La historia de esta ciudad está marcada por dos arterias: Una ferroviaria, que logró conectar la villa burgalesa con España y otra fluvial, el río Ebro.

Texto: Ana Uslé
Fotos: Lino Rico

La naturaleza obligó a Miranda de Ebro a dividirse. El río Ebro separa el casco antiguo (Aquende) de su ampliación moderna (Allende), y en el puente que une ambas partes hay dos leones de piedra que vigilan el ir y venir de sus gentes y velan por que la ciudad siga cosida pese a sus cicatrices. Otra de estas marcas la dejó el tren, que durante 100 años cruzó sus calles. El ferrocarril la conectó con 21 capitales de provincia y, desde entonces, todo ha llegado aquí por el tren: viajeros, tradiciones, industria, cultura y… una nueva estructura urbanística, cuyo ritmo pasa por la calle de la Estación.

La pastelería Bornachea conserva recetas tradicionales de hace más un siglo.

 

Esta vía principal, que nace del edificio para viajeros de estilo victoriano que levantó el ingeniero inglés Charles Blacker Vignoles, une pasado y presente y fue donde, en su número 29, Telesforo trasladó la pastelería Bornachea que regentaba desde 1915. Allí, su nieto, Alberto, mantiene hoy las recetas de sus almendrados y turrones. “Los productos artesanos deben tener un punto de antigüedad. Si llevamos 108 años, algo bueno habremos hecho”, asiente. Las tres generaciones han sido atrevidas. Su padre, Pedro, creó en los años 50 las cazuelitas (muchos aseguran que inventó otro postre tradicional, la Goxua) y ahora, un nuevo éxito, su Trampantojo de Tomate, “un pequeño pastel de queso con frambuesa en su interior y un glaseado de gelatina que parece un tomate apoyado en una tierra hecha con un ‘crumble’ de mantequilla”.

Desde 1926, el restaurante La Vasca mantiene, generación tras generación, su cocina clásica.

 

Siguiendo el paseo, la calle cambia de nombre, pero no lo ha hecho el restaurante que abrieron Ángela y Manuel en 1926. “Mis abuelos llegaron en tren desde Bilbao. Él era de Bureba, Burgos, y ella, de Urduliz, Vizcaya. Por eso al restaurante, que se llamaba La Vascongada, lo bautizaron popularmente como La Vasca”. Iñigo Ruiz recuerda cómo nació esta casa de comidas que ofrece un recetario tradicional, con platos clásicos como las pochas, la merluza a la cazuela o la leche frita, y al que, a su vez, ha incorporado otros más actuales, como las alcachofas con foie, el bacalao confitado con callos o el pulpo con patata trufada. “Hago lo mismo que ellos hicieron: cuidar al máximo la materia prima, buscar los mejores productos y confiar siempre en la proximidad”, dice.

Artista vocacional, de Esteban Espinosa (Tinte Rosa), fue reconocido como el mejor mural del mundo en 2021.

A tan solo unos pasos de La Vasca, está la orilla del río. “Aquí, en los años 70, había una playa”. Y es este uno de los muchos recuerdos que escuchó el artista urbano Esteban Espinosa para encontrar la inspiración y plasmar en las paredes de su ciudad parte de la historia.

Firma como Tinte Rosa, y fue reconocido por la plataforma Street Art Cities como el mejor del mundo en el mes de octubre de 2021: “El arte urbano es una técnica de vanguardia con la que podemos intervenir fachadas antiguas, darles un cambio de imagen e integrarlas con los edificios y el paisaje; intento acertar para no distorsionar la ciudad que todos recuerdan”.

Recetas en un mar de interior

La playa ha vuelto a la ciudad con Alejandro Serrano, quien, a sus 21 años, es el chef más joven en conseguir una estrella Michelin. Después de trabajar en restaurantes triestrellados, abrió el suyo en el lugar donde aprendió entre fogones con sus abuelos y su padre. “Nuestra cocina es muy poética. Recreamos un mar, aunque estamos en Castilla y León. Hay muchos recuerdos de mi infancia, de la tradición de mis padres, de la música, del arte plástico...”.

Para muchos no es raro que Alejandro cree “un mar en tierra de secano”, lo que les resulta extraño es que se quede en una ciudad como Miranda. “Cada vez más gente cruza el puente y se atreve a probar, y cada vez son más los que nos visitan, porque estamos conectados con tres grandes comunidades, Miranda es una ciudad a la que poner en el mapa”.

El chef Alejandro Serrano ha situado Miranda de Ebro en el mapa gastronómico, gracias a la estrella Michelin de su restaurante homónimo en la calle Alfonso VI.

Un festival con restaurante propio

 

Ebrovisión (izda.) es una de las citas indie más importantes de la temporada festivalera. Ramiro Molinero (dcha.), director de Ebrovisión, festival que reúne rock, indie y gastronomía.

 

En tiempos en los que las grandes estrellas del rock visten delantal y cocinan sus composiciones, Alejandro Serrano, junto a otro chef burgalés, Alberto Molinero, Cocinero Revelación en Madrid Fusión, serán parte de la cita cultural por excelencia de la ciudad, el Festival Ebrovisión. El evento musical, que celebrará nueva edición del 31 de agosto al 3 de septiembre, quiere ser el primer festival en tener un restaurante propio, “para ofrecer al público alimentos de cercanía y kilómetro cero”, proyecta Ramiro Molinero, su director. El festival promete ser “más Ebro que nunca”, más accesible, más sostenible y más amable, situando sus ubicaciones en torno al río y a lugares emblemáticos de la ciudad, como el castillo. Así, cuando suene la música de Sidecars, León Benavente o Anni B Sweet, entre muchos otros, los dos leones de piedra que vigilan en el puente de Carlos III harán, una vez más, que convivan en armonía, tradición y modernidad, ya sin las cicatrices de otros siglos.

A partir de 2 horas y 45 minutos se puede llegar desde Madrid a Miranda de Ebro en los trenes que Renfe pone en marcha en este trayecto que comunica, también, Segovia, Valladolid o Burgos con esta localidad burgalesa. Desde Barcelona también se puede viajar hasta Miranda de Ebro en trenes de los diversos servicios de Renfe que transitan por la línea de Alta Velocidad y realizan parada en Tarragona, Lleida y Zaragoza.