Coger la bicicleta, subirse al tren y recorrer el patrimonio medieval de la ciudad castellanoleonesa, cuya catedral cumple 800 años y con unos alrededores idóneos para conocer a dos ruedas. Si en el tramo hay pendiente, nada como meter la marcha adecuada o esperar el siguiente convoy en la próxima estación.
Texto: Juan Lucio. Fotos: Adolfo Callejo
En el Media Distancia que une Madrid con San Sebastián, con parada en Burgos, viajan tres bicicletas. Dos de una pareja de veteranos ciclistas de Colorado (Estados Unidos), que van camino de Miranda de Ebro, y la del autor de este reportaje, que se queda en la capital burgalesa para descubrir a pedales cómo vive Burgos el 800 cumpleaños de su catedral. Este magnífico templo gótico (1221) es visita obligada de los viajeros que llegan a la ciudad y, sobre todo, de los peregrinos que van a Santiago de Compostela a ganar el jubileo del Xacobeo 2021. Además, por allí pasa también el Camino del Cid, que lleva, al valiente que se atreva, hasta Levante siguiendo la diáspora del héroe castellano.
Burgos es una ciudad para montar en bici. “Es llana y asequible para todos los públicos”, explica Javier Guerrero, experto ciclista burgalés que todos los días acude a su trabajo en bicicleta. Para los amantes de las cuestas recomienda el Parque del Castillo, en pleno centro, con buenas vistas panorámicas y rampas del 6% de desnivel. Allí mismo se puede disfrutar también de la bicicleta de montaña, asequible a todos los terrenos. Y si se quiere salir de la ciudad, cuenta con vías verdes aprovechando las líneas del viejo proyecto del ferrocarril que pretendía unir Santander con el Mediterráneo.
Los casi tres kilómetros que separan este monasterio del centro de Burgos suponen, si no hay problemas de tráfico, poco más de 10 minutos de pedaleo. Eso sí, se deben hacer con la precaución que corresponde al compartir espacio con los coches. El número de ciclistas burgaleses ha crecido, como reconoce Javier Guerrero: “En los últimos años hay mucha más gente en bicicleta por la ciudad. Antes nos conocíamos todos, ahora es más difícil saludarnos”. Usuarios habituales, deportistas, cicloturistas, estudiantes y repartidores conforman el pelotón diario que se echa a la calle con este vehículo silencioso, ecológico y sano. Si no se dispone de bici propia, hay un servicio de préstamo (Bicibur), con más de 20 puntos donde alquilar una bicicleta. Este monasterio cisterciense femenino fue fundado por el rey Alfonso VIII de Castilla y su esposa Leonor de Plantagenet, allá por 1187. Sus primeras abadesas ostentaban gran poder al tener jurisdicción eclesiástica, civil y militar sobre las villas cercanas. En sus instalaciones, el visitante puede descubrir los modelos más 'chic' del medievo en el Museo de Telas Medievales, con trajes utilizados por reyes y reinas de Castilla entre los siglos XII y XIV.
Cinco kilómetros al este, siguiendo el curso del río Arlanzón, por la carretera de las Fuentes Blancas, y en lo alto de una colina, se encuentra este monasterio consagrado a la vida contemplativa de los cartujos que moran entre sus muros. El río es el eje ciclista por excelencia. A través de su carril se puede conectar el centro histórico con varios lugares de interés para el visitante: Plaza Mayor, Arco de Santa María, Museo de la Evolución Humana, Paseo del Espolón... Todos pueden ser partida y destino de los desplazamientos que se hagan. El parque es un buen sitio para descansar si se está muy agotado por emular a los profesionales del pedal. “Es recomendable que planifiquemos las paradas que vamos a realizar para no hacer kilómetros a lo loco”, aconseja el ciclista burgalés. Y recomienda encarecidamente que cuando se dejen las bicis aparcadas estén bien seguras para evitar robos y situaciones incómodas en el viaje. La cartuja fue fundada por el rey Juan II de Castilla en 1442; su iglesia alberga los sepulcros del citado rey e Isabel de Portugal (en la foto), padres de Isabel la Católica.
