Texto: M. Suárez
Aviador Zorita, 37.
Aquí, la isla de Sicilia se vive por bandera. Este territorio rige la propuesta culinaria de este restaurante, como un homenaje a la despensa, la cultura y la historia palermitanas. Sicilia está presente en cada rincón, desde su decoración a los platos. La pasta, emblema de la casa junto con las pizzas sicilianas, suma platos como el linguini con almejas italianas, la pasta ‘chitarra’ al ‘ragù di mare’ –con marisco, pescados y tomatitos–, los ‘spaguetto reale’ –con ‘bottarga’, ‘zest’ de limón y almendras tostadas–, y, por supuesto, la pasta con le sarde, típica de la isla.
Orense, 2.
Decía Mario Benedetti que “la vivienda no es sólo un bien inmobiliario, es también una forma de consolidación espiritual”. Y esto es lo que quieren demostrar una de las firmas de mobiliario españolas más escogidas por los jóvenes con su nueva tienda, una de las más grandes de todo el país. Son cinco plantas donde se puede apreciar la esencia natural y mediterránea de la marca: mucha luz, madera y tonos terracota para engamar con sus sofás, mesas o textiles; también área de niños.
Alonso Cano, 103.
En la película ‘Chef’ (2014), el actor Jon Favreau interpreta a un cocinero que emprende un proyecto de venta de comida en un camión y termina triunfando. Un mítico filme sobre la vida en una ‘foodtruck’, que aquí recibe su particular homenaje desde la entrada, donde un camión que hace las veces de barra recibe al comensal. Por eso, la comida callejera es parte de su esencia, pero con productos de cercanía. Por ejemplo, el ‘hot dog’ lleva salchicha ahumada de ternera avileña, pero también hay ventresca de atún rojo a la parrilla o un divertido sándwich cubano.
Basílica, 17.
Sucursal de su homónimo bonaerense, allí, es uno de los locales más populares del barrio de Palermo Soho. Esta coctelería gastronómica tiene una carta de cócteles de autor firmados por el joven barman Alan Parrilli, pero también ofrece propuestas culinarias internacionales para compartir, desde la ensaladilla de pulpo con un toque de chile chipotle al ceviche o la empanada de chorizo criollo. Es un local animado, con decoración botánica, que anima el ‘afterwork’ del vecino AZCA.
Príncipe de Vergara, 204.
Nino y Santi Redruello pertenecen a la cuarta generación de una familia de hosteleros dedicada desde hace más de cien años a dar de comer al público madrileño. Han sabido conectar con los más jóvenes en locales como Fismuler y sigue intacto su prestigio con restaurantes como La Ancha. Su hilo argumental es una tradición arraigada con platos ya míticos: escalope Armando, tortillas guisadas de Gabino, berberechos gallegos al ajillo, las croquetas de jamón, los boquerones fritos... Ellos saben que no es necesario mucho más, solo hacer bien las cosas.
Plaza de Cataluña, 2.
Cuando algo funciona, siempre es una buena noticia que resista en la jungla hostelera, pero mejor es que, incluso, se abran segundas sedes. Esto es lo que ha pasado con este café-restaurante, con cocina ‘non stop’ y desayunos sostenibles. Diseñado, una vez más, por el estudio de arquitectura DIIR, en este nuevo espacio hay piezas de artesanía balear, lámparas de Santa & Cole y silencio visual, que lo que importa son las conversaciones. Es una estética rotunda y minimalista, en esta ocasión, con terraza.
Pantoja, 8.
Una antigua fábrica de marroquinería de 700 m2 es el último sueño del chef Javier Muñoz-Calero Calderón. Uno de los restaurantes más impactantes de la ciudad, por su estética poderosa orquestada por la arquitecta Paula Rosales, pero también por su carta, donde entran la caza, los guisos tradicionales, los arroces y, por supuesto, la imaginación de un cocinero que le da a todo una vuelta de más. Excelentes caldos, obvio, con los que se brinda mejor en este espacio diáfano con claraboyas donde la luz se cuela y, si llueve, se está más cerca de un oasis que del asfalto.
Príncipe de Vergara, 205 (Lateral derecho).
Una sala con una gran cocina ovalada deleita la curiosidad del cliente, donde puede disfrutar del oficio de los cocineros en vivo y sin barreras. Es la propuesta de éxito del chef Javier Aranda, elaborada en directo, a los ojos del comensal, y que cuenta con una estrella Michelin. Un local que entre diario se crece con un menú para impresionar en las reuniones de trabajo y luego se sofistica con su degustación en secuencias que incluyen desde guisantes lágrima del Maresme a chipirones de Santa Pola.