Avda. de Menéndez Pelayo, 17.
De Bargas, a diez kilómetros de Toledo, al bullicioso Retiro madrileño, pero buscando el refugio del comensal en el fuego lento propio de un recetario clásico. Este restaurante es todo un referente de la cocina toledana, con más de tres décadas de historia, y ahora tiene su reflejo en la capital en un acogedor local con apenas cinco mesas. Miguel Ángel Alonso aparcó su trabajo como químico, se formó como chefs y se unió a su padre para agasajar con pucheros, guisos y escabeches.
Claudio Coello, 3.
Ellos lo definen como “un bar boutique”, un espacio donde disfrutar de tapas tradicionales españoles con un giro gourmet, pero bien maridado con una gran selección de vinos por copas y cócteles. Su decoración, obra del interiorista Lázaro Rosa-Violán, se basa en los bares de la Europa de principios del siglo XX, con referencias modernistas y art nouveau. Este es un bar dentro de muchos bares, pues lo mismo parece una taberna castiza que una vermutería clandestina.
Plaza de la Independencia, 4.
Nunca antes un rincón había despertado a la vez tantos estímulos, ya de por sí desperezados con la llegada del buen tiempo y con el hecho de estar en el corazón de Madrid. La Puerta de Alcalá a tiro de piedra (y de selfie). El aroma de las carnes, pescados y verduras de temporada, a la brasa (de carbón de encina neutro). Vista, olfato, gusto, oído… Queda un sentido, de acuerdo: el tacto de elegir la compañía para disfrutar de Ramses, un referente del ver y verse madrileño, rodeado de vegetación.
Serrano, 1.
Si de algo andaban escasos los alrededores de la Puerta de Alcalá era de bares con solera. Este local ha llegado para cubrir este hueco, con una magnífica barra circular realzada en acero inoxidable y una bodega volada de 2.500 kilos de peso que almacena más de 1.200 botellas. La decoración acompaña al concepto: azulejos de inspiración cañí y andaluza y pósters de estética vintage. Pero para llegar al siglo XXI, han incorporado música en directo que va del flamenco al indie.