Salimos de Burgos para visitar este lugar de vital importancia antropológica. Para llegar a estos yacimientos hay dos opciones: la larga, por la N-I, con buen asfalto, amplio arcén y poco tráfico; o por la N-120, dirección Logroño, con circulación más intensa, menos seguridad y a tan solo 16 kilómetros de la capital. Los ciclistas de la zona apuestan por la primera por la tranquilidad que supone un tráfico rodado de baja intensidad. Habrá que tener en cuenta el viento, “porque suele soplar con fuerza”, advierte Guerrero. En 1994 aparecieron los primeros restos humanos en el paraje de la Gran Dolina, una cueva que tuvo distintos inquilinos. Hace unos 850.000 años la habitó el Homo antecessor; y después, hace 350.000 años, acamparon los preneandentales. Después llegaron, como explican en la Fundación Atapuerca, los Homo neanderthalensis y los Homo sapiens. “Es un lugar mágico. Emociona saber quiénes eran y cómo se manifestaban los primeros homínidos”, afirma María Costa, visitante de estos yacimientos que, desde el año 2000, son Patrimonio de la Humanidad para la Unesco.
La ya citada N-1, ahora sustituida por una autovía, conduce a esta localidad en la comarca de La Bureba. Desde Burgos hay 42 kilómetros por carretera y si se hace en tren de Media Distancia, bicicleta incluida, en 25 minutos se llega a esta ciudad. Para los ciclistas, el único escollo es el puerto de la Brújula, que según explica Javier Guerrero “es tendido, con pocas complicaciones y cuando lo coronas, el trayecto es llano hasta Briviesca”. Por estos parajes anduvieron los romanos, cuyas calzadas, unas hacia Francia y otras dirección Galicia, sentaron las bases de lo que sería en el medievo el camino de Santiago. Y ahora lo hacen ciclistas en todas las direcciones. Según explica Jesús Gallego, presidente del Club Ciclista Briviesca, es una “buena zona para el ciclismo”. Gallego, que conoce bien el terreno, recomienda, por ejemplo, una etapa a “Poza de la Sal, a unos 23 kilómetros, que se remata con una subida al mirador de Félix Rodríguez de la Fuente [natal de esa localidad] con cierta dureza y asfalto irregular”. Briviesca tiene un interesante casco histórico, cuyo corazón es la Plaza Mayor, con soportales y templete de 1909 en el centro (en la foto).
Es la frontera natural entre la llanura castellana y la Cornisa Cantábrica. Tiene una extensión de 33.000 hectáreas, con 53 localidades y una población cercana a los 7.000 habitantes. A su espectacular atractivo ecológico –con parajes como las hoces del río Ebro en Sobrón o los desfiladeros de Pancorbo, ideales para practicar la escalada– y su variada fauna y vegetación, los Montes Obarenes guardan tesoros ciclistas de lo más interesante. Por ejemplo, la subida a Oña, de 12 kilómetros. Ascensiones que hay que hacer con ritmo sereno para dosificar y apreciar el paisaje. “Las carreteras son tranquilas, con poca intensidad de tráfico, aunque dejan un poco que desear en cuanto a su conservación”, explica Gallego. Aunque se desplazan a otras provincias colindantes, los miembros del Club Ciclista Briviesca conocen bien los puertos del lugar. El Tourmalet de la zona es el puerto de Somo (cercanías de Frías), que en sus 5,2 kilómetros de ascensión tiene tramos que van del 12% al 15% de desnivel. Hay muchos senderos y caminos para los practicantes del ciclismo de montaña, lugares casi deshabitados que te permiten el contacto directo y respetuoso con la naturaleza y descubrir el románico burebano.
PARA LOS QUE VAN EN BICI: Burgos tiene 54 kilómetros de carril bici y una extensa red de ciclocalles y aparcabicicletas. Desde la misma estación de ferrocarril se puede llegar al centro aprovechando esas vías específicas para este vehículo.