Texto: Marta Domínguez
Enric Granados, 118.
Este equipo de zapateros artesanos (trabajan el ‘ready to wear’ y también los crean a medida desde cero) se estableció en el barrio en el año 2009, y defiende un modo de trabajar pausado, riguroso y perfeccionista. Cada par de zapatos requiere de unas 150 horas. Las hábiles manos de Teresa Folguera y Emili Guirao ejercen de psicólogos camuflados, y leen los deseos del cliente antes incluso de que sepa verbalizarlos. En este ‘atelier’ comprenden que el calzado es el pedestal de un buen ‘look’, y uno de los elementos del atuendo que más atención recibe.
Doctor Dou, 12.
Uno de los síntomas del declive de la civilización es el poco respeto que se le guarda al pan. A veces las prisas obligan a comprar barras que no merecen ese nombre, que languidecen a las pocas horas y nos dejan suspirando melancólicos por esos panes de payés que probamos en el pueblo. Oswaldo Brito y Jordi Mestre, al frente de Pa de kilo, lo tienen claro: “Lo hacemos bien o no lo hacemos”. Emplean las mejores harinas, fermentaciones pacientes y una masa madre cuidada con mimo. Imprescindible probar sus hogazas, barras integrales, galletas y ‘focaccias’.
Consell de Cent, 349.
El segundo local en España de la marca australiana —el primero está en Madrid— lleva la firma del estudio Barozzi Veiga, que ha plasmado la esencia de la firma con un espacio minimalista, calmado y cómodo, preparado para el cliente curioso que quiere probar y olisquear. Cada una de las tiendas de Aesop tiene un carácter propio, adecuado a la ciudad y barrio donde se emplaza. Columnas, acero y techos altos acompañan a aromas como el eucalipto, el cedro, el musgo, el yuzu o el incienso. La estética industrial se complementa con la calidez del equipo asesor.
Muntaner, 147.
Nuts es el nuevo cuartel general barcelonés para ‘bon vivants’. El interiorista Lázaro Rosa-Violán ha creado una escenografía refinada, decadente y provocadora, con espacios para la ocasional música en directo y rincones proclives a la confidencia y la complicidad. Además de las cenas por encargo, aquí la estrella es el cóctel: Moscow Mule, Whisky Sour, Moretti San o el clásico Gin Tonic. En Nuts cabe la Venecia nocturna, ‘El gran Gatsby’, la pasamanería de los castillos franceses, el cristal de Murano o los vagones misteriosos del Oriente Express.
Texto: Marta Domínguez
Mallorca, 196.
Todos tenemos —o quizá somos nosotros mismos— ese amigo obsesionado con la calidad del sonido, que gastó un ojo de la cara en su equipo de música y está comprometido con lograr la máxima fidelidad a la grabación original. Es una buena idea llevarle a Curtis, el café audiófilo, un espacio pensado para melómanos y coleccionistas. Allí encontraremos cócteles, café de especialidad, sala de lectura con prensa musical, audioteca y tienda de discos. La felicidad es tomar un sándwich escuchando la reedición del ‘Wish’ de The Cure.
Mallorca, 178.
En una ciudad de apabullante oferta hotelera, cada propuesta cuenta con diferentes armas para diferenciarse. The Corner tiene una de las virtudes más incontestables: la ubicación. Está al lado puntos de referencia como las modernistas Casa Sayrach y La Pedrera, pero también cerca de la rutina diaria de los vecinos, con comercios como el Forn Mistral, Takashi Ochiai o el Mercat del Ninot. Los meses de buen tiempo (casi nueve, en el caso de Barcelona) ofrece además un ‘rooftop bar’ y una piscina. Su terraza interior y su cafetería, ambos a pie de calle, son el lugar perfecto para mezclarse con los locales.
Enric Granados, 114.
Hipócrates dijo aquello tan conocido de “Que el alimento sea tu medicina”, y en esta ‘boutique’ de ‘delicatessen’ lo han tomado al pie de la letra. El lugar está inspirado en las antiguas boticas con ‘boiseries’ y frascos de cerámica, solo que aquí presentan “remedios gastronómicos para curar el alma y el paladar”. Es la idea de una pareja de sibaritas —Riccardo Ferrari y Patricia Amor— que ha seleccionado para este espacio de venta y degustación referencias de primera división (conservas, aceites, licores, dulces) procedentes de todo el planeta.
València, 225.
Cada uno de los nombres con los que los chefs Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas bautizan a sus restaurantes parece conformar un manifiesto vital de todo lo que consideran importante: Disfrutar, Estimar (Querer), Compartir. Este último ya contaba con una sede en Cadaqués, y ahora aterriza en Barcelona. En el interiorismo (de El Equipo Creativo) se han priorizado los materiales mediterráneos. En la carta, tal como sugiere el nombre del lugar, la gracia es probar entre varios; platos con raíces tradicionales y clásicos de la casa como la ensalada de remolacha o el canelón de atún.
Enric Granados, 106.
Quienes ya conocían la marca de ropa The Avant sabían del buen ojo de su diseñadora, Silvia Presas. Su antigua pasión –seleccionar objetos de todo el mundo– ha acabado tomando forma de ‘boutique’. El interiorismo es innegablemente mediterráneo, pero en las estanterías hay piezas de Marruecos, Francia, Irán, Brasil o Perú. Alta artesanía, producción local y protección de oficios en extinción, que se trasladan a manteles de lino, cestas de yute, boles de cerámica o cojines de algodón calicó.
Rambla de Catalunya, 31.
Uno de los postres japoneses más populares viene para competir en el paseo callejero con el helado o la ‘crêpe’. El ‘daifukumochi’ –ese es su nombre completo– es un pastelito de arroz glutinoso con un relleno dulce; los más conocidos son el de fresa o anko (pasta de judía dulce). Tradicionalmente se regalaba en ocasiones festivas o ceremoniosas, pero su tamaño y pulcritud invitan al ‘take away’. La fundadora, Agnesa Novitchi, se enamoró de Japón en su viaje de bodas e intuyó el potencial de ese pastelito esponjoso y versátil, que llega con 18 sabores distintos.
Muntaner, 78.
No quedan tantos juegos que hayan unido a varias generaciones y, de hecho, a tantos países a la vez. Lego, más que un juego, es un ritual de paso de los niños y niñas que sueñan con ser arquitectos, ingenieros, granjeros o astronautas. Todos hemos montado sus piezas infinitas, algo que ni en los mejores sueños vaticinió el danés Ole Kirk Christiansen cuando lo ideó en 1932. Auguramos hiperventilación de los fans de ‘Star Wars’: la tienda dispone de un ‘corner’ solo para ellos.
Rambla de Catalunya, 98.
Solo una cosa impide a los cocinillas acumular decenas de ‘gadgets’ gustosos para su hobby: la falta de espacio. Pero incluso los que tienen cocinas pequeñas encuentran el modo de coleccionar moldes reposteros, ollas, copas de vino, espátulas, decantadores y demás utensilios necesarios para el aficionado a la buena mesa. En la última década, la oferta se ha profesionalizado y vuelto mucho más estética. Un ejemplo es Culinarium. Aquí, el orden y la limpieza ganan puntos, y las modas (la coctelería, los ‘cupcakes’, los batidos sanos) encuentran su hueco.