Texto: Marta Domínguez
Badajoz, 90.
Al volver de sus estudios en Bélgica en 2017, la entonces diseñadora y experta en ‘branding’ Noemí Iniesta lo tuvo claro: quería continuar con el oficio que su madre le había enseñado. Su taller floral es un antiguo almacén de baterías con ventanales enormes y paredes imperfectas, donde las flores no se disfrazan ni complican. El lema de la casa es sencillez, pulcritud e ingenio. Los diseños florales de Alblanc remiten al entorno local, a las formas esenciales y las texturas mediterráneas. Este 2024 aterrizan en Madrid, en el barrio de Almagro.
Plaça de les Glòries, 37.
En una ciudad como Barcelona, en la que el diseño no es oficio sino religión, el DHUB hace las funciones de museo, laboratorio y punto de encuentro dedicado a la innovación y la tecnología. La cafetería de este espacio debe estar, pues, a la altura. La restauración corre a cargo de la Pastisseria Sauleda, un clásico fundado en 1969. Catalán & Bergnes firma el interiorismo, con un gran banco protagonista con tapicería ‘patchwork’ de alfombras Kilim de Nani Marquina. Su padre, el diseñador industrial Rafael Marquina, tiene varias piezas en el mismo museo, como la célebre aceitera antigoteo que ganó el premio Delta de Oro en 1961. También acompañan a los visitantes las lámparas de Santa & Cole y Artemide.
Marina, 116.
Pequeño pero matón. Perfecto para un desayuno tranquilo, alejado de los ‘brunch’ que proliferan en el barrio y más cercano a los ‘esmorzars de forquilla’ (almuerzos contundentes de platos tradicionales catalanes). Un espacio diseñado por LoCa Studio con rincones, varias barras y abierto al exterior aprovechando el clima benévolo de la ciudad. Aritz, el joven chef, apuesta por un menú ágil con productos frescos estacionales. Lo más pedido: el arroz meloso de bogavante, la muhamara de pimientos del piquillo o el bikini de meloso de ternera.
De Jaén a Barcelona. Antonio Ruiz vive en la ciudad desde 2013, y aquí creó un espacio fresco y luminoso dedicado a la cerámica. En su trayectoria como alfarero, sus ejes han sido su tierra y la naturaleza; formas orgánicas, tranquilidad, sencillez y placer. Este artesano organiza periódicamente workshops abiertos al público en los que crear tazas o platos de estilo mudéjar, herencia de su ciudad natal cuya máxima representante es la Casa Palacio del Condestable Iranzo. Los curiosos también pueden visitar este espacio de trabajo en las jornadas periódicas de Talleres Abiertos de Poblenou. Las piezas más populares de su tienda online son las tazas bajas en gres esmaltado o los maceteros Granada de terracota chamotada.
Texto: Marta Domínguez
Badajoz, 95.
Trabajo, café de especialidad y ocio ilustrado son los tres pilares de la semana laboral del joven barcelonés. Después de ocho años de vida, este espacio único –un mix de vivero, cafetería y ‘coworking’– se reinventa como taller para creadores. Su alma es Lucía López, diseñadora gráfica, que demostró buen ojo estético en la selección a la venta, en la habilidad para crear pequeños rincones y en el esfuerzo por presentar novedades interesantes cada temporada. Lucía también está al frente del vecino café Orval (Buenaventura Muñoz, 31).
Pujades, 133.
Para convertirse en el restaurante asiático más popular de Poblenou hace falta mucho más que un buen menú. En este caso el espacio marca la diferencia. El fotógrafo viajero Kike del Olmo reformó el edificio con un criterio a largo plazo, y fue pionero en la ciudad de la arquitectura pasiva. “Es una caja aislada del exterior que consigue ahorrar un 65% de energía”, asegura. Los techos altos y la iluminación cálida acompañan muy bien una carta heterodoxa con opciones vegetarianas, curris, katsu, ramen y panipuris.
Ávila, 51.
En un barrio con mucha oferta hostelera, cada lugar encuentra su modo de distinguirse. El barista Pablo Montenegro apostó por ofrecer opciones veganas y sin gluten; en la carta hay también un equilibrio de pastelería argentina y catalana. Ombú, que cuenta con una pequeña terraza interior, organiza cursos relacionados con el oficio del café de especialidad, y cada cierto tiempo un artista local decora una de sus paredes (ahora mismo, Agustina Ruiz). Tres especialidades: el capuccino de avena, las empanadas y el bizcocho del día.
Ávila, 135.
¿Es un oxímoron el término “turismo sostenible”? Los hoteles prestan cada vez más atención a los detalles que se asocian no solo al confort, sino también a la ética. En el Tulip, con vistas a la Sagrada Familia, encontramos vehículos eléctricos, pintura especial antialérgenos, productos a la venta de proveedores locales y comercio justo, lavandería ecológica, un interiorismo específico –aislamiento térmico y acústico con lana de roca–, placas fotovoltaicas y restaurante de kilómetro cero.
Pujades, 133.
El interiorismo (techos altos e iluminación tenue y cálida) es una de las razones por las que este es uno de los restaurantes asiáticos más populares del barrio. La otra es, claro, su carta, con opciones vegetarianas y curris, costillas de cerdo, ‘ramen’ o alitas de pollo frito, además de esa rareza que es el cangrejo de cáscara blanda. Su dueño, Kike del Olmo, fotógrafo y viajero, reformó el edificio bajo el ideario de la arquitectura pasiva. “Es una caja aislada del exterior que consigue ahorrar un 65% de energía”.
Almogàvers, 138.
Nada que ver con el animal que muge: väcka’ es el término sueco que se refiere a ese despertar de la toma de conciencia. Ana (argentina) y Maxime (francés) han creado un espacio dedicado a los quesos vegetales producidos de forma artesanal. “Comer es un acto político que tiene efectos sobre nuestra salud, el medio ambiente y la sociedad en la que vivimos”. Contribuyen a una dieta más saludable con alternativas sostenibles como la crema de anacardos, el ‘cheddar’ de calabaza o la ‘mözza’ de almendras. Organizan, además, estupendos ‘lunch boxes’ con platos como las hamburguesas de setas, los oniguiris o el bizcocho de ‘matcha’.
Badajoz, 95.
Todo lo que un ‘millennial’ necesita para ser feliz: plantas, café excelente y revistas. Este espacio con carisma (se mantuvo el espíritu de la fábrica que fue un día), mitad vivero mitad cafetería, está capitaneado por Lucía López, diseñadora gráfica. Se nota su buen ojo estético en la selección de prensa, flores y cerámicas a la venta y en la habilidad para crear pequeños rincones. Tres imprescindibles: la kombucha artesanal, las galletas de Más Meriendas y el café de Three Marks.
Amistat, 18.
El australiano Hayden College aparece con frecuencia en el Instagram de su obrador, siempre sonriendo y siempre tramando algo para sabotear la dieta. Lo último: la tarta de almendra y pera. Los ‘lamingtons’ (pastelitos de chocolate, coco y frambuesa) son su guiño patriota neozelandés, y también está atento a las peticiones veganas. Otro clásico de la casa es el ‘minicake’ de ricotta, o el ‘plum cake’ de nueces y caramelo. No es la carta más ligera del mundo, pero el pecado queda compensado con los ingredientes orgánicos.