Belén, 6.
Un paseo entre Francia y Andalucía. La cocina de este coqueto bistró combina ambas culturas con sabiduría y engrandece los platos. Charlotte y Mario están al frente, él tras pasar por los fogones de Aponiente o DiverXO; ella como responsable de arrancar la sala del Four Seasons de la capital. La mezcla es buena, el entorno discreto; no es necesario añadir mucho más para probar en mesa o en barra alguna de sus 20 elaboraciones. Ni una más, ni una menos. Pavías de pescado, canelón de puchero, ‘croque monsieur’, ‘reblochon’... Qué cerca estuvo Cádiz de París.
Barquillo, 33.
Hay un ‘boom’ en los últimos años que, aunque silencioso, ha arrastrado a todos en lo doméstico. La cerámica ha dejado de ser blanca e industrial, la iluminación ya no es directa y las velas serpentean por toda la casa, los textiles son de algodón orgánico y las sillas de caña como las de nuestras abuelas. En esta tienda lo saben, y por eso visten hogares cálidos y atemporales. Aquí se puede encontrar desde las recuperadas tazas de acero a lámparas de rafia. Todo vale, mientras sea natural y lejos de extremismos estéticos.
Pelayo, 4.
La tasca del siglo XXI es también rápida en servir al comensal, con precios populares, pero ahora la estética es industrial y las cocinas del mundo se mezclan con naturalidad. Este restaurante es el tercero en la capital del Grupo Tombo, y trae una carta amena donde se mezclan las ostras con leche de tigre con las croquetas semilíquidas de jamón ibérico. También hay causa limeña, chilaquiles con salsa de chorizo o ‘pescaíto’ frito y arroz a la llauna. Pero la evolución sigue, y si antes se servían carajillos al finalizar la comida, ahora nadie perdona un cóctel.
Barbieri, 7.
Muchos chefs llevan años afirmando que el fuego es un ingrediente más de su cocina, en concreto su uso. Las parrillas son tendencia y este restaurante lo demuestra potenciando los sabores a través de las llamas y el calor. El argentino Mauricio Giovanini está al frente manejando la sabia técnica de las brasas. Pescados y carnes, pero también postres como el plátano a la parrilla con dulce de leche. Un local de estética industrial, en tonos naranjas y con un techo que simula al humo que viene del fuego sanador.