Geología enrevesada. Paisajes de cine. Ecos de gestas marineras. En los 40 kilómetros que zigzaguean entre Mutriku y Zarautz, en Guipúzcoa, se condensa el encanto del País Vasco. O buena parte de él.

Viñas de txacolí en Getaria.

 

Texto: Javier Olivares

A este litoral del Cantábrico le pespuntea el recuerdo de epopeyas marineras. Como la de Juan Sebastián Elcano, el héroe que dio la primera vuelta a la Tierra en barco desde el mismo lugar en el que hoy los niños buscan en el horizonte la silueta de El ratón de Getaria, una isla unida al continente por un espigón desde el siglo XV. O donde los amantes de la moda rastrean los hilvanes del diseñador Cristóbal Balenciaga en su museo homónimo. Si se afina el oído se escuchan gritos de naufragios y de avistamientos de ballenas, durante siglos codiciadas industrias flotantes que llegaban a prodigiosos puertos de ingeniería natural, como el de Mutriku, en cuyos remansos los jóvenes locales se bañan aún hoy. Jóvenes como el exfutbolista Asier Illarramendi, campeón con la Real Sociedad y el Real Madrid, icono de forofos nacido aquí.

La cinematográfica Ermita de San Telmo, en Zumaia, sobre los acantilados retorcidos de flysch (fluir, en alemán).

El colorista puerto de Mutriku.

En apenas 40 kilómetros de hebra costera, al refugio de las galernas, hay otros susurros de leyendas modernas. Los cinéfilos preguntan por la iglesia de San Telmo, donde se casan Amaia y Rafa en ‘Ocho apellidos vascos’. Los surfistas, por la mejor ola en Zarautz, la playa más larga del País Vasco, con 2,5 kilómetros, mientras los comilones intentan una reserva en el hotel restaurante en Karlos Argiñano, el chef más televisivo de la historia, creador del imperdible pincho ‘Toldotxo’. Pero, por fortuna, 60 millones años antes de la mitomanía de instagram, esta ruta merecía la pena.

Deba, Mutriku y Zumaia ribetean el Geoparque Mundial de la Costa Vasca, reconocido por la Unesco, que atesora y divulga este ingente patrimonio geológico y paisajístico, en una singular propuesta de naturaleza y prehistoria. La costa impacta por la forma caprichosa de los acantilados, en capas de milhojas retorcidas, fruto de la erosión de muchos siglos. Son conocidos como ‘flysch’ (fluir, en alemán). “La zona kárstica del tramo entre Deba-Zumaia concentra la mayor cantidad de cavidades con restos arqueológicos de Guipúzcoa”, cuenta Nerea Gaztelu, experta del parque. La Cueva de Ekain, Patrimonio de la Humanidad, bien merece una visita: los caballos pintados en las paredes impresionan, como los amonites (fósiles cefalópodos espirales) del centro de intepretación Nautilus, en Mutriku.

Ya sea desde el mar, donde un barco avista el litoral y su intensa historia, como a pie, con propuestas de senderismo, se puede disfrutar del fenómeno. Ahí van dos: la ruta de los Miradores, que une 15 vistas únicas, y la vuelta al Geoparque, un itinerario circular de 54 km en tres etapas.

Los señeros toldos rayados de la playa de Zarautz, la más larga del País Vasco.

Visita guiada del Geoparque Mundial de la Unesco, con las curiosas formaciones de flysch.

 

Reponer fuerzas, esa coletilla que se aplica al final del paseo en cualquier lugar, en esta tierra es cultura. Los tesoros de la flota de bajura (chicharro, verdel anchoa, bonito y sardina), o las tallas grandes de la Cofradía de Pescadores (lubina, besugo, lenguado o langosta), hacen crepitar las brasas de la parrilla decana, Txoko Getaria. Pero hay también un recetario de guisos marineros icónicos que Enrique Fleischmann, tercera generación de parrilleros, ha sabido interpretar con tiento. La mejor sopa de pescado del País Vasco en 2023 es de aquí.

A orillas del estuario del río Urola, se asientan caseríos como el Asador Bedua.

La gran playa de Deba, uno de sus atractivos turísticos, junco con su gran alameda.

Las colinas que escoltan el litoral han conocido en los últimos años el auge de un pujante ‘txakolí’: el suelo, el microclima, la variedad de cepajes y los vientos que se encaraman hasta ahí determinan su singularidad. Es el caso de la bodega Rezabal, a punto de cumplir 30 años, un milisegundo en la historia de este territorio. “El viñedo se asienta sobre tierras compactas, areniscas con estratos arcillosos, en configuraciones denominadas ‘facies flich’, formadas en la era terciaria”, comenta Mireia Osinaga, propietaria. En la perpendicular del monte, de vuelta al malecón de Zarautz, se asiste cada tarde a esa costumbre tan guipuzcoana de pasear con un helado artesano, un privilegio que se degusta incluso en estos meses de invierno. La palabra señorial no entiende de estaciones.

El pescado y el marisco son las estrellas en puertos como el de Getaria.

Para hacer esta ruta hay que viajar hasta Donostia-San Sebastián, que cuenta con tres trenes diarios que conectan con Madrid en un trayecto de cinco horas; y dos Alvia durante los fines de semana. Los trenes Alvia también unen la capital guipuzcoana con Pamplona (dos horas de trayecto), Zaragoza (cuatro) o Barcelona (seis).