Segovia según…

Lucía Jiménez

Texto: Rosa Alvares

Han pasado 25 años desde que Lucía Jiménez (Segovia, 1978) se convirtiera en el rostro revelación del cine español con La buena vida. Una discreta pero impecable carrera que la ha llevado a ser un rostro consagrado y conocido gracias a series de televisión como Amar es para siempre o La señora. Ahora añade un nuevo título: Pollos sin cabeza, serie de HBO Max creada por Carolina Bang junto a Jorge Valdano, y producida por Álex de la Iglesia. “Es una comedia alocada sobre el mundo del fútbol”, explica Lucía. “Mi personaje es una mujer empoderada, muy segura de sí misma”. Fiel reflejo también de la mujer en la que se ha convertido, cuarto de siglo después de aquel inocente trabajo junto a David Trueba.

Tenía 17 años cuando debutó en la gran pantalla. Con el paso del tiempo, ¿cómo ve a aquella Lucía?
Cuando lo vives siendo tan pequeña, no eres consciente. Miro hacia atrás y me sigo reconociendo en esa niña, en ese deseo de contar historias, pero también veo la realidad de una profesión que es muy difícil, en la que muchas veces no estás donde quieres estar o todo te viene junto y no sabes cómo gestionarlo… Es una profesión sin manual de instrucciones, como cuando tienes un hijo.

¿Qué consejos le daría a aquella Lucía?
Que dé siempre las gracias porque cada proyecto es un milagro. También le hablaría de la edad: hay una época, entre los 20 y los 30, en la que las mujeres trabajan muchísimo. A partir de los 40, estás en un terreno complicado. También le diría que esta profesión tiene algo absorbente y que es probable perder el contacto con el suelo. A mí no me ha pasado, porque siempre he sido muy realista, pero resulta fácil caer. Hay que relativizar, y entender que nada es tan importante, no operamos a corazón abierto.

Ahora ha decidido contar sus propias historias. Próximamente, veremos El trono, su primer corto.
Surgió de la manera más natural: me senté a escribir una historia, presenté el proyecto a una productora y me apoyaron Estela Films y Pólvora Films, de Arturo Valls. He compaginado los rodajes con un curso de dirección y un máster de escritura de guion. Trata una situación muy cómica (pero contada muy en serio) basada una anécdota real. En el corto, el presidente del gobierno, durante el congreso nacional de su partido, va al baño y se queda encerrado. Era una situación estupenda para contar la indefensión y la fragilidad que puede sentir un ser humano.

¿Ve a la Lucía Jiménez del futuro solo dirigiendo?
No, no dejaré la interpretación, aunque quizá cuente mis historias. Los japoneses dicen que el ikigai es aquello que da sentido a tu vida. Yo tengo un ikigai que es mi profesión.

¿Sigue manteniendo el contacto con Segovia?
Sigo teniendo mucha vinculación porque mi familia vive allí. Recomiendo hacer un paseíto desde el acueducto, subiendo por la calle Real; luego, pasas por la plaza Mayor, con la catedral; sigues caminando y bajas hacia el Alcázar. Es una ciudad con muchas iglesias románicas, muchos callejones de piedra. Otro rincón maravilloso es La Fuencisla, iglesia próxima al Alcázar, al lado del río. De adolescente, iba allí a estudiar.

La actriz Lucía Jiménez, rostro habitual de la televisión, vuelve a su medio natural con Pollos sin cabeza, producida por Álex de la Iglesia.

Segovia reserva al visitante sorpresas artísticas.

Es una ciudad para visitar y vivir a través de la cultura. En la zona del río está la Casa de la Moneda, que es un museo. Y en la calle Real, la Casa de los Picos, un lugar de creación abierto a exposiciones. Y son imprescindibles los muchos encuentros que dinamizan la cultura todo el año, como Titirimundi, el Hay Festival, o el Festival de Jazz.

¿Algún consejo gastro que nadie debería perderse?
A pocos kilómetros, en Torrecaballeros, está El Rancho de la Aldehuela, perfecto para comer: desde cordero o lechazo a unas buenas verduras. En la ciudad, recomiendo lo que mis primos y yo llamamos cañacross, tomar algo con una tapa en cada bar de la plaza Mayor. También parar en José María, Jeyma, Negresco, Jose, Turuta… Lo echo de menos en Madrid, porque soy de provincias y de salir a tomar un chato.