Madrid según…

Rodrigo Sorogoyen

Texto: Rosa Alvares

Su último trabajo, ‘As bestas’, se ha convertido en la película del año, con 17 nominaciones a los próximos Goya. Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) es de esos directores que malacostumbran al público y a la crítica porque, cuando pensamos que ya ha hecho su mejor película, sorprende con un filme aún más brillante. “No lo vivo así porque no considero mis películas brillantes”, rechaza. “Como creo que todo se puede mejorar, me encanta intentar superarme en cada nuevo trabajo”. Mientras espera la ceremonia, disfruta de su ciudad como solo un ‘bon vivant’ sabe hacer.

Ha hecho usted una película de terror en un escenario natural que, en apariencia, podría ser idílico.
En las películas siempre se necesita un conflicto para que haya algo que resolver, y en el cine, los lugares idílicos siempre tienen algo que te puede perturbar. Aunque prefiero pensar que también hay lugares realmente idílicos.

Hablamos de la necesidad de recuperar la vida sencilla y placentera, pero ¿no hay una mitificación de los urbanitas hacia esa existencia soñada?
Supongo que sí, y también es lógico porque la gente mitifica lo que no tiene. El que condena algo que no ha vivido me parece un ignorante, es más lógico idealizar algo que, aunque no lo hayas experimentado, has vislumbrado. En la película hemos intentado no irnos a lo contrario, sino hacer un retrato realista, con un planteamiento cinematográfico. No decimos que en la vida real los vecinos en el campo sean tan terribles, ¡para nada! De hecho, me consta que hay grandes convivencias placenteras.

Usted nació y vive en Madrid. ¿Qué tiene esta ciudad para que merezca, al menos, una visita?
¡Hombre, merece una visita y más! Soy muy madrileño, pero también le encuentro muchas pegas a mi ciudad, cada vez más, lamentablemente. Pero tiene muchas cosas atractivas, como la vida nocturna y cultural, con una oferta de cines, teatros y museos increíble. Aunque sea un cliché, es cierto que esta ciudad acogedora y caótica es un lugar donde ocurren cosas y que puede sorprender siempre.

¿Son hospitalarios y buenos anfitriones, como dicen?
Los madrileños somos gente cercana en el sentido de que rápidamente damos confianza, rompemos barreras mucho antes que en otros sitios, pero yo eso no lo considero ser buenos anfitriones. ¡Madrid puede ser una ciudad muy poco hospitalaria! [risas].

¿Está de acuerdo en que una de las cosas buenas de la ciudad es la mezcla de gentes que la habitan?
Esta ciudad está hecha de inmigrantes y eso hace que haya poco sentimiento de rechazo al extranjero. Eso lo consigue la gente de la calle, los políticos ya te digo yo que no…

 

¿Algo no obvio que ningún viajero debiera perderse?
El barrio de Lavapiés, que reivindico. La inmigración da riqueza cultural a la ciudad. Otro rincón secreto y desconocido en las guías es la colonia del Tercio Terol, conjunto de viviendas unifamiliares de los 40 y 50 en Carabanchel.

De la gastronomía madrileña, ¿qué recomienda?
Me encanta el cocido. Y el pincho de tortilla de La Ardosa (Colón, 13) en Malasaña es espectacular. Ahí se respira un ambiente madrileño, se come bien y, además, seduce el trato de sus camareros. Restaurantes buenos hay muchos, pero, por citar, me quedo con La Huerta de Tudela (Prado, 15) o El Señor Martín (General Castaños, 13).

Apostemos por ver las películas en una sala de cine. ¿Cuáles son sus favoritas?
Los Renoir Princesa (Princesa, 3) y los Golem (Martín de los Heros, 14). Tienen carteleras estupendas y están en una zona de efervescencia cultural, con la librería de cine Ocho y Medio (Martín de los Heros, 11) a un paso. ¡Que tampoco se nos olviden los Verdi (Bravo Murillo, 28)!

Después de la película, ¿dónde ir a tomar algo?
Hay un sitio pequeño que se llama Ebla (Martín de los Heros, 7), con una comida turca que me encanta.

¿Y para disfrutar de la naturaleza?
Sin lugar a dudas, Rascafría, un pueblo en un entorno precioso en la sierra norte de Madrid.