Texto: Mario Suárez - Foto: Ainhoa Gomà
Lo que comenzó siendo un blog de cocina en 2009, de los muchos que proliferaron esa década, terminó convirtiéndose en uno de los espacios culinarios más populares de Internet. A Mikel López Iturriaga (Bilbao, 1967) también se le conoce por El Comidista, con canal propio dentro del diario El País, es uno de los periodistas más seguidos en redes sociales en materia gastronómica, con más de 400.000 seguidores en Instagram y en Youtube. De ahí, saltó a la televisión, con Banana Split, donde sumaba música y comida con grupos nacionales. Asentado en Barcelona, sus pistas gourmet en esta ciudad merecen una guía con varias estrellas.
Llega en Ave hasta Sants en Barcelona, ¿dónde da ese primer bocado cercano a la estación?
Muy cerca de la estación hay un sitio que me encanta, Terra de Escudella, donde tienen un menú del día con una fantástica relación calidad-precio. También es muy buena opción Sants Es Crema, donde sirven unos bocadillos con cosas a la brasa prodigiosos, y un pelín más lejos, mi restaurante indio favorito de la ciudad: el Tandoor.
Vamos a estar en la Ciudad Condal únicamente 24 horas. ¿Cuál sería la ruta culinaria?
Para desayunar, empezaría por Little Fern, un café alejado del centro pero que te permitirá descubrir uno de los mejores barrios de Barcelona: Poble Nou. Parece un sitio de guiris, pero el café es excelente y la comida, también. Desde ahí me daría una vuelta por la calle Marià Aguiló para descubrir la panadería griega Furnos y la tienda de productos italianos Makkeroni. Y luego me movería a alguno de los mercados de la ciudad: si vas al de Sant Antoni, puedes comer después en Can Vilaró, una de esas casas de comidas en vías de extinción que siguen haciendo cuina catalana honesta, asequible y deliciosa. Si has ido al de la Llibertat, tienes que comer en La Pubilla.
Barcelona comienza a ser una ciudad de barras, ¿en cuáles le gusta apoyar el codo?
Como dices, comienza a serlo... pero el tapeo de pie tal como se conoce en muchas otras partes de España no tiene demasiada tradición en Barcelona. Para una experiencia parecida, yo apostaría por las bodegas tradicionales que resisten contra viento y marea en la ciudad. Son sitios en los que se vendía vino a granel y se servían picoteos sencillos, y que viven desde hace años una segunda juventud gracias a la moda del vermut. Mis favoritas: la Montferry, la Salvat, la Sopena, Cal Marino... y aunque no es bodega propiamente dicha, yo no me saltaría Senyor Vermut y sus maravillosas bravas.
Para hacer la compra, ¿dónde encuentra esa rareza necesaria para una receta?
Me gustan mucho el mercado del Ninot y el de Sants, aunque para encontrar rarezas posiblemente el mejor siga siendo La Boquería. Un mercado que ha sufrido los peores efectos del turismo masivo, pero que sigue conservando algunos puestos donde encuentras maravillas.
Le gustan a usted los clásicos…
Además de las bodegas mencionadas, yo me iría a sitios que conservan su esencia sin convertirse en trampas para guiris. Els Pescadors en Poble Nou es perfecto si te gusta el pescado; en el Quimet & Quimet encontrarás laterío de lujo; aunque está apartado del centro y no es muy glamuroso, en Granja Elena comerás como un pachá, y el Igueldo, aunque suene vasco, para mí es de los mejores restaurantes de Barcelona.
Para saber de gastronomía, hay que haber viajado mucho. ¿Qué le aporta el tren en sus desplazamientos?
El tren es todo ventajas para mí. No me tengo que ir al quinto pino para cogerlo, porque las estaciones suelen estar en el centro de las ciudades. A bordo, puedo leer, que es una de mis actividades favoritas en el mundo. También puedo ver series o películas en el ordenador, o trabajar si lo necesito. Se me ocurren pocas desventajas, más allá de aguantar a los maleducados que hablan a gritos por el móvil. Pero hasta para eso hay solución: ese gran invento llamado Coche en Silencio.
¿Qué recuerdos tienes asociado al tren?
De niño, recuerdo el tren como un motivo de excitación importante. Era algo que hacían los adultos y que en mi cabeza llenaba de horas de televisión, era una actividad emocionante llena de cenas glamurosas en el coche-restaurante, noches en lujosos coches cama y vistas exóticas a través de la ventana propias del Orient Express.