LA ANTIGÜEDAD SE HA REINVENTADO EN NIMES. LAS CALLES DEL CENTRO URBANO, CERRADAS AL TRÁFICO, Y LA PLAZA ALREDEDOR DE LA CATEDRAL NOTRE DAME ET SAINT CASTOR, CONSAGRADA EN 1096, NOS HABLAN DE UNA CIUDAD TRANQUILA, ACOGEDORA, CARGADA DE HISTORIA.
Texto: Salva Llopart / Fotos: Marc Mora
Nimes apuesta por el diálogo entre la antigüedad de templos como la Maison Carrée y la vida ciudadana más vital.
La parisina Camille Pou, profesora de yoga, confiesa su amor por Nimes.
Nimes es más que su famoso anfiteatro, Les Arènes donde los gladiadores luchaban hace 2.000 años. Más que el misterio de los cocodrilos de sus calles, que ser la ciudad origen de los pantalones vaqueros o que su condición de bisagra entre las regiones del sur de Francia. “Nimes es un milagro”, dice el chef François-Xavier Durieu, natural de la ciudad y curtido en establecimientos de cinco estrellas Michelin de Lyon, Mónaco y Londres. “Me ha reconquistado por sus bellos y mejorados espacios públicos”. A principios de 2019, Durieu se encontró con un Nimes diferente del que dejó atrás en su juventud. Era lo que buscaba. En la plaza que rodea la Maison Carrée, templo romano construido en el siglo I d.C. y enclave emblemático del resurgimiento de la urbe, ha instalado Textures, Comptoirs & Objets, su restaurante. Un local diferente, como la propia plaza, donde se puede practicar yoga antes del almuerzo.
Las clases de yoga las imparte Camille Pou, parisina enamorada de la ciudad (y de las galletitas de François-Xavier). Cuando llegó a la ciudad encontró algo que añoraba en la capital francesa: la amabilidad de los extraños. “La gente en Nimes parece iluminada como sus calles abiertas y blancas”, dice Pou. Y, sin embargo, hace tan solo veinte años el verdín de los siglos se acumulaba en los edificios emblemáticos, un recuerdo triste de tiempos más gloriosos. En su centro histórico se alza el anfiteatro antes citado, junto a otros monumentos también construidos en la época del emperador Augusto, arrinconados durante demasiado tiempo en aras de una supuesta modernidad. Pero eso, ahora, ha cambiado. Nimes ha encontrado finalmente un camino para fusionar la tradición romana con un nuevo urbanismo inteligente, concebido al servicio de las personas.
La Maison Carrée, dedicada a la memoria de Cayo y Lucio César, es uno de los templos mejor conservados del Imperio Romano. La armonía clásica de sus líneas, enmarcada en la elegancia de las columnas de capiteles corintios, define el carácter y los rasgos de identidad de este rincón urbano que fue rediseñado por el arquitecto británico Norman Foster entre 1984 y 1993.
Foster fue también el responsable de proyectar el Museo de Arte Contemporáneo Carré d’Art, situado en el otro extremo de la misma plaza. En este lugar, el mundo antiguo conversa con la modernidad de forma espontánea.
Es un placer sentarse en una de las amplias terrazas de este diáfano espacio y contemplar, al atardecer, cómo las columnas del viejo edificio romano se reflejan en los grandes ventanales del museo, consagrado a los movimientos artísticos franceses más rompedores. Margot Arrault, sentada en las escalinatas del edifico de Foster, habla de la vitalidad cultural del renovado Nimes. Arrault es la responsable de Nimes S’Illustre, el festival artístico y cultural de la ciudad dedicado a la ilustración: “El nuevo Nimes me ha ayudado a reconectar conmigo misma, mi familia y mis amigos”.
Las calles del centro urbano, cerradas al tráfico, y la plaza alrededor de la Catedral Notre Dame et Saint Castor, consagrada en 1096, nos hablan de una ciudad tranquila, acogedora, cargada de historia.
El friso superior del edificio original es una obra maestra de la escultura románica del Midi francés. En alguna de las calles vecinas a la catedral, uno puede pisar sin darse cuenta una especie de moneda con un cocodrilo enroscado alrededor de una palmera. Hay cientos de ellas. El diseño de esta moneda es definitivamente moderno: Philippe Starck las creó en 1985 y ahora son el emblema de la ciudad. ¿Cocodrilos? ¿En Nimes? Para abundar en la intriga, cuatro cocodrilos disecados, de tamaño más que considerable, cuelgan desde 1853 de la cúpula interior del Ayuntamiento.
Consagrada en 1906, la catedral de Notre Dame et Saint Castor se ha convertido en uno de los centros neurálgicos de la ciudad.
Todos esos reptiles repartidos por la ciudad se inspiran en una vieja moneda romana que, durante siglos, representó un auténtico misterio. Ahora se sabe que esa moneda –expuesta con el mayor respeto y solemnidad en el nuevo Museo de la Romanidad, frente al muy venerable anfiteatro– celebra la victoria de Augusto en la batalla naval de Accio.
No consta que los famosos cocodrilos de la marca francesa Lacoste estén relacionados o tengan su origen en Nimes, no. Pero lo que es un hecho contrastado es que los pantalones vaqueros deben mucho a esta ciudad francesa: el empresario Levi Strauss diseñó los primeros con un lote de tela “de Nimes”, en concreto con la partida 501, y de ahí procede el término de “de-nim” adjudicado a ese material legendario.
Los cocodrilos de Nimes son un símbolo de la ciudad gracias a una antigua moneda romana.
El carácter romántico de las ruinas del Templo de Diana ha inspirado a numerosos artistas franceses.
Les Arènes es la gran joya de la ciudad. Su anfiteatro, con capacidad para 20.000 espectadores, tiene forma ovalada.
Roma y el Imperio marcan el tono urbano. Su herencia tiene una presencia fundamental en esta ciudad que cuenta, además, con los Jardines de la Fontaine, a cinco minutos del centro. Un vasto santuario romano que, en el siglo XVIII, se convirtió en el primer parque público de Francia. El agua y su canalización es un elemento característico.
Cerca de allí se alza el templo de Diana, del siglo I d.C., formado por un hermoso pórtico parcialmente conservado, un pequeño teatro y un ninfeo. Su función original es incierta: ¿biblioteca o burdel? Pero su innegable aire romántico ha inspirado a cientos de pintores franceses a lo largo del tiempo.
En Nimes, todo empieza y todo acaba alrededor de Les Arènes. Considerado el mejor anfiteatro del mundo romano, es, desde luego, el mejor conservado. Los vaivenes de la historia han respetado su sorprendente arquitectura, con una plaza de forma oval, capaz de acoger a veinte mil espectadores.
Joya de la ciudad, este particular espacio tan ligado a la cultura española sigue acogiendo espectáculos taurinos, congresos culturales y eventos musicales. Allí dio uno de sus últimos conciertos Camarón de la Isla y allí triunfó el torero José Tomás, al que la ciudad ha dedicado una calle con el apelativo de maestro.
La antigüedad se ha reinventado en Nimes. “El reencuentro con nuestra herencia romana, sin renunciar a la calidad de vida moderna, se ha convertido en nuestra seña de identidad como ciudad”, concluye François-Xavier Durieu, “y me encanta”.
Los Jardines de la Fontaine, primer parque público de Francia.
El agua es el elemento definitivo en el camino hacia los Jardines de la Fontaine, uno de los más singulares rincones de Nimes.
Escultura de Agripina la Menor, de la colección del Museo de la Romanidad, un nuevo museo arqueológico que abrió sus puertas en 2018.