Junto a la M30 y con casi 13 hectáreas de superficie, la Quinta de la Fuente del Berro es un histórico jardín del XVII y uno de los tesoros por descubrir de Madrid.
Texto: Pacho G. Castilla / Foto: Lucía Romero
Lo tiene claro: “Dirigir un teatro es uno de los empleos más bellos del mundo”. Y en febrero de 2022 Juan Mayorga lo logró, asumiendo el reto de “imaginar buenas ocasiones para que la gente se reúna” tanto en el madrileño Teatro de la Abadía como en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, “un teatro joya que merece un viaje en tren”. Y es que este madrileño de Chamberí considera tan “fascinante” su labor como director artístico que hasta convierte la pura gestión en un trabajo de creación: “La programación acaba siendo un gran espectáculo”. Aunque no olvida que su “obligación” es seguir escribiendo... y dirigiendo. Tanto que confiesa: “escribo permanentemente, escribo caminando”.
¿La obra de teatro perfecta es siempre una obra inacabada, ya que necesita revisión o adaptación?
Es cierto que hay una primera versión publicada, pero nunca intento construir documentos de vida. A veces suelo recordar que la reescritura es previa a la escritura, ya que cuando un escritor escribe una frase, en su cabeza ya ha desechado dos. Personalmente, estoy en permanente conflicto con mis textos, buscando siempre que tengan una mayor complejidad, sin que eso les haga perder ligereza.
Y cómo debe captar la atención un dramaturgo en estos tiempos apresurados, en continua crisis y sin apenas ocasiones para la calma y la reflexión.
Hay que hacer arte y pensar a contracorriente. Un autor debe aspirar a construir clásicos, textos que tengan licencia más allá de este fin de semana o esta temporada. Si quieres atender a la última moda, siempre llegas tarde. Un trabajo así requiere paciencia y silencio. Guardar silencio y no precipitarse a decir lo primero que sale en la cabeza.
¿Y cómo ha decidido enfrentarse a esos tiempos un teatro como el de la Abadía?
Queremos que nuestra programación sea promiscua y desafiante. Desafiante porque aspiramos a un espectador valiente, y buscamos que le suceda algo, que le transforme, interpele y desafíe. Y promiscua, porque hemos convocado a creadores muy diversos, de distintas generaciones y que practican lenguajes muy diferentes.
¿En qué salas de Madrid considera que teatralmente se está experimentando con más acierto?
Respecto muchos a todos mis compañeros y compañeras, porque es un acto de valentía salir a escena y exponerse. Pero llamo la atención sobre la vitalidad del Teatro del Barrio, una sala que se mantiene muy vigorosa, y la Cuarta Pared, donde tuve mi primer estreno, en el 94.
¿En qué rincones de Madrid se siente como un espectador ante una buena obra de teatro?
Viajo en metro, y allí pasan y se dicen cosas muy ingeniosas. Además, disfruto paseando por Madrid. Suelo volver a mi casa, en Mariano de Cavia, desde la Abadía, y voy por la calle Infanta Isabel, una de mis calles favoritas.
¿Y en qué lugares de Madrid consigue ser más feliz?
Siento un afecto muy especial por el parque del Retiro, donde, por cierto, corro a diario, y por otro parque más pequeño pero precioso, que me recuerda a momentos en los que mis niños eran más pequeños: el de la Fuente el Berro.
¿Algunos rincones donde el tiempo no transcurre?
Suelo decir que “soy tan chamberilero, que hasta en Alonso Martínez ya me siento un extranjero”. En Chamberí viven mis padres, con quienes voy a El Greco, que tiene unas tapas muy buenas. Aquí nací, fui al cole y está la Abadía. Y cerca hay un bar donde cocinan muy bien las setas, El Imperio.