Texto: Marta Domínguez
Ronda de Sant Pere, 70
En la hospitalidad hay dos grandes escuelas: el hotel fastuoso y maximalista, que apuesta por epatar con un lujo atrevido, y el alojamiento que opta por la discreción, el servicio y el boca a boca. El joven equipo de We Boutique prefiere la segunda opción, con solo seis habitaciones destinadas a que el cliente se sienta en casa. Para ello, se alejan de tendencias absurdas y se centran en lo que suele desear un viajero: amabilidad, tranquilidad, limpieza, un gran desayuno, complicidad, buenas vistas y localización en el meollo. Con el Passeig de Gràcia a cinco minutos caminando, este espacio resulta tan funcional como placentero.
Passeig Joan de Borbó, 101
Permite escoger qué horizonte se quiere otear: el mar Mediterráneo, el siempre ajetreado puerto de Barcelona, Montjuïc o la playa de la Barceloneta. La barra de cócteles, mucho más informal, o la terraza –abierta durante todo el año– invitan a probar el ‘brunch’ (también con ‘petit brunch’ para los más jóvenes) o las estrellas de la carta: los arroces, que comparten protagonismo con los pescados y el marisco. Este espacio del grupo Goût Rouge (que creó y lidera el chef francés Romain Fornell, con dos estrellas Michelin) ha sido diseñado por Luzio Studio, con inspiración marinera, aire campestre y la luz como un elemento arquitectónico más.
Avinyó, 7
Cuenta la leyenda que este negocio, en pie desde 1940 con su reconocible fachada blanca, proveyó de alpargatas artesanales al mismísimo papa Juan Pablo II. ¿Verdad o exageración? Lo que sí es seguro es que Dalí fue cliente y que, décadas antes, Hollywood las puso de moda con Audrey Hepburn o Lauren Bacall, y tuvieron la bendición de Coco Chanel e Yves Saint Laurent. Económica, orgullosa y folklórica, la ‘espardenya’ puede ser tan doméstica como elegante, depende de con qué actitud se vista. Las ocho décadas de experiencia del equipo de La Manual avalan un trabajo hecho con ingenio, respeto a la tradición y coherencia.
Avinguda de Francesc Cambó, 14
Primero nació en Londres y, visto el éxito, el hotel The Edition decidió duplicar el mismo concepto en su sede barcelonesa: una sala acogedora, íntima, de luz tenue, chimenea de granito negro, billar clásico, sofás ‘chesters’ de terciopelo y elegantes paredes revestidas de maderas de roble. El Punch es un ‘speakeasy’ de manual, refinado y secreto, con una icónica escalera de espiral que invita a pedir inmediatamente cócteles irresistibles servidos en vasos ‘vintage’ de plata, como en un filme de James Bond. Premiado en múltiples ocasiones, este bar, al que se accede por una puerta secreta, ofrece tranquilas sesiones de discos de vinilo los miércoles.
Rosa dels Vents, 1.
No hay en esta boutique un solo objeto que sea imprescindible para la vida diaria; sin embargo, las estanterías destilan felicidad y hedonismo. Cada uno de los ítems ha sido seleccionado conforme a un destino elevado: hacer feliz a su comprador. El culto al capricho se celebra en las camisas de Paul Smith, los vestidos de Isabel Marant, el mundo wunderkammer de John Derian, la cerámica de Astier de Villatte o las alpargatas de Castañer. Una selección mediterránea, refinada y con un punto de ironía británica.
Calle de la Sal, 5.
El local de Negra y Criminal, templo de la literatura noire que cerró en 2015, tiene el mejor heredero posible en el equipo de la Fahrenheit, punto de encuentro de los vecinos del barrio. Nacieron como una librería motorizada e itinerante (un book truck), pero se han asentado en el corazón de la Barceloneta. Sus fundadores, el malagueño Sergio Lledó y la bosnia Azra Ibrahimovic, priorizan los títulos de editoriales independientes y las rarezas descatalogadas, programan actividades culturales y creen en la lectura como un modo de conocer el pasado, comprender el presente y encarar con alegría el futuro.
Plaza del Mar, 1-4.
El cielo de los surfistas debe ser algo así: 400m2 dedicados a todos sus gadgets y una gran terraza con vistas al mar. El otro deporte venerado aquí es el skate, con una impresionante selección de tablas. Es habitual ver a algún rider —Jéremy Florès, Aritz Aranburu, Javier Mendizábal— probando el equipamiento de su patrocinador. Los encuentros de tarde los amenizan los DJs de Nasty Mondays. El local forma parte de Boardriders, una fundación californiana que educa en la protección de los océanos.
Baluard, 38.
Los Bellsolà presumen de ser ya la cuarta generación de panaderos —desde 1892— que mima este producto sagrado, con hornos de leña de casi tres metros, las mejores harinas y levaduras madre premiadas que se cuidan como un miembro más de la familia. Anna, la heredera, solo aspira a “mantener siempre el entusiasmo por elaborar un pan que seduzca y estar a la altura del trabajo que hacían mis abuelos Robert y Pilar, un símbolo de humanidad y sabiduría”. Tienen editado un libro con algunas de sus recetas más emblemáticas, como el brioche de mantequilla, el Camperol o el Barceloneta.