Resisten a las modas efímeras, porque lo que ellos hacen está lejos de las tendencias. Trabajan con las manos, apuestan por el oficio, por mantener sus negocios a flote en una ciudad que se resiste a abandonar su sabio casticismo.
Texto: Mario Suárez
Fotos: Carlos Luján
Lo que comenzó siendo una afición diseñando camisetas y tablas de skate en 2007, terminó, tres años más tarde, en un taller de sastrería contemporánea en el corazón de Malasaña haciendo prendas vaqueras a medida. Fernando Moré (Madrid, 1983) se define a sí mismo como “artesano, no soy un diseñador de moda”. Con su firma The Concrete Tailoring Workshop es responsable de crear un nuevo modelo de confección a medida con tejidos poco habituales en este tipo de oficio: “Utilizo telas más duras, algodón encerado, lanas, linos o denim (vaquero), nada de plásticos, todo son tejidos naturales, más recios, incluso para hacer una americana o un pantalón; me inspira la ropa de trabajo y la militar”. Autodidacta, ahora tiene su taller en el barrio de Puerta del Ángel, desarrolló su propio sistema de patronaje que incluso ha estado enseñando en escuelas de diseño. “Hay que huir de la tendencia del fast fashion (moda rápida), aunque sea más barata, lo hecho a mano, lo artesano, lleva unos costes de tiempo, pero es moda a largo plazo, sin tendencias ni consumo rápido”. Su cliente se acerca a él buscando prendas atemporales, “bien hechas, para toda la vida; probablemente te haga una chaqueta que termine heredando tu hijo”.
Han trabajado para el Vaticano, para premios Nobel y casas aristocráticas. En 100 años de historia, por Encuadernación Artesanal Calero han pasado miles de libros y guiones, siendo el taller más antiguo de Madrid, abierto en 1907. “Nuestro público es un entusiasta de los libros, enamorado de la estética y que quiere que su biblioteca perdure. Entran en Calero con un libro que tiene una gran historia, no siempre materialmente muy valioso, pero sí en emociones y quieren preservarlo para el futuro”, explica Beroiz Pérez de Rada, restauradora y una de las dos socias del negocio, situado en el corazón del barrio de Salesas (Bárbara de Braganza, 11). Es un equipo especialista en la conservación de documentos gráficos y fotografías, con amor por el arte de la encuadernación, cuyo espacio es, en sí mismo, un viaje en el tiempo: “Seguimos trabajando con los mismos materiales, la piel, el oro, las colas… es el mismo oficio. Nuestras herramientas no tienen la obsolescencia, son máquinas mecánicas, de tuercas, no ha entrado la era digital en Calero. Tenemos la colección de hierros privada (herramientas para estampar en caliente las cubiertas) más grande de España, contamos con muchísimos modelos diferentes de adornos y letras, que vamos incrementando con compras a encuadernaciones que están cerrando”. Proteger el patrimonio se llama.
“No cerréis nunca por favor”, es la frase que más se oye decir a los clientes tras el mostrador de Casa Hernanz (Toledo, 18). Esta tienda de alpargatas creada en 1845 es un esencial de la cultura madrileña, casi como el cocido, los caramelos de violeta o las parpusas de chulapos. “Los negocios pequeños, familiares y artesanos como el nuestro son indispensables en una ciudad como Madrid. Contribuyen a que no pierda su esencia y no acabe siendo igual que cualquier otra ciudad del mundo. Hay que intentar preservar lo autentico y tradicional de una ciudad con tanta historia”. Marta Hernanz (Madrid, 1988) es la cuarta generación al frente de esta casa, junto a su hermano Jesús. Ellos cogieron el testigo de esta tienda de alpargatas y aperos para los campesinos de los arrabales, cerca de la Plaza Mayor, que inició Toribio Hernanz en el siglo XIX. “Hoy el cliente es turista, pero también familias de Madrid que llevan años comprándonos”. Ahora tienen tienda online, pero el olor a yute y esparto es el mismo.
Solo la Guerra Civil paró el negocio de la familia durante unos años; y es que la Espartería Juan Sánchez estaba destinada a ser centenaria. De Cuchilleros a la Cava Baja y de ahí al número 3 de la calle Mediodía Grande, siempre en el barrio de La Latina de la capital, hoy con la tercera generación al frente de la última tienda y taller dedicado al esparto en Madrid. “Mi hijo no creo que me siga”, confiesa Juan Sánchez (Madrid, 1968), que lucha porque adecuar su empresa a los nuevos tiempos: “Tengo tienda online y he informatizado todo lo que puedo, pero es un oficio duro”. Vende desde objetos de esparto a cestas, cuerdas, bastones o botas de vino… “Nuestros clientes son de toda clase y condición, desde el señor de 80 años que viene a por un bastón, hasta el que busca una vara tradicional, el dueño de una casa rural buscando objetos típicos del campo, gente de atrezzo para películas o la vecina del barrio desesperada en los meses más cálidos por conseguir una cubierta de brezo o cañizo”. Objetos cotidianos para toda la vida.
En 2003, Esteban Ernesto Montedónico (San Nicolás de los Arroyos, Buenos Aires, 1979) quiso hacer un estuche para su guitarra, cogió un retal de cuero y lo cosió con sus propias manos; a partir de aquí nació la profesión a la que se dedicaría hasta el día de hoy. Durante estas dos décadas dedicadas al trabajo artesanal de la piel se sumó Laura Barroso Hubert (Madrid, 1988) y ambos montaron Cuero y Alma, un taller artesanal de complementos y bolsos. “Diseñamos lo que nos gusta, son piezas de calidad, únicas, delicadas y originales”, explica Laura, que piensa que “la artesanía es en sí mismo un valor”. Desde su taller en el barrio de Tetúan (Aranjuez, 23 bis) venden piezas exclusivas, en muchas ocasiones elaborando sus propios tintes y trabajando la piel antes de que pase por el cúter y se cosa a mano. “Cada puntada representa un momento de paciencia y dedicación”, y añaden que sus piezas “son eternas, ya que el tiempo no las convierte en una moda, si no que ellas mismas marcan el estilo”. Lo atemporal, es lo que terminará mandando.
Una de las pioneras en impartir cursos de cerámica en la capital, Marta González (Madrid, 1983) lleva 20 años mojándose los dedos en arcilla y provocando que otros también lo hagan. “La cerámica ayuda a reinventarse, el trabajo manual lo es también de introspección”, asegura. Desde su taller Marta Cerámica en Arganzuela (San Anastasio, 2) imparte cursos y realiza sus propias piezas siguiendo todas las técnicas, del torno al pellizco o la joyería cerámica, dando valor a lo manual: “Los negocios artesanos forman parte de la historia de la ciudad. Fomentan y dan carácter a la vida de barrio y ayudan al desarrollo de sus comunidades”. Ha trabajado con firmas como Hermés, Euceryn, Syngenta o IBM, dando a conocer un oficio milenario: “La cerámica son nuestras raíces, forma parte de nosotros, de nuestros orígenes; durante la pandemia se convirtió en una fuente de paz para muchos de nosotros”.
Las estaciones madrileñas de Chamartín Clara Campoamor y Puerta de Atocha Almudena Grandes son origen o destino de la mayor parte de las conexiones AVE y demás servicios de Alta Velocidad que Renfe pone en circulación cada día: Oviedo, Gijón, Ourense, Burgos, Sevilla, Málaga, Barcelona, València, Alicante, León, Valladolid. Los destinos situados más allá de las líneas de Alta Velocidad tienen continuidad hasta y desde Madrid gracias a los intercambiadores de ejes que facilitan la circulación de trenes de Larga Distancia desde la Cornisa Cantábrica, Galicia o Andalucía. También Madrid es punto de partida y llegada de los servicios de Larga Distancia que conectan Extremadura, Almería o Jaén con Madrid.