar los materiales de la tierra a lo cotidiano, crear objetos sencillos pero bellos, vajillas para disfrutar cada día”, afirma.
Argenteria, 59.
En la última década se han escrito muchas páginas sobre el café, pero la confederación de amantes del té sabemos que la bebida más exquisita, sutil e historiada es la nuestra. Todo lo que rodea al ritual es refinamiento puro: la porcelana y la plata, las teteras, las urnas para guardar las latas, las mesas de palisandro. En esta boutique especializada tienen los mejores tés del mundo — blanco, oolong, pu erh, earl grey, chai, matcha—, orgánicos y biodinámicos, venidos de todos los rincones del planeta: Japón, Darjeeling, Malawi, Ruanda, Nepal...
Espaseria, 1.
Fulgencio Ramo creó su fábrica de gafas en los cincuenta. Su nieto David Pellicer recoge la sabiduría del oficio y añade un toque de irreverencia: «Barcelona es parte de nuestra identidad como ciudad innovadora y abierta al mundo.» El objetivo, una marca aliada con la cultura. Su sello de estilo son los colores vivos y las formas pop en materiales de máxima calidad: cristal mineral de Barberini y acetato de Mazzuchelli. Su fundación tiene un compromiso sostenible que huye del palabrerío y aboga por acciones concretas como la eliminación del plástico.
Argenteria, 37.
El histórico Senyor Parellada —un clásico que cerró por jubilación— ha dado paso a Carmina, que respeta el legado de su predecesor y se define como una fonda de cocina tradicional catalana: escudella, fricandó, ceps, suquets. La sala se organiza en torno al patio central acristalado, desbordado de plantas y con las puertas originales restauradas. Al frente encontramos a la empresaria Isabella Heseltine, que cambió Roma por Barcelona hace más de tres décadas y ha apostado por mezclar lo mejor de estas dos culturas mediterráneas.
Avenida de Francesc Cambó, 14.
A estas alturas, ¿qué puede ofrecer un hotel para sorprender a un viajero experimentado? Quizá se trate precisamente de eso, de evitar experimentos raros y ofrendar lo que siempre funcionó: la buena educación, la pulcritud, el cuidado de la luz, la localización perfecta, las vistas fabulosas, el interiorismo elegante (lo firma Lázaro Rosa-Violán), salas silenciosas donde leer. Si uno hace bien todo eso ya lo tiene todo a favor. Luego están los detalles, como las fotografías de Biarnés, Colita, Miserachs y Maspons que acompañan en el bar.
Mirallers, 5.
Esto no es una coctelería corriente. En este laboratorio de la mezcla hay alambiques, un rotavapor, una batidora manual y recipientes de cerámica donde los dueños elaboran sus propios destilados, maceraciones y fermentados. También emplean una barrica, que aporta a los tragos el dulzor de la uva pasificada. Suena complejo, pero el resultado es sencillo: un cóctel clásico de la mejor calidad posible. Su versión del ‘gintonic’ (con ginebra de la casa) incluye sirope de albahaca, eneldo, lima y manzanilla.
Agullers, 7.
Esta tienda ‘gourmet’, llamada popularmente La Teca, tiene el aval histórico de su vecina tienda de vinos. Su selección despierta alegría de vivir: dan ganas de montar una comida con muchos amigos solo para llenar la mesa de conservas, embutidos, aceite, panes y quesos (entre los 350 que tienen para elegir y afinan personalmente). Se fundó en 1932 como una tienda de ultramarinos que vendía fruta, miel, licores y jamones, y conserva el encanto del antiguo colmado. El espacio dispone de una zona degustación donde dejarse aconsejar con los maridajes.
Rera Palau, 2.
Tres fuerzas creativas de Barcelona unen su talento en este ‘showroom’: el diseñador industrial Alfredo López y su firma de muebles Owl, el trabajo artesano en piel de Iriarte Iriarte y la directora de arte Carolina Spencer con su proyecto Matagalán, dedicado al universo floral. En el espacio, que han bautizado como la tienda que hace un siglo estaba allí, pueden comprarse sus productos —bolsos, jarrones hechos a mano, mesitas, el icónico otomán Pepino firmado por Owl— y también pedir encargos a medida.
Montcada, 25.
Andy Warhol, Basquiat, Salvador Dalí, Hirst, Kusama, Haring, KAWS, LaChapelle, Murakami... la selección de nombres de este nuevo centro de arte es impresionante. Sus fundadores, los empresarios Lionel y Kim Logchies, quieren presentar el arte al ciudadano de un modo accesible y crítico. “Utilizamos el poder del discurso para desafiar la norma, defender la verdad, abrir las mentes y cuestionar el mundo que nos rodea”, aseguran. Ubicado en el Palacio Cervelló, un edificio gótico del siglo XV, está hermanado con otro museo en Ámsterdam.