Historia y naturaleza
Enclavada entre las hoces de los ríos Júcar y Huécar, la capital conquense es digna merecedora de su título de Patrimonio de la Humanidad. Apéate del tren y enamórate de sus callejuelas de piedra y de su apacible entorno natural.
Las archiconocidas Casas Colgadas se asoman al río Huécar desde sus balcones voladizos de madera. ¿Te apetece conocerlas por dentro? Pásate por la de la Sirena, que acoge un mesón en el que podrás saborear la comida más típica de la zona, o por las Casas del Rey, donde te espera el Museo de Arte Abstracto español.
Si eres de los que no puedes salir de casa sin la cámara, acércate al puente de San Pablo y consigue la mejor instantánea. Deléitate con las vistas hacia el Parador, el río y las Casas Colgadas y escucha el sonido del agua recorriendo el río.
Si algo caracteriza a Cuenca, es su patrimonio histórico. Está perfectamente conservado y se encuentra, en su mayoría, en un peñón rocoso. Y eso es lo que hace a esta ciudad tan especial.
La Plaza Mayor es una de las más bonitas y monumentales de la región. Aprovecha para regalarte un aperitivo en una de sus múltiples terrazas y disfruta de las vistas a la hermosa fachada del ayuntamiento, un edificio de estilo barroco de los tiempos de Carlos III.
No te olvides de la Catedral de Santa María y San Julián, que te trasladará inmediatamente a la época medieval en cuanto cruces sus puertas.
El barrio de San Martín sin duda también merece tu atención. Sus viviendas tradicionales parecen flotar en la propia montaña, que podrás admirar desde la orilla del río Huécar.
Es hora de alejarse un poco del casco urbano. Si vas en verano, recarga las pilas (¡y los pulmones!) con un paseo a lo largo del río. Empieza tu marcha por la ribera del Huécar y pasa por debajo del Puente de la Trinidad, donde se junta con su hermano mayor, el Júcar. Su parque fluvial es una invitación al descanso.
Pon el broche de oro en el Convento de San Pablo, una edificación del siglo XVI que aúna arte gótico y renacentista. Maravíllate con el entorno natural que envuelve el que hoy es Parador Nacional de Turismo, situado en un promontorio de la hoz del Huécar.
En otoño, Cuenca vive una explosión de luz y de color. Recorre la serranía desde la ribera del río y déjate envolver por el paisaje de hojas doradas, rojas y cobrizas. Para entrar en calor, apúntate a la conocida ruta del puchero, que se celebra en noviembre.