València según…

Inma Cuesta

Texto: Mariló García. Foto: Ximena Garrigues y Sergio Moya

Por su profesión vive en Madrid, pero siempre que puede se escapa a la capital del Turia. La actriz Inma Cuesta (València, 1980), que acaba de estrenar en Netflix ‘El páramo’, de David Casademunt, y actualmente rueda una nueva película titulada ‘Los buenos modales’, reconoce que el mar le tira mucho. También estar con su familia, y si hablamos de gastronomía se debate entre las paellas de su tía y los platos ‘gourmet’ del chef Quique Dacosta. Su último trabajo visto en cines, ‘Vivir dos veces’, se rodó en su ciudad natal, experiencia que le gustaría repetir, por ser un lugar que considera “un gran desconocido”.

Aunque creció en Jaén, nació en València. ¿Qué significa para usted esta ciudad?
Es cierto que eché raíces en Jaén, porque mi familia es de allí aunque viva en València. Pero siempre echo de menos el mar. En València me siento como en casa. Somos una gran familia y tenemos un vínculo muy grande. Además, está muy bien comunicada con Madrid, así que me escapo en cuanto puedo. Todos los veranos guardo unos días para pasarlos con mis primos, o con mi tía, que vive en Liria. Además, compré el piso de mi abuelo, en un barrio humilde, que fue donde mi padre y sus hermanos crecieron.

¿Qué recuerdos atesora de sus años de niñez aquí?
Con seis años me fui, pero me acuerdo vagamente de las Fallas, por ejemplo. Tengo hasta una fotografía en la que salgo vestida de fallera junto a mi padre, con toda la feria puesta. Estaba graciosísima. De mayor las he visto por televisión, algo que me hacía sentirme cerca, y alguna vez he vuelto a ir, pero casi siempre me coincide por fechas con trabajo. Las Fallas me parecen una fiesta única, que no se hace en otro lugar del mundo. El olor a pólvora me encanta, no tanto los petardos. Mis primas me dicen que se nota que no me he criado en València, porque no puedo entender que les guste el ruido enorme que hacen.

En 2019 rodó en el Saler y en el Ensanche, entre otras localizaciones, la película ‘Vivir dos veces’. ¿Qué recomendaría al visitante que pisa por primera vez la ciudad?
Creo que València es una gran desconocida. Es increíble por su arquitectura, por algunos lugares decadentes. Tiene un toque romántico que me encanta. Al rodar descubrí zonas que no conocía, como el parador de El Saler, con esa playa impresionante. Nosotros íbamos más a la Malvarrosa y con esto conocí la zona de la Patacona.

Y si hablamos de gastronomía, entendemos que defenderá el plato típico: la paella.
La mejor paella del mundo la hace mi tía Carmen. Me encanta, además, por lo que conlleva de reunión familiar Si tengo que elegir un restaurante, te diría Vuelve Carolina (Carrer de Correus, 8) de Quique Dacosta. Se me quedó en el alma. Creo que el chef es un genio. Y de dulces te hablaría del fartón, que no se encuentra tan fácilmente. En verano me gusta tomarlo con horchata. Y un punto y aparte es el agua de València. Lo descubrí de mayor y... qué fuerte. Los valencianos en general es que son muy fuertes. Siempre tienen algo de fiesta y de celebración.

Para sus desplazamientos a València, ¿suele escoger el tren como medio de transporte?
Es el medio que más me gusta, lo uso muchísimo. Me parece maravilloso, sobre todo porque me gusta viajar sola y en el tren puedo encontrar momentos para mí. Disfruto viendo el paisaje, escribo y, sobre todo, leo… Siempre intento ir en el vagón silencio, ya que no soporto escuchar a la gente hablando por teléfono. También, dependiendo del trayecto, se me puede ver tomando un cafelito en la cafetería. De pequeña, el trayecto que más he hecho en tren ha sido el de Vilches, en Jaén, a Madrid, ya que mis padres viven allí y es un lugar al que siempre vuelvo.

¿Le gustaría rodar en un tren?
Nunca he rodado en un tren, tampoco en una estación. Y las estaciones me encantan, me parecen un lugar romántico, donde siempre pasan cosas: las despedidas, los reencuentros… La estación de Vilches es muy bonita, tiene un aire como antiguo. Y la estación de València me parece preciosa, de cuento, con esos relojes antiguos. Es fácil imaginarse grandes historias en un tren.