Entre suelos de pizarra y cañones de granito, el río Duero modeló este insólito parque natural. Un territorio con microclima suave y paisaje abrupto sobre el que poder trazar una ruta en torno a su naturaleza, su arquitectura popular y una denominación de origen vinícola única y diversa.

 

Texto: Pacho G. Castilla

A un costado, la región portuguesa de Trás-os-Montes. Al otro, La Ribera de Salamanca que se confunde con las zamoranas Tierras de Sayago. En el núcleo, una frontera que en lugar de distanciar une –aquí con más sentido de territorio, identidad y cultura– España y Portugal. Una línea marcada por el río Duero, que moldea un espectacular tajo, una garganta fluvial arropada por inmensas paredes de granito que vigilan águilas reales, buitres leonados… o esos alimoches que hacen de este entorno su reino. Son los Arribes o las Arribes o As Arribas, dependiendo de si quienes hablan son zamoranos, salmantinos o portugueses. Un agreste paisaje (incluso con matices dramáticos) con una personalidad y un patrimonio únicos sobre el que, decía Unamuno: “¡Los siglos de siglos que habrá necesitado el agua para excavar tales tajos y reducir semejantes cascadas!”.

Es este un territorio próximo, pero no tan conocido. Aunque “desde 2015 el turismo se ha incrementado en esta zona despoblada, en este privilegiado entorno”, asegura en Fornillos de Fermoselle, el pueblo donde pasaba de niña los veranos, Teresa Cotorruelo, responsable de Oh Saúco, donde, desde hace 23 años, elabora mermeladas artesanales. Porque no solo son turistas los que se acercan hasta aquí. También muchos, como ella, regresan para “vivir de una manera sencilla, desprenderme de muchas cosas que son superficiales y no me aportan”. Lo consigue en contacto con “mucha naturaleza y bastante materia prima de calidad. Procuro comprar verduras y frutas a productores locales”, prosigue Cotorruelo. “Además, aquí siempre ha habido ganadería debido el tipo de terreno, muy granítico”.

Teresa Cotorruelo, en la exterior de su mermeladería Oh Saúco, en Fornillos de Fermoselle.

En busca de la personalidad del parque

Con sus 13 metros de largo, el mirador del Fraile ofrece una increíble panorámica de la presa de Aldeadávila de la Ribera.

Alfonso Santos es el propietario de la quesería ecológica artesana La Faya, de Fariza, donde elabora queso con la leche de sus ovejas churras.

Lo sabe Alfonso Santos, quien, en 1981, cuando “los ricos y listos tenían vacas”, compró “dos corderos y 90 ovejas”. Regenta, junto a sus tres hijos, la Quesería La Faya, en el pueblo zamorano de Fariza. Fueron los primeros en apostar aquí por la ganadería extensiva y la producción ecológica, y hoy cuentan con un rebaño de ovejas de raza churra, que “dan poca leche, pero suficiente. Las tengo acorde con mi pensamiento: aprovechar los recursos naturales del campo”.

Fariza apenas tiene 500 habitantes, aunque multiplica por diez la población de Fornillos. Son dos de los 37 pintorescos pueblos junto a otras pedanías (de ritmo lento y “armazón” de piedra, claro) de este parque natural. Entre estas poblaciones, se despliega un paisaje repleto de frágiles muros de piedra que se dispusieron sin barro para delimitar las diferentes parcelas. Su nombre, cortinas o cortinos, y, junto a puentes y pozos o norias forman parte de la arquitectura popular y de la identidad de los Arribes... tanto como su cultura del vino.

 

San Felices de los Gallegos, en Salamanca, uno de los pueblos con más encanto de la Ruta del Vino de Arribes.

 

La riqueza de un pueblo perforado

El danés Thyge Jensen, propietario de la bodega Frontio y presidente del Consejo Regulador de la D.O. Arribes.

Terrenos arcillosos o suelos de pizarra y esquistos, además de un suave microclima arribeño que rehúye las heladas, han contribuido a asentar aquí una contrastada tradición vitivinícola. También esas toneladas de piedras que, en el caso de Fermoselle, se tuvieron que horadar para construir un entramado de estructuras arquitectónicas centenarias donde conservar el vino. De ahí que este municipio reciba un sobrenombre: “El pueblo de las 1000 bodegas”. Hasta aquí llegó en 2016 un licenciado de economía danés, Thyge Jensen, con un “romántico” sueño: “Trabajar las viñas por las mañanas y jugar a las cartas por la tarde en el bar”.

Y fue en un bar donde compró un viñedo de cepas centenarias, el origen de la bodega Frontio. Ocho años después, se considera ‘follaco’ –gentilicio coloquial de los nacidos en Fermoselle y que alude a la folla-hoja de la vid– y preside la Denominación de Origen Arribes, sobre la que se articula una ruta (rutadelvinoarribes.com) que tiene como argumento un vino singular. “El rendimiento de las viñas aquí es muy bajo, cinco veces menos que en Rueda. Pero hay naturaleza; en Rueda o Toro es todo liso”, precisa el bodeguero danés.

Jose Manuel Beneitez es el enólogo y propietario, junto a su mujer, Liliana Fernández, de la bodega El Hato y el Garabato, en Formariz.

El Museo del Aceite, “Lagar del Mudo”, situado en San Felices de los Gallegos.

“Arribes es una zona muy loca, un territorio pequeñito, pero muy diverso. Cada viña es diferente a la del vecino”. Lo comenta José Manuel Beneitez, quien, junto a su mujer, Liliana Fernández, y tras formarse en California y Australia, decidieron montar “una bodega artesanal con la pequeña viña de mi familia en Formariz”, recuerda. Para el nombre recurrieron a una expresión de El Quijote: El Hato y el Garabato. Y desde esa pedanía de 100 habitantes elaboran diez referencias para 20.000 botellas. “La mezcla varietal que hay en este territorio es única en el mundo”, prosigue, mencionando variedades como Juan García, Rufete, Bruñal, Puesta en cruz, Gajo Arroba... “Existen solo en este rinconcito de España debido al aislamiento geográfico y a la pobreza”.

Ellos forman parte de una ruta del vino que se ve “enriquecida por tener una parte gemela del río en Portugal: el Alto Duero Viñateiro”, comenta Susana Gato Bonnail, socia de la compañía Europarques, que organiza un crucero ambiental por los espectaculares acantilados del Duero que sumerge en la fauna, la flora y la geología del cañón. Una manera inmersiva de entender los Arribes, donde vino, usos, costumbres y naturaleza se comparte con el país vecino, confundiendo unas tierras que aparecen separadas por el río, pero que transcurren de forma paralela.

Susana Gato promueve el proyecto transfronterizo Europarques, cuyo crucero ambiental recorre los espectaculares acantilados del Duero.

A bordo un crucero ambiental por el Duero, una de las mejores maneras de entender los Arribes.

El Parque Natural de Arribes del Duero se sitúa en las provincias de Zamora y Salamanca, conectadas con trenes AVE y Alvia.

Salamanca cuenta con varios trenes Alvia diarios que la unen con Madrid en 1 hora y 45 minutos y otras conexiones directas desde Barcelona, Zaragoza, Victoria, Burgos, Valladolid y Segovia.

Por su parte Zamora cuenta con diez frecuencias diarias por sentido en AVE, Avlo y Larga Distancia para conectar con Madrid en apenas una hora de viaje y las principales capitales gallegas y castellano y leonesas.