Texto: Rosa Alvares
Recorrer la Sevilla más flamenca junto a Cristina Hoyos (Sevilla, 1946) es una experiencia única continuamente interrumpida por personas que la paran para darle las gracias por su arte o preguntarle por sus proyectos. Ella atiende a cuantos se acercan con una tímida sonrisa y una humildad incuestionable. Para ella, el baile lo es todo. “Vengo de una familia muy pobre que vivía en la calle Vírgenes, en el casco antiguo. Mi madre ponía la radio, y yo, siendo muy pequeña, cantaba y bailaba las canciones de la época. Cuando mi hermana se puso a trabajar, me llevaron a una academia de baile en la que empezó todo. Como entonces, para mí bailar es una necesidad, algo que llevo dentro. Igual que mi ciudad, Sevilla, que es mi hogar, donde mi corazón y mi arte pertenecen”. Viajera incansable que ha recorrido el mundo con su propia compañía y con la de Antonio Gades (de quien fue pareja profesional durante 21 años) cuenta con orgullo los motivos que le llevaron a crear y a gestionar de manera privada el Museo del Arte Flamenco.
Protagoniza usted una guía para recorrer la Sevilla más flamenca, de la mano del hotel Barceló Renacimiento.
Como decimos algunos flamencos, esta es una ruta de muerte, un recorrido sorprendente y excepcional. La gente que viene a la ciudad agradece este tipo de rutas, aunque también los sevillanos deberían disfrutar más de estos lugares.
Empezamos en el propio Barceló Renacimiento, un lugar tranquilo donde alojarnos.
Para mí, Barceló Sevilla Renacimiento (Av. Álvaro Alonso Barba, s/n) es un oasis de descanso y bienestar en el que refugiarse. Un lugar donde te miman tanto por fuera como por dentro. Su personal me hace sentir como en casa. ¡Me tratan como una reina! En su jardín me inspiro; en sus habitaciones descanso, y en su restaurante viajo a través de los sabores.
Entre sus lugares favoritos, está mantones Juan Foronda, una tienda centenaria en Sevilla.
Cuentan que, ya en el siglo XVIII, había mantones de Manila, y que fueron las cigarreras sevillanas las que comenzaron a bordarlos y a ponerles flecos. Los mantones también sirven para mostrar una parte del flamenco: con mantón se bailan alegrías, peteneras, seguirillas… Tengo mantones-fetiche que me han acompañado en mis actuaciones e incluso aún conservo algunos de cuando comencé a bailar, y unos cuantos son de Juan Foronda (calle Sierpes, 33). Basta fijarse en sus bordados, que pueden llevar seis meses de trabajo, para darse cuenta de que son auténticas joyas hechas a mano.
Sevilla es también una ciudad para el buen comer. ¿Un sitio flamenco donde hacerlo?
Abades, en el barrio de Triana (calle Betis, 69). Un lugar icónico que todo visitante debe conocer. Cocina de calidad, de toda la vida, elaborada con amor y con unas vistas únicas, frente a la Torre del Oro. Es un restaurante muy tranquilo, perfecto para conversar o para mantener una reunión.
Inaugurado en 2006, el Museo del Baile Flamenco de Sevilla se encuentra ubicado en el corazón de la ciudad, en el Barrio de Santa Cruz.
En su particular ruta, también aparece Filigrana, un taller donde fabrican las mejores castañuelas.
Antes eran de madera y se partían, hasta que llegaron ellos y las empezaron a hacer de fibra. Aprendí a tocar los palillos (como llamamos a las castañuelas) con mi maestra, Adelita Domingo. Recuerdo que en uno de los primeros tablaos en los que actué, había un grupo de italianos. Cuando acabamos, una de ellos quería comprar mis palillos. Le dije que no los vendía, que me los habían hecho en Filigrana (calle Cincel, 8), y que, para mí, eran excepcionales. Ella fue subiendo la cantidad que me daba, y yo seguía negándome. Hasta que me ofreció 3.000 pesetas. ¡Y yo ganaba 100! Me quité las castañuelas y se las di. Con ese dinero compré el primer frigorífico a mi madre…
Si hay un espacio muy especial para Cristina Hoyos, es el Museo del Baile Flamenco que usted creó.
Como sevillana, quería devolverle a la ciudad algo de lo mucho que me ha dado. Pensé montar una academia de baile, pero me gusta ir de acá para allá, así que no era lo más oportuno. Mi sobrina Tina y yo decidimos crear este museo: el único del mundo dedicado al baile flamenco, mostrando este arte desde sus orígenes hasta hoy como forma de expresión que nos representa a través de objetos, audiovisuales, música y, por supuesto, nuestro propio tablao con actuaciones diarias y grandes artistas que han formado parte de nuestra compañía (calle Manuel Rojas Marcos, 3). El público sale encantado